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Equipo Infinito.



miércoles, 5 de junio de 2019

La Mulata de Córdoba


Cuenta la tradición, que hace más de dos siglos y en la poética ciudad de Córdoba Veracruz México, vivió una célebre mujer, una joven que nunca envejecía a pesar de sus años. Nadie sabía de quien era hija, pero todos la llamaban la Mulata.

Para la mayoría, la Mulata era una bruja, una hechicera que había hecho pacto con el diablo, quien la visitaba todas las noches, pues muchos vecinos aseguraban que al pasar a las doce por su casa habían visto que por las rendijas de las ventanas y de las puertas salía una luz siniestra, como si por dentro un poderoso incendio devorara aquella habitación.

Otros decían que la habían visto volar por los tejados en forma de mujer; pero despidiendo por sus ojos negro miradas satánicas y sonriendo diabólicamente con sus labios rojos y sus dientes blanquísimos.

Cuando ella apareció en la ciudad, los jóvenes, prendados de su hermosura, se disputaban la conquista de su corazón.

Pero ella a nadie correspondía, a todos los rechazaba, y de ahí nació la creencia de que el único dueño de sus encantos, era el diablo.

Aquella mujer siempre joven, frecuentaba los sacramentos, asistía a misa, hacía caridades, y todo aquel que imploraba su auxilio la tenía a su lado, en la choza del pobre, lo mismo que junto al lecho del rico.

Se decía que en todas partes estaba, en distintos puntos y a la misma hora; y llegó a saberse que un día se la vio a un tiempo en Córdoba y en México; "tenía el don de la omnipresencia" y lo más común era encontrarla en una caverna.

La Mulata servía también como abogada de imposibles. Las muchachas sin novio, las gordas, las pasaditas, que iban perdiendo la esperanza de hallar marido, los empleados cesantes, las damas que ambicionaban competir en túnicas y joyas con la Virreina, los militares retirados, los médicos jóvenes sin fortuna, todos acudían a ella, todos invocaban en sus deseos, y a todos los dejaba contentos, hartos y satisfechos.

La fama de aquella mujer era grande, inmensa. Por todas partes se hablaba de ella y en diferentes lugares de Nueva España (Así se le conocía a México cuando era colonia española)su nombre era repetido de boca en boca.

¿Qué tiempo duró la fama de aquella mujer, verdadero prodigio de su época y admiración de los futuros siglos? Nadie lo sabe.

Lo que sí se asegura es que un día la ciudad de México supo que desde la villa de Córdoba había sido traída a las sombrías cárceles del Santo Oficio.

Noticia tan estupenda, escapada Dios sabe cómo de los impenetrables secretos de la Inquisición, fue causa de atención profunda en todas las clases de la sociedad, y entre los platicones de las tiendas del Parián se habló mucho de aquel suceso y hasta hubo un atrevido que sostuvo que la Mulata, no era hechicera, ni bruja, ni cosa parecida, y que el haber caído en garras del Santo Tribunal, lo debía a una inmensa fortuna, consistente en diez grandes barriles de barro, llenos de polvo de oro. Otro de los tertulianos aseguró que además de esto se hallaba de por medio un amante desairado, que ciego de despecho, denunció en Córdoba a la Mulata, porque ésta no había correspondido a sus amores.

Pasaron los años, las hablillas se olvidaron, hasta que otro día de nuevo supo la ciudad, con asombro, que en el próximo auto de fe que se preparaba, la hechicera, saldría con coroza y vela verde. Pero el asombro creció de punto cuando pasados algunos días se dijo que el pájaro había volado hasta Manila, burlando la vigilancia de sus carceleros...más bien dicho, saliéndose delante de uno de ellos.

¿Cómo había sucedió esto? ¿Qué poder tenía aquella mujer, para dejar así con un palmo de narices, a los muy respetables señores inquisidores?

Todos lo ignoraban. Las más extrañas y absurdas explicaciones circularon por la ciudad, hubo quién afirmaba, haciendo la señal de la cruz, que todo era obra del mismo diablo, que de incógnito se había introducido a las cárceles secretas para salvar a la Mulata. Quién recordaba aquello de que dádivas quebrantan... rejas; y hubo algún malicioso que dijese que todo lo vence el amor... y que los del Santo Oficio, como mortales eran también de carne y hueso.

He aquí la verdad de los hechos.

Una vez, el carcelero penetró en el inmundo calabozo de la hechicera, y quedóse verdaderamente maravillado al contemplar en una de las paredes, un navío dibujado con carbón por la Mulata, la cual le preguntó con tono irónico:

- ¿Qué le falta a ese navío?

-Desgraciada mujer- contestó el interrogado, si quisieras salvar tu alma de las horribles penas del infierno, no estarías aquí, y ahorrarías al Santo Oficio el que te juzgase! ¡A este barco únicamente le falta que ande! ¡Es perfecto!
- Pues si vuestra merced lo quiere, si en ello se empeña, andará, andará y muy lejos...

- ¡Como! ¿A ver?

- dijo la Mulata.Y ligera saltó al navío, y éste, lento al principio, y después rápido y a toda vela, desapareció con la hermosa mujer por uno de los rincones del calabozo.

El carcelero, mudo, inmóvil, con los ojos salidos de sus órbitas, con el cabello de punta, y con la boca abierta, vio aquello sorprendido.

Cuenta la tradición que algunos años después de estos sucesos, hubo un hombre, en la casa de los locos detenido, y que hablaba de un barco que una noche bajo el suelo de México cruzaba llevando una mujer de altivo porte, era el inquisidor; de la Mulata nada se volvió a saber, más se supone que en poder del demonio está gimiendo.

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