martes, 3 de julio de 2018
La Mujer Fantasma
El 23 de mayo de 1993, una mujer de 63 años murió
estrangulada en una ciudad de Alemania. El asesino no dejó huellas ni evidencia
alguna, pero en una cucharita de café se encontró un rastro de ADN. Sin embargo
esto no fue suficiente y el caso se perdió en la nebulosa de la investigación
policial.
El asesino quedó libre. Ocho años después, en Friburgo, a
muchos kilómetros de allí, un anticuario de 62 años muere a golpes y se
recupera una huella de ADN idéntica a la anterior. Se trataba del mismo
asesino, pero tampoco se pudo dar con él y el asunto comenzó a complicarse.
A
partir de este caso, comenzaron a multiplicarse las muertes, no solo en
Alemania, sino también en Austria y Francia, con distancias muy grandes entre
un punto y otro. El 27 de abril de 2007, en un operativo antidroga, una joven
policía de 22 años fue abordada en su patrulla desde atrás y murió
instantáneamente por un tiro en la nuca. Allí volvió a a aparecer el misterioso
ADN. El mismo ADN fue hallado en varios atracos y muertes, como también en una
jeringa de heroína, hasta que en 2008 se lo relacionó con tres crímenes en el
sur de Alemania.
Para conmoción nacional y después de casi cuarenta muertes y
16 años de investigación, lo único que se sabía era que todas las muertes
habían sido obra de una mujer. Tal vez un cerebro privilegiado o una
profesional del crimen con tanta astucia que había logrado evadir las más
elaboradas investigaciones. Se la comenzó a llamar “la fantasma de Heilbronn” y
se tejieron las más disparatadas historias. No había dudas que el ADN era
revelador, pero no había explicaciones ya que las muertes eran diferentes y no
se adecuaban a un patrón establecido, incluso produciéndose en diferentes
circunstancias, tales como crímenes sueltos, peleas de bandas, narcotráfico,
robos, pandillas, etc.
¿Qué clase de psicópata podía tener tal grado de locura e ir
matando sin ton ni son, de un punto a otro de Europa?.¿Y porqué?. Era la
primera asesina serial de la historia que no respetaba un mínimo patrón de
conducta. Los peritos, los detectives y los criminalistas estaban
desorientados, con la consiguiente preocupación de la sociedad.
Hasta que un científico policial dejó de lado las respuestas
y cambió la pregunta. En vez de preguntar que tenían en común los casos, se
preguntó que tenía en común el método que lo investigaba. Y se llegó a la
conclusión que la culpa la tenían los pequeños bastoncillos de algodón con los
cuales se tomaban las muestras de ADN. La empresa Greiner Bio One, que los
fabricaba, ofrecía garantía microbiológica pero no pureza en el ADN.
Y así fue que se descubrió que, una empleada descuidada, no
se calzaba los guantes para trabajar y contaminó miles de bastoncillos a lo
largo de los años, razón por lo cual el ADN salía de fábrica. El error costó
20.000 horas de trabajo, 16 años de dudas y 25 millones de euros !
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