Este relato se relaciona con la leyenda de los Pueblos Azucareros del Norte Argentino, que cuenta sobre un pacto entre los dueños de los ingenios y el Diablo, en el cual se comprometían a entregar un peón anualmente a cambio de prosperidad y riqueza.
Quien salía a buscar ese peón era El Familiar, un enorme perro negro como la muerte y feroz como todo el mal del mundo. Sus ojos desprendían llamaradas de fuego y sus garras tenían la fuerza de mil hombres, también arrastraba unas largas cadenas. Poseía un hambre que sólo se saciaba con el peón prometido. En caso de no cumplir la cuota, el mismo patrón podía acabar devorado.
Los dueños tenían en la fábrica un cuarto oculto donde vivía el Familiar. Allí enviaban a la gente a buscar herramientas; pero ninguno de los que entraba volvía a salir.
Cuando algún trabajador encontraba la muerte, se decía que había sido el Familiar que andaba con hambre y que el año sería más provechoso para el dueño. También este perro se tragaba a los trabajadores que hacían discordia.
Si el propietario del ingenio moría sin pasar el secreto el Familiar moría de hambre y desaparecía llevándose la fortuna y dejando a la familia maldita.
No hay manera de matar al Familiar, pero se puede escapar de él, llevando un rosario colgando y una cruz.
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