Según se cuenta una mañana tres amigos estaban haciendo las compras de la semana, cuando una mujer vestida de violeta les llamó poderosamente la atención. La dama se acercó a la sección de lácteos, abrió un refrigerador y de éste sacó un cartón de leche.
Después, con suma velocidad la mujer se dirigió a donde se hallaban las cajas registradoras. Por su parte, los hombres se quedaron inmovilizados por unos momentos admirándola. De pronto, uno de ellos quiso darle alcance, pero cuando llegó a la salida, la dama ya había desaparecido.
Inclusive salió al estacionamiento para ver si podía ubicarla con la mirada, pero fue inútil, pues como dije en el párrafo anterior, a la chica literalmente se la había tragado la tierra. A partir de ese momento, el hombre fue todas las mañanas a la misma hora con el propósito de encontrársela de nuevo en el súper.
Transcurrieron tres días sin que nada pasara, pero en la mañana del cuarto día, el incidente volvió a repetirse prácticamente de la misma manera. Es decir, una vez más arribó la mujer vestida de violeta, sacó su leche de la nevera y salió de ahí sin dejar rastro.
Esa misma tarde, el hombre que se había enamorado de ella a primera vista les pidió a sus amigos que lo acompañaran por la mañana al supermercado, pues estaba seguro de que la tercera vez que la viera sería la vencida, es decir, que en esa ocasión conseguiría al menos cruzar con ella unas cuantas palabras.
Tal y como lo había predicho, la dama apareció una vez más en ese sitio. Ahora, uno de sus amigos del hombre la esperaba en el supermercado en tanto que él aguardaba en la salida.
A los pocos minutos éste la vio cruzar la puerta y fue tras ella corriendo. La persiguió por varias calles hasta que en una zona de terracería la perdió de vista. Revisando minuciosamente los alrededores aquel hombre se dio cuenta de que había un cementerio muy cercano a esa vereda.
De pronto comenzó a escuchar el llanto de un niño pequeño. Sin pensarlo fue siguiendo el sonido hasta que quedó casi enfrente de una tumba. Ahí pudo ver a la mujer de violeta con una criatura en brazos a la que estaba alimentando con una mamila.
Posteriormente la dama levantó la tapa de la cripta e introdujo al pequeño en ella. Instantes más tarde la mujer desapareció. Sorprendido y asustado el hombre corrió hacia allá y también alzó la tapa del mausoleo. Cuál sería su sorpresa que dentro de la tumba encontró a un niño vivo y rozagante envuelto por los brazos de un esqueleto que vestía de color violeta.
El individuo sacó al pequeño de ahí y lo llevó a un orfanato. Después se supo que tanto la mujer como la criatura habían sido enterrados vivos, pero milagrosamente el espíritu de ella había conseguido mantener a su hijo con vida hasta que alguien lograra hallarlo.
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