Se presentó a juicio ante la Inquisición por los cargos de hechicería y brujería. Según dijeron los que la acusaron, ella pactaba con el Diablo para lanzar maldiciones o sortilegios que causaran la desgracia al prójimo a cambio de una elevada contribución monetaria. Además se identificaba como anfitriona de aquelarres y prácticas ocultistas, que la llevaron a morir quemada en la hoguera, no sin antes, lanzar una maldición para todos sus acusadores y todo aquel que pisara su casa después de su muerte.
Tal parece, que su conjuro tuvo éxito, ya que los próximos habitantes, una familia generosa y afectuosa que remodeló la construcción para bien, eliminando cualquier vestigio de su anterior dueña, terminó cambiando sus costumbres, volviéndose tacaños, despectivos y crueles. La gente decía entonces, que un espíritu maligno los había poseído. Los primeros en experimentar estos cambios fueron los sirvientes, quienes no soportaron los castigos físicos y malos tratos, y asesinaron a toda la familia. Después de eso, la casa volvió a quedar desocupada.
Tras largo tiempo transcurrido, nuevos habitantes llegaron al lugar. Se trataba de la familia Matsushita, inmigrantes de origen japonés, cuyo nombre dio apelativo a la casa, después de variaciones en el lenguaje. Desde el inicio fueron reconocidos por todos, como personas de costumbres honestas y refinadas, pero nuevamente el malvado espíritu de la casa fue adueñándose de ellos, hasta terminar en tragedia.
El padre de familia fue volviéndose retraído y violento, incluso con sus propia familia, que también se veía influida por la casa pero en un grado menor.
Lo que vendría después, les recordó la antigua tragedia, una vez más la familia entera resultaba muerta, en esta ocasión, a manos del señor Matsushita que los asesinó a todos para luego suicidarse, el motivo se dice una infidelidad de la esposa.
La casa volvió al abandono, solo por parte de los mortales, ya que aún se encienden dentro de ella las luces y se escuchan los ruidos de los que alguna vez fueron sus habitantes, y para los cuales poco han valido exorcismos, cadenas de rezos, pedidos especiales a autoridades eclesiásticas, porque siguen asomándose a las ventanas, anunciando que siguen atrapados ahí.
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