Todas los días y a la misma hora el joven soldado pasaba en compañía de su tropa por la avenida principal frente al convento y Beatriz siempre lo veía desde una ventana de su dormitorio.
Un día, el soldado de nombre “Fernando” llega a las puertas del convento pidiendo ayuda a la monja por que el ejercito mexicano los había emboscado y entre el intercambio de disparos salio herido. En ese momento y al ver la desesperada situación del combatiente francés, Beatriz decide darle asilo por un par de días mientras recupera su estado de salud.
Con el paso de los días, Beatriz y Fernando se enamoraron uno del otro. Poco después, el soldado tuvo que retirarse, ya que era el fin de la consumación de la intervención francesa, no sin antes despedirse tristemente de su amada, a quien le prometió regresar algún día. Mientras su tropa buscada un lugar en donde esconderse, el ejercito mexicano dio con su paradero y fusilo a todos los soldados, entre ellos, Fernando.
Beatriz no sabia que había pasado con su enamorado por que ya tenia meses desde su partida. En ningún momento ella perdió las esperanzas y todos los días iba hasta el campanario de la catedral del pueblo a esperar el regreso de Fernando.
Lamentablemente sucedió algo trágico, una mañana mientras el sacerdote abría la puerta principal del templo religioso, se percato del cuerpo de una mujer que yacía sin vida, al parecer había caído desde el campanario desde una altura de más de 30 metros. Días después se descubrió la identidad de la victima, Beatriz, quién seguramente esperaba como de costumbre el retorno de su enamorado.
Desde ese trágico suceso, algunos habitantes que caminan por los alrededores de la catedral de Durango, aseguran ver todas las noches la silueta de una mujer en el campanario, ¿Será la difunta Beatriz que todavía sigue implorando la llegada de su amado?.
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