A mitad del trabajo se encontraron con un problema, por alguna extraña razón, cada vez que levantaban las ventanas, amanecían al siguiente día inclinadas. Teniendo que empezar la tarea de nuevo, el proceso se vio estancado, pues cada día realizaban el mismo trabajo. Construían las ventanas rectas, se iban a descansar y las encontraban torcidas.
Cansados de la situación, viendo el pasar de los días sin poder lograr algo concreto, no importaba el método utilizaran para levantar las ventanas, se les acabaron todas la ideas, y seguían encontrándolas chuecas todas las veces. Decidieron quedarse a vigilar, esperando encontrar la causa de tal suceso. Turnándose de uno en uno, pasaron la noche, bajo las ventanas, en cierto momento fueron despertados por el crujir del cemento, que parecía estar siendo aplastado con fuerza, cuando uno de ellos abrió los ojos, miró con asombro, que el mismo Diablo retorcía los marcos de las ventanas, para dejarlas inclinadas, tal como los trabajadores las habían encontrado todos los días.
En un acto de valentía desconocida, los trabajadores no salieron huyendo, se quedaron observando la escena mientras el Diablo les decía –No permitiré que esta Iglesia sea terminada- y se marchaba en medio de la oscuridad dejando las ventanas inclinadas, saboteando así todo el trabajo diario.
Cuando los obreros informaron a sus compañeros la causa, decidieron no ceder a tal chantaje, dejando las ventanas inclinadas, terminaron la construcción de la Iglesia y hoy está de pie.
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