domingo, 9 de julio de 2017
La Fuente Del Sacrificio
Al desprenderse un terraplén de tierra, cerca del yurro
cantarina, dejó al descubierto una pared casi vertical, como si ella hubiera
sido hecha a propósito por la cuchilla de un aparato mecánico moderno.
Examinada por los vecinos de la ranchería cercana,
encontraron que ciertas líneas transversales simulaban el cuerpo de una joven
india, acostada con la cara al cielo.
Aquella buena gente de la Sabana de la Concepción, del
cantón de Buenos Aires, se quedó “pasmada” de asombro, porque ese tatuaje en la
pared del cerro, venía a recordar una vieja y extraña leyenda indígena, casi
olvidada, del tiempo de la conquista y la pacificación.
Y diz los vecinos más ancianos, que a su vez lo escucharon
de sus progenitores, que fue precisamente en ese mismo sitio, que siempre se llamó
la Fuente del Sacrificio, donde un padre indígena sorprendió a su hija con un
soldado español de los que acompañaron en su gira, por aquellos lados, a
Vázquez de Coronado. Y continúa la leyenda diciendo que aquel padre, enardecido
por la ira, de un flechazo mató al arcabucero, al verlo entretenido
deleitándose en acariciar los senos de la india, y que, a continuación, para
limpiar la impureza, procedió a rebanar a aquellas partes de la belleza
aborigen.
Pero la leyenda no concluye ahí, porque notada la ausencia
del deseatriado soldado aventurero en la expedición, Vázquez de Coronado ordenó
la búsqueda encontrándoselo muerto con una flecha en la espalda.
Hechas las averiguaciones, y convicto de asesinato el indio,
que no negó los cargos, fue condenado a morir a garrote “para escarnio de uno y
otro”.
La joven india, arrepentida y mordida por la pena de
sentirse causante de tan gran tragedia, después de esconderse varios días,
retornó al sitio y se dejó morir.
Por algunas lunas y muchos soles aquellos graves sucesos
fueron el plato de conversación de la indiada, pero los años fueron pasando
poniendo su polvito de olvido en la mente de todos y nadie volvió a
recordarlos. Es decir, sí se recordaban; allá de cuando en cuando, un abuelito
en la tertulia familiar hacía triste reminiscencia de esa historia.
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