martes, 11 de julio de 2017
Juegos Públicos Antigua Grecia
En la antiguedad se establecieron los juegos públicos, que
eran a manera de espectáculos que se celebraban en el circo, en el estadio o en
otros lugares destinados a este fin. No había en Grecia ni en Roma juegos que
no estuviesen consagrados a alguna divinidad, y nunca se procedía a su
celebración sin antes haber ofrendado sacrificios a los dioses.
Los cuatro principales juegos de Grecia eran los Olímpicos,
los Píticos o Pitios, los Istmicos o Istmios, y los Nemeos.
Juegos olímpicos
Fueron establecidos en honor de Júpiter y se celebraban cada
cinco años en Olimpia, ciudad de la provincia de la Elide, en el Peloponeso;
empezaban el 22 de junio y duraban cinco días. Eran los más antiguos, solemnes
y brillantes de toda la Grecia.
Su origen es muy dudoso, pero comúnmente se cree que fueron
instituidos por Pelops, hijo de Tántalo. Atreo ordenó por segunda vez que
fuesen celebrados, hacia el año 1250 a.C. Al volver Hércules de la expedición a
la Cólquide, reunió en Olimpia a los argonautas para celebrar de nuevo allí
estos nobles ejercicios en memoria del éxito de la expedición, y cada
espectador y cada atleta se comprometieron a volver a Olimpia para el mismo
fin, después de transcurridos cuatro años. Las guerras intestinas de Grecia
interrumpieron tales fiestas hasta el reinado de Ifito, rey de la Elide y
contemporáneo de Licurgo, es decir, durante tres siglos.
La celebración de estos juegos se regía por un lapso de
cuatro años, período que recibió el nombre de olimpíada y que —a partir del año
776 antes de Jesucristo, en que se fijó la primera— fue adoptado por los
griegos como unidad para contar el tiempo.
Los ejercicios que se verificaban habitualmente eran los
cinco siguientes: 1. la carrera, que al principio se efectuaba a pie, después a
caballo y por fin en carro; 2. el salto, que consistía en salvar un foso o una
elevación cualquiera; 3. el disco, que era una piedra muy pesada que debía ser
lanzada lo más lejos posible; 4. la lucha o combate de dos atletas, cuerpo a
cuerpo; 5. el pugilato, que era una especie de esgrima a puñetazos. Los dos
atletas, antes de salir al combate, armaban sus vigorosas manos con un guante
de cuero provisto de trozos de plomo, se lanzaban uno sobre otro y se
aporreaban a puñetazos hasta que uno de los dos se declaraba vencido o expiraba
en la lid. El combate constituido por los ejercicios consecutivos de la lucha y
el pugilato, recibía el nombre de pancracio, y cuando se quería designar todos
ellos con una sola palabra, se les llamaba el pentatleo, o sea los cinco combates
reunidos.
Estas fiestas eran presididas por jueces elegidos entre los
eleos, que cuidaban de mantener el orden e impedir que para ganar el premio se
pudiese recurrir al fraude o a la superchería. Los vencedores obtenían por toda
recompensa una corona de olivo, pero eran conducidos en triunfo a su patria,
sobre un carro tirado por cuatro caballos blancos y, como mayor homenaje,
entraban en la ciudad por una brecha expresamente abierta en sus muros. Horacio
llega a afirmar que el laurel ganado en Olimpia elevaba al atleta victorioso
por encima de la condición humana: «No es ya un hombre —dice— es un dios».
Juegos píticos
Fueron instituidos en Delfos por el mismo Apolo con motivo
de la victoria por él obtenida sobre la serpiente Pitón. Se celebraban cada
cinco años, y al principio fueron verdaderos certámenes de poesía y música: el
premio era otorgado al concursante que había compuesto y cantado el himno más
hermoso en honor del dios cuyas flechas habían causado la muerte al monstruoso
reptil. Tiempo después se añadieron a éstos los otros combates de los juegos
olímpicos. El laurel fue la recompensa concedida a los vencedores.
Juegos ístmicos
Fueron instituidos en honor de Neptuno por Teseo, hacia el
año 1260 antes de Jesucristo, y se celebraban siempre con gran esplendor en el
istmo de Corintio —circunstancia a la que deben su denominación— cada tres
años, durante el verano. La afluencia de espectadores era tan grande que
solamente los’ notables de las ciudades griegas podían contar con un puesto. En
estos juegos, como en los olímpicos, se disputaba el premio de la carrera, el
salto, el disco, la lucha y el pugilato, sin excluir los certámenes de la
poesía y la música. Una rama de pino coronaba la frente de los atletas
victoriosos.
Según algunos autores, estos juegos fueron establecidos por
los corintios en honor de Melicerto, hijo de Afamante, cuyo cadáver había sido
depositado por las olas en las riberas del istmo.
Juegos Nemeos
La institución de estos juegos se remonta hasta la victoria
obtenida por Hércules sobre el león de Nemea, o, según otros, fueron creados
por los habitantes de Argos con motivo del trágico fin del joven Arquemoro,
cuya historia abreviada es como sigue.
Licurgo, rey de Nemea, entregó su hijo Arquemoro a
Hipsipile, después de haberla reducido a la esclavitud, para que lo amamantase.
Un día en que la nodriza vagaba placenteramente por el campo con el niño en
brazos, acercáronse a ella los siete jefes argivos, que cruzando el bosque
nemeo marchaban a la expedición contra Tebas, en súplica de que les indicase
una fuente próxima en que satisfacer la sed intensísima que les abrasaba y
descansar un momento. La esclava, sin medir lo peligroso de lo que hacía o
quizá ofuscada por la turbación, dejó al niño sobre una mata y acompañó a los
expedicionarios hasta una fuente algo distante. Mientras tanto, la criatura
moría ahogada por una serpiente.
Hipsipile fue condenada por Licurgo a prisión, y la muerte
hubiera sido el castigo de su descuido, pero los jefes argivos intercedieron en
su favor, obtuvieron su libertad y dedicaron al pequeño Arquemoro magníficos
funerales.
Desde entonces, cada tres años, se celebró en este mismo
lugar y con la misma suntuosidad, la conmemoración de esta desgracia. Sólo los
argivos contribuyeron a los gastos de estos juegos, cuya presidencia ocupaban
vestidos de riguroso luto, y los vencedores eran coronados con apio silvestre,
que es una planta fúnebre.
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