sábado, 1 de octubre de 2016
El Hálito De Los Dioses
El viento es el movimiento del aire en la atmósfera con
relación a la superficie terrestre, originado por la diferente densidad de
masas de aire que se encuentran a distinta temperatura.
En la mitología griega, los Anemoi (en griego antiguo
Άνεμοι, ‘vientos’) eran dioses del viento, que se correspondían con los puntos
cardinales desde los que venían sus respectivos vientos y que estaban
relacionados con las distintas estaciones y estados meteorológicos.
A veces
eran representados como simples ráfagas de viento y otras se les personificaba
como hombres alados, e incluso en ocasiones tomaban la forma de caballos
encerrados en los establos de su señor y gobernante, Eolo, que reside en isla
de Eolia, si bien también los demás dioses, especialmente Zeus, ejercen poder
sobre ellos. Según Hesíodo los vientos beneficiosos —Noto, Bóreas, Argestes y
Céfiro— eran hijos de Astreo y Eos, y los destructivos lo eran de Tifón.
Homero ya menciona a los cuatro vientos principales:
Bóreas, el viento del norte que traía el frío aire invernal
Noto, el viento del sur que traía las tormentas de finales
del verano y del otoño
Céfiro, el viento del oeste que traía las suaves brisas de
la primavera y principios del verano
Euro, el viento del este, que no estaba asociado con ninguna
de las tres estaciones griegas y es el único de estos cuatro que no se menciona
en la Teogonía de Hesíodo ni en los himnos órficos.
Posteriormente los escritores, especialmente los
filosóficos, se esforzaron en definir los vientos más precisamente, según sus
lugares en la brújula. Así Aristóteles, además de los cuatro vientos
principales (Bóreas o Aparctias, Euro, Noto y Céfiro), menciona tres —Meses,
Cecias y Apeliotes— entre Bóreas y Euro, sitúa entre Euro y Noto a Fenicias,
entre Noto y Céfiro sólo incluye a Libis, y entre Céfiro y Bóreas sitúa a
Argestes (Olimpias o Escirón) y Trascias. Debe también ser observado que según
Aristóteles, el Euro no corresponde al este sino al sureste.
Así, para el Greco, por ejemplo, el lugar de observación
debía estar necesariamente al sur y al oeste de Atenas. Para el Siroco, viento
que viene de Siria, la cuna de los vientos debía estar al norte y al oeste de
Damasco. Para el Lebeche, viento que viene de Libia, el lugar de observación
debe situarse al norte y al este de Trípoli. Notemos que incluso en mapas
actuales se conoce esta capital por Tarabulus al Garb. Y por último, para el
Maestro o Mistral, el origen debe de situarse al sur y al oeste de Roma. De ahí
le viene el nombre de magister, maestro o viento principal. Estas cuatro
ciudades, metrópolis del mundo conocido, dieron origen a algún lugar de la
cuenca mediterránea oriental al nacimiento de los nombres de los vientos que
aún perduran en la actualidad. Situando en la carta estos condicionantes
geográficos, podemos indicar que el cruce del paralelo 36ºN con el meridiano
20ºE señala el lugar de la cuna de los vientos. En la cuenca del mar Jónico, en
algún lugar de la ruta que une las islas de Malta y Creta, podemos situar con
un grado de certeza aceptable el lugar del nacimiento de los vientos.
Hoy en día, los vientos han perdido parte de su misterio al
ser clasificados simplemente de térmicos o de gradiente, Beaufort llegó a
encasillarlos en una escala que mide su fuerza. Pero aún perduran las
denominaciones clásicas y Greco y Siroco siguen vivos en el lenguaje marinero.
A pesar de las bajas y las altas presiones, a pesar del fetch y tantos otros
términos técnicos, los vientos siguen teniendo un gran tanto por ciento de
poesía, algo del hálito de los dioses. Las denominaciones tales como Meltemi,
Simoun, Cierzo, Tramontana y tantas otras siguen vigentes y obedecen a
topografías locales que se engarzan en los vientos generales, y otras veces
sustituyen o los suplantan. Una denominación particular de un viento dominante
de la costa catalana que nos recuerda nuestro pasado árabe merece nuestra
atención; se trata del Garbí, soplando del 235º . Dicho suroeste conserva
todavía la denominación de “oeste” en lengua árabe actual: Garb=Oeste. Viento
que equivale al Embat de la Bahía de Palma de Mallorca. Otros lugares bautizan
a sus vientos con nombres tan sugerentes como Virazón, Terral, Lemosino, etc.,
poniendo de manifiesto que todavía en los albores del tercer milenio los
vientos son algo más que la escueta definición del diccionario: “aire en
movimiento”.
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