domingo, 9 de octubre de 2016
Sobre El Concepto Estético De Lo Trágico
efecto liberador en la comedia. El liberar o purgar el alma,
que
todo el mundo recuerda como la gran cuestión finalista de la
kátharsis
aristotélica y cierto correlato hipocrático, era reservado a
la tragedia, aunque también relativo a la música, pues
adviértase
que en la Política Aristóteles hace notar cómo a través de
las melodías
sacras, que producen el frenesí místico, vemos restablecerse
las almas en virtud del tratamiento catártico. Y las almas
necesitan ser purgadas a consecuencia de, o bien de las
pasiones
extremadas; necesitan ser aligeradas, como encantadas, y
para
ese fin sirven las melodías purificadoras, que por demás
producen
un placer inocente. Son melodías previstas, que escapan a la
peligrosidad no reglada de la música que tanto preocupaba en
la
época clásica, como se puede recordar en la polémica de
Damón
sobre el nomo apoyada por Platón y ese gran relato sobre el
mito
de Orfeo o Apolo y Dionisos en cuyo argumento se describe el
control del ánimo y la reconducción a la mesura del sátiro
perseguidor
de la doncella gracias a la intervención adecuada de la
penetrante melodía de la flauta. Como veremos, no es casual
que
este mismo mito también exista referido a Pitágoras. Otra
cosa
es que, a mi modo de ver, también sea pertinente interpretar
la
catarsis en ciertos extremos de la representación plástica
(pienso
especialmente en un caso como el de varias obras de Goya, en
tiempos modernos, una vez definitivamente olvidada la
profun-
da exclusividad inquietante y misteriosa –peligrosa– del
oído,
que en la antigüedad y en épocas y doctrinas clasicistas
reservaba
con exclusivismo a las artes auditivas de poesía y música
esta finalidad). Estamos, desde luego, ante materia
secularmente
tratadísima, cuando menos a partir de y en lo referente al
fragmento
definitorio de la tragedia en la Poética (Aristóteles
1449b)1,
pero asimismo es a mi juicio materia de consideración de
todo
punto irrenunciable.
El hecho es que el despitagorizador Aristóteles asume en la
Poética,
a propósito de la definición de la tragedia, una concreción
fuertemente pitagórica como lo es el efecto catártico.
Porque si
bien éste puede ser retrotraído hasta la concepción
primigenia de
una mimesis como descarga de tensiones emocionales o arrojo
y
vómito del danzante, en una situación de embriaguez o trance
de
expresión psicológica oral, dramática, musical y de algún
modo
religiosa adscribible a los ritos órficos, eleusinos y
otros, se trata
asimismo de la purgación que ritualmente ordenada recoge la
tradición pitagórica –así Jámblico (79-80)– como una
actividad
del sabio maestro que se servía de la música y de la danza
como
medios de salud y para curar las pasiones y ciertas
patologías.
Y naturalmente esa tradición, en su plano artístico e
incluso cívico,
es la que configura el coro de la tragedia de Esquilo y sus
evoluciones atenuadas, tan decisiva para las
interpretaciones de
Schiller (“Sobre el uso del coro”) y Nietzsche.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario