viernes, 7 de octubre de 2016
John Hunter y El Gonococo
Cualquiera historia tentativa del popular gonococo, estará
inevitablemente ligada a los nombres de John Hunter (1728-1793), Philippe
Ricord (1800-1889) y Albert Neisser (1855-1916), quienes intervinieron
decisivamente - bien o mal- en el devenir de las investigaciones sobre la
gonorrea.
Esta enfermedad, conocida desde la antigüedad, recibió erróneamente
el nombre que habría de perdurar, pues su traducción literal es "flujo
seminal" (gono rhein), estimándose que lo que hoy conocemos como pus era
espermatorrea, debida a una putrefacción del semen. Otro de sus múltiples
nombres era blenorragia, literalmente flujo mucoso .
Cuando la sífilis apareció
en Europa, la blenorragia era ampliamente conocida. La encontramos en la
Biblia, donde se indican ciertos procedimientos profilácticos contra ella.
Incluso Moisés dictó leyes contra el flujo seminal, según las cuales el enfermo
era considerado impuro no sólo durante la enfermedad, sino hasta siete días
después de cesado el flujo.
La consideran igualmente textos chinos de hace
5.000 años. En los antiguos escritos indios de Susruta, se describe una
patología que concuerda con la gonorrea, y también figura en los de los médicos
griegos y latinos: Hipócrates la llamó stranguria en el 460 a.C., Galeno ya
utilizó el término actual de gonorrea en el 200 d.C., en tanto que Celso habló
del flujo seminal. En los tratados de médicos árabes se indica que esta
afección se contrae por coitus cum immundis, es decir, por contacto sexual con
un "inmundo". En la Edad Media se la conoció por una infinidad de
nombres pintorescos: mictus saniei, ulceratio interna, seminis lapsus, fluxus,
profluvium pudenda, fluxura geniturae, rheumatisatio virgae, calefactio in
virga, incendium, arsura virgae, urethralgia, ardor urinae, leucorrhoea,
medorrhoea, phalorrhoea y, por último y en un ingenioso juego de palabras,
asociándola a la perdición imperante en Gomorra, como gomorrhoea. Era entonces
un síndrome y no una enfermedad, ya que obedecía a múltiples causas, cobijando
bajo un mismo nombre a patologías disímiles, como ha ocurrido con casi todas
las enfermedades en épocas pasadas.
La confusión comenzó con la aparición en Europa de la epidemia
de sífilis en 1494, que se supuso importada desde las Indias (hoy América). Se
estableció una distinción entre dos formas clínicas, la gallica o francígena y
la non gallica, "aceptándose por lo tanto, la idea que la sífilis podía
presentarse a consecuencia de la blenorragia, de la misma manera que a
consecuencia del chancro, teoría identista que dominó durante dos siglos".
En la época de Hunter, el siglo XVIII, la confusión
persistía y el error más corriente era considerar que sífilis y gonorrea
constituían expresiones clínicas de una misma enfermedad, en tanto que una
ínfima y selecta minoría postulaba la teoría contraria (teoría dualista). La
confusión es fácil de entender, pues en esa época pre-pasteurina, en que no
podía hacerse (ni imaginarse) un aislamiento bacteriano, la simple observación
demostraba que quienes tenían gonorrea... terminaban teniendo lúes, cosa que
hoy nos resulta muy comprensible, dado que ambos microbios seguían la misma vía
de contagio sexual en personas "de alto riesgo". Por desgracia, en el
año 1767, cuando Balfour había demostrado claramente en Edimburgo la
inexistencia de la blenorragia sifilítica, esto es, que la sífilis no era la
secuencia obligada de la gonorrea, tesis apoyada por investigadores tan
distinguidos como Morgangi, Ellis y Tode, aparece John Hunter, quien queriendo
probar la teoría dualista, terminaría por reafirmar a los unicistas.
La historia de este célebre cirujano y anatomista inglés es
más conocida por su lado pintoresco que por el científico, aunque fue uno de
los padres de la cirugía moderna. Sabemos que desde pequeño coleccionó y
destripó insectos y sapos, que su hermano William, diez años mayor, famoso y
pulido cirujano de Londres, mandó llamar como asistente a este John, diestro en
la disección, burdo e inhábil en la presentación y en el lenguaje, pero tan
tesonero y entusiasta como para llegar a alturas que el otro jamás imaginara.
Johm Hunter nació en Escocia en 1728 y era el hijo menor de una larga familia.
Mal alumno, se interesó poco en los estudios, excepto en los relacionados con
la historia natural. Tenía 20 años cuando William lo llamó a Londres, donde
había fundado una escuela para dar lecciones de anatomía a los cirujanos
británicos. Tales escuelas adquirieron categoría legal en Inglaterra en 1745,
al disolverse la Compañía de Barberos Cirujanos, comenzando con su fundación
una era de investigaciones en el cuerpo humano. La leyenda presenta a John
Hunter descuartizando, en la tranquilidad de su hogar, a grandes mamíferos,
cuyos miembros hervía en un enorme caldero de cobre empotrado en la pared de
una bodega (que a su muerte sería subastado en 36 chelines), para así separar
los huesos de la carne, olvidando el aporte que estas investigaciones, no por
desordenadas menos valiosas, hicieron a la anatomía comparada, sin olvidar lo
que añadieron a la destreza natural del investigador. Los preceptos que John
Hunter estableció en cirugía eran "muy estimulantes y se leían
mucho", pero su propia consulta privada era exigua y sus dificultades económicas
muchas. En 1794, un año después de su muerte, apareció su libro Treatise on the
blood, inflammation and gun-shot wounds. Aquí encontramos la explicación de que
tuvieran tanto éxito las conferencias de Hunter, que con frecuencia combinaban
cirugía, fisiología y patología. Hunter consideraba que "en ocasiones la
inflamación no sólo resulta causa de enfermedad, sino que muchas veces es un
modo de curación". Por lo tanto, la inflamación pasó a ser el "primer
principio de la cirugía". Fue igualmente conocido su estudio sobre la
ligadura de los vasos arteriales en casos de aneurisma, basados en supuestas
observaciones experimentales en astas de ciervo, permitiéndole percatarse que
la circulación colateral bastaría si se ligaba el vaso por encima del
aneurisma, evitando la amputación cuando estaban afectadas la femoral o la
poplítea. Esto representó una gran ventaja en terapéutica quirúrgica y fue el
verdadero comienzo de la cirugía conservadora, que sería trascendente en el
siglo XIX. En palabras del historiador Fielding Garrison, "con la
aparición de John Hunter, la cirugía dejó de considerarse una simple técnica
terapéutica y empezó a ocupar un lugar como rama de la medicina científica,
fundada primeramente en la fisiología y la patología". Sus mejores logros
científicos comprenden la descripción de las ramificaciones de los nervios
nasales y olfatorio, la comprensión del descenso de los testículos en el feto y
la demostración de la función e importancia del sistema linfático en animales,
junto a algunos estudios de coagulación y otros de conducta animal.
Bien, pero... ¿qué tuvo que ver John Hunter con el gonococo?
Hombre de múltiples inquietudes, el campo de las enfermedades infecciosas no el
pareció incompatible con el de la cirugía y, entre otras cosas, quiso demostrar
en definitiva su teoría del contagio de la gonorrea a través del pus,
terminando, según el historiador W. Bulloch, por "inocularse a si mismo en
el pene con una lanceta sumergida en materia de un caso de gonorrea (Mayo,
1767)". La cita es textual; otros autores soslayan el hecho y hablan de
inoculación accidental. Si fue voluntaria, habla de una curiosidad científica
incontenible y de un coraje a toda prueba, ambas características muy propias de
Hunter. El hecho es que, además de la blenorragia, presentó toda la
sintomatología de la sífilis, pues sin duda el enfermo era portador de ambas
enfermedades de trasmisión sexual, hecho frecuente entonces y ahora. La
conclusión del arriesgado investigador fue que ambos cuadros eran dos
manifestaciones, sucesivas en el tiempo, de una misma enfermedad. Este
experimento derivó en una verdadera tragedia, de pormenores embarazosos, ya que
John se había enamorado de la pulcra y distinguida señorita Anne Home y
esperaba casarse pronto. El treponema dijo otra cosa y el matrimonio hubo de
posponerse por tres largos años, durante los cuales el afectado se trató con
mercurio, hizo interesantes observaciones sobre la sífilis y describió el
chancro de inoculación o chancro de Hunter. Aparentemente curó de la sífilis o,
al menos y milagrosamente, no infectó a su señora, con la que tuvo buena
descendencia, viviendo en una casa curiosísima, que albergaba a la vez un museo
de historia natural y un zoológico, y que se dice habría servido de modelo a
Robert Louis Stevenson para la casa del Dr. Jekyll.
La autoinoculación de Hunter, probó inequívocamente que
gonorrea y sífilis era una misma enfermedad con dos fases clínicas, dando el
espaldarazo triunfal a la teoría unicista. Siete años después de su funeral,
nacería el hombre que iba a demostrar que la inequívoca prueba era errónea:
Philippe Ricord (1799-1899).
El nombre de Ricord permanece en el lenguaje médico sólo
ligado al chancro sifilítico inicial, en forma de parche. Conocido como chancro
de Ricord; también creo que hay una sonda de Ricord. Sin embargo, fue un hombre
de excepcional talento, cuyos aportes a la ginecología distan de ser
despreciables. En el campo de las enfermedades infecciosas logró establecer
definitivamente en 1831, mediante centenares de inoculaciones y siguiendo los
trabajos iniciados por Benjamin Bell, Astley Cooper y otros, que la sífilis y
la gonorrea eran enfermedades distintas, así como diferenciar el chancro duro
luético del chancro blando. Para Ricord, empero, si bien la sífilis era una
enfermedad, la blenorragia o gonorrea era un síndrome, ya que pensaba
obedecería a distintas etiologías. Faltaba Neisser para terminar de aclarar las
cosas.
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