miércoles, 5 de septiembre de 2012
El Pozo de las Cadenas
Cuenta la leyenda que un amable campesino invitó a beber y
cenar a su casa a un grupo de delincuentes. Estos aprovecharon su hospitalidad
para robarle y acabaron con su vida arrojándole a un pozo. Desde entonces cada
noche puede…
En el pueblo de Tecate, ubicado al final de la Rumorosa, se cuenta que
en tiempos de la
Revolución Mexicana, alrededor de 1910, vivía un matrimonio
de personas muy pacíficas y trabajadoras. Eran una pareja sin hijos. El señor
se encargaba del cultivo de las tierras y su esposa se encargaba del cuidado de
la casa.
En aquella época no había mucha gente en los alrededores y
los caminos eran simples brechas secas marcadas sobre el árido paisaje, vetas
polvorientas por las que a veces pasaban los caballos levantando polvaredas con
su andar.
Un día aparecieron unos hombres que llevaban varias horas
caminando bajo el sol ardiente. Extenuados y sedientos de tanto andar bajo el
calor, vieron que el señor que trabajaba en sus cultivos era la única persona
que tenían cerca y, en consecuencia, se le acercaron.
— ¡buenas tardes! —saludaron.
— ¡buenas tardes! —Respondió el señor, dejando su labor y
ventilándose con el sombrero—. ¿Cómo así por acá? Muy poca gente viene por
aquí.
—El deseo de encontrar buena fortuna nos trae —respondió uno
de los hombres.
—Vamos a Tijuana, acabamos de cruzar la Rumorosa —dijo el otro.
—Pues aún les queda mucho camino, Tijuana está bien lejos.
—Sí, y eso que con lo que hemos andado ya nos morimos de
sed, ¿no tendrá un poco de agua que nos regale? —preguntó uno de los extraños.
— ¡Chingallos, me acabo de tomar el último trago! Pero
ándale, no se preocupen que mi casa está cerca y tengo un pozo. A menos que
tengan prisa. —respondió el campesino
— ¿Prisa? Prisa pero por beber agua, compadre —dijo uno de
los hombres y luego todos siguieron al señor para saciar su sed.
El hombre, que casi nunca veía a alguien pasar por el lugar,
se emocionaba cada vez que venían visitantes e intentaba aprovechar la ocasión
para enterarse de chismes y noticias. Se apresuró entonces por levantar sus
aparejos y luego condujo a los hombres hasta su casa. Allí su esposa los
recibió y ellos la saludaron quitándose el sombrero.
Una vez hubieron entrado, los hombres bebieron toda el agua
que pudieron, comieron como náufragos y conversaron larga y amenamente.
Entretanto, la tarde ya estaba por irse y el atardecer, en su avance, iba
incendiando el cielo para después dar paso a los coyotes con sus aullidos de
veneración ante el ascenso de la
Luna. Los hombres sin embargo no dieron muestras de
marcharse, de hecho se veía que querían prolongar las conversaciones con el
ánimo de quedarse. Viendo eso, el hombre y su esposa les hicieron un catre con
ramas de paja para que puedan dormir.
Pasadas las horas un grito rasgó el silencio de la
madrugada, un grito que a lo lejos retumbaba como delatando la proximidad de la
muerte en las inmediaciones…
Nadie supo nunca qué ocurrió. Se cuenta no obstante que los
extraños pertenecían a una banda de sangrientos delincuentes, de hombres
deshumanizados que disfrutaban con el sufrimiento de todas aquellas víctimas
que les oponían un mínimo de resistencia. Cuentan pues que intentaron robarle y
que el hombre intentó presentar resistencia, quizá más de la cuenta porque la
crueldad con que lo liquidaron aún se recuerda entre los habitantes de la zona:
lo amarraron con cadenas, le quitaron los ojos, lo echaron al pozo y luego
arrojaron piedras al pozo para cubrir su cuerpo ahogado. De su esposa y de los
asaltantes nunca se supo nada.
Tal es al menos la versión que se tiene sobre su muerte,
versión de la que muchos no dudan, sobre todo quienes cuentan que hay noches en
que cerca del pozo se oyen ruidos de cadenas, gemidos de llanto e incluso
escalofriantes alaridos de desesperación. Dicen que pena en busca de su esposa
desaparecida y de los malditos que la asesinaron, dicen que por las mañanas se
pueden ver con claridad las huellas de sus pies encadenados, que a veces se
escucha como si lanzaran piedras al agua del pozo a pesar de que no hay nadie
cerca que las lance…Incluso, hay quienes aseguran que, cuando han pasado cerca
del pozo en la madrugada, han escuchado burbujas, tal y como si alguien o algo
en el interior del agua las estuviera produciendo. Los pocos que se han
atrevido a mirar cuentan haber visto un rostro grande, de un espectral azul
blanquecino, gritando con los ojos inundados de angustia; y ascendiendo, ascendiendo
como para querer contactar con el asustado visitante.
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