domingo, 16 de septiembre de 2012
Atrapada en el Subterráneo
Una de las
leyendas más recurrentes en ciudades con Metro (trenes subterráneos) es la de
que en su interior y amparados por la oscuridad de sus túneles se esconden todo
tipo de delincuentes, vagabundos y personas de mal vivir que escapando del frío
o de la policía se ocultan en viejas estaciones abandonadas o conductos de
ventilación.
Paula había bebido mas de la cuenta por lo que aquella noche
regresaría temprano a casa, se sentía bastante mal y muy mareada pero como era
relativamente temprano decidió que en lugar de gastarse su dinero en un taxi,
como hacía habitualmente cuando regresaba de la discoteca, aprovecharía que el
Metro aún seguía abierto para ahorrarse unos cuantos euros.
El trayecto era largo y las pocas personas que viajaban en
su vagón parecían tan cansadas como ella, sólo un grupo de amigos que bromeaban
al fondo del tren hacían el suficiente ruido con sus bromas y risas para
mantenerla despierta, pero cada vez tenía que luchar con más fuerza para no
quedarse dormida. Por desgracia en la siguiente estación tenía que hacer un
transbordo así que se bajó y tras caminar por los pasillos de la estación llegó
al andén en el que abordaría el metro que la llevaría a casa.
El cartel luminoso avisaba que el próximo tren tardaría seis
minutos en llegar, por lo que Paula decidió esperar sentada en uno de los
bancos junto al andén. El silencio y la soledad de esa estación provocaron lo
inevitable y a pesar de sus esfuerzos se durmió y casi sin darse cuenta se
recostó en el banco usándolo como si fuera una cama. Era tan profundo su sueño
provocado por la borrachera que cuando pasó el último metro de la noche ni
siquiera lo sintió pasar.
Hasta pasada más de una hora no se despertó, por suerte la
borrachera parecía haberse esfumado parcialmente tras la cabezadita, pero algo
parecía no ir bien. El cartel que avisaba la llegada del próximo tren estaba
apagado y al mirar la hora en su teléfono móvil se dio cuenta que eran casi las
dos de la mañana.
Asustada empezó a subir las escaleras mecánicas de la
estación, que ya estaban apagadas, para salir de allí. La parada en la que
tenía que hacer trasbordo era una de las más antiguas, viejas y pequeñas de la
ciudad por lo que la sensación de agobio y miedo eran mucho más intensas. Al
llegar a la salida la peor de sus pesadillas se hizo realidad. Las puertas
estaban cerradas y no había nadie en la estación por lo que por más que gritara
nadie podría escucharla desde la calle. Además su teléfono estaba sin
cobertura, esas malditas estaciones casi nunca tenían señal y las puertas de
cristal herméticamente cerradas la separaban del exterior aún por unos cuentos
metros.
Paula no sabía que hacer, miraba a las cámaras de seguridad
y hacía gestos esperando que alguien desde algún puesto de control pudiera
verla, pero ella misma sabía que eso era imposible, no había nadie controlando
las cámaras porque la estación había sido cerrada desde fuera.
¿Cómo era posible que nadie la despertara? ¿No tenían los
guardias de seguridad que comprobar que nadie quedara dentro de la estación
antes de cerrar?
Su miedo se convertía por momentos en cólera y confusión.
Desde luego no podía esperar hasta que a la mañana siguiente abrieran de nuevo
el Metro, faltaban más de cuatro horas para que se reiniciara el servicio y si
llegaba a casa a las 7 de la mañana su padre probablemente la mataría.
Con la mente aún nublada por el alcohol decidió que lo mejor
que podía hacer era caminar por los raíles del tren hasta la siguiente parada.
El camino era oscuro y realmente tétrico pero sabía que su destino no estaba
muy lejos y gracias a la luz del flash de su teléfono podría alumbrar el
camino. La siguiente estación era una de las más importantes, con gran cantidad
de líneas y recientemente había sido remodelada por lo que estaba segura que
allí podría encontrar a alguien que la permitiera salir a la calle donde
abordaría un taxi.
La idea parecía muy buena, pero a la hora de la verdad
recorrer aquellos túneles era realmente escalofriante, un silencio casi
sepulcral hacía que hasta la más leve de sus pisadas resonaran con el eco de
las paredes. Se podían escuchar los chirridos de las ratas y el goteo de
algunas zonas en las que parecía que había leves escapes de agua.
Sus pasos eran cortos y se detenía a menudo a escuchar
porque sentía como si alguien la observara desde la oscuridad. El miedo la
invadía y paralizaba por momentos, pero ya era demasiado tarde para volverse
atrás, debía estar casi a mitad de camino cuando unas voces la alertaron. Por
un momento pensó en gritar para que supieran que estaba allí pero decidió ser
cauta y apagar la luz de su teléfono mientras se escondía en un estrecho
pasillo que había en un lateral del túnel.
Mientras permanecía escondida y en silencio pudo ver la
figura de dos hombres bastante corpulentos, sus ojos cada vez se adaptaban más
a la escasa iluminación de las luces de emergencia que había cada muchos metros
en el túnel. Ambos parecían discutir acaloradamente por un cartón de vino y a
escasos metros de donde se encontraba Paula comenzaron los empujones y golpes.
El más grande de ellos le propinó un puñetazo que tumbó al otro y gloriosamente
alzó su trofeo mientras de un trago se bebía casi la mitad del contenido del
cartón de vino.
El más pequeño enfurecido sacó un cuchillo de la espalda y
se lo clavó repetidamente en el cuello a su rival, realmente se ensañó con su
cadáver y a pesar de la poca luz Paula pudo ver con claridad como tenía toda la
cara manchada de sangre. Recogió el poco vino que quedaba y se lo tomó de un
trago.
Paula estaba temblando del miedo, no se atrevía ni a
respirar y desde luego mucho menos a moverse, si estaba lo suficientemente
quieta tal vez el vagabundo asesino se iría de allí sin verla. Pero la
casualidad no se quiso aliar con ella y justo cuando el asesino se daba la
vuelta para marcharse del lugar la batería de su teléfono la delató. Un
incesante pitido advirtiendo que la carga estaba a punto de agotarse comenzó a
sonar y el vagabundo se giró de inmediato.
¿Hay alguien ahí? Puedo escucharte, ¡Sal inmediatamente o te
rajo!
La pobre chica se quedó petrificada y no sabía como actuar
mientras el asesino se acercaba a ella. Por instinto decidió tirarle el
teléfono con tan mala puntería que este pasó por encima del vagabundo y golpeó
la pared del fondo. Él, que todavía no había visto a la chica, escuchó un ruido
a sus espalda y se giró, momento que aprovechó Paula para salir de la oscuridad
y empujarle a la vez que salía corriendo.
El vagabundo enfureció de tal manera que no dejaba de gritar
e insultar a Paula, se levantó y comenzó a perseguirla por los túneles. Ella no
era una buena deportista pero el miedo se apoderó de sus piernas y le dio
fuerza para correr dejando atrás los zapatos de medio tacón que llevaba aquella
noche, sus pies se ensangrentaron mientras corría sobre la gravilla y guijarros
del suelo de túnel. Sin embargo el miedo era más fuerte que el dolor y no se
detuvo a pesar de que en varias ocasiones estuvo a punto de caerse al tropezar
por culpa de la casi total oscuridad de su ruta de huída.
Al llegar a la estación Paula ya había logrado sacar unos
cuantos metros a su perseguidor y subió al andén para adentrarse en los
pasillos que la llevaban a la salida del Metro. A sus piernas empezaban a
fallarle las fuerzas pero no se podía parar a descansar así que casi extenuada
subió el último tramo de escaleras.
Lo que vio allí la heló la sangre, la estación estaba al
igual que la anterior cerrada y no parecía haber nadie, comenzó a gritar
desesperada, a gesticular a las cámaras y golpear las puertas. Pero su
perseguidor que conocía a la perfección los horarios y hábitos de los
trabajadores del metro ya había subido la escalera y la había cortado toda
posible ruta de escape.
El asesino se abalanzó sobre ella y tras inmovilizarla la
violó y sometió durante más de una hora. Cuando había saciado todos sus
apetitos sexuales sacó de nuevo el oxidado y ensangrentado cuchillo con el que
había matado al otro vagabundo y se lo hundió repetidamente en el pecho hasta
que Paula dejó de patalear y murió con una horrible expresión de terror en su
rostro.
Al día siguiente los trabajadores se encontraron con un
surco de sangre que se perdía en la profundidad del túnel, asustados deciden
revisar las cintas de vídeo que grabaron esa noche y pudieron observar la
desgarradora escena de la violación y asesinato y como el vagabundo arrastraba
el cuerpo de Paula dejándolo caer escaleras abajo para de nuevo arrastrarlo
hasta la oscuridad de las vías del tren.
La policía localizó los dos cuerpos pero no encontraron ni
rastro del asesino, del cual se dice que todavía utiliza los túneles del
subterráneo para esconderse de noche.
El Penitente de Ovruch
Esta leyenda, muy poco conocida por ser propia de la pequeña
ciudad ucraniana de Ovruch, es una de esas leyendas tan jóvenes (surgió a
finales de los noventa) que recién acaban de superar el ámbito del rumor
urbano.
Cuentan en Ovruch que existe un espectro, un fantasma que
algunos han visto penando de madrugada, siempre alrededor de una iglesia,
siempre en noches donde la soledad ha impregnado los alrededores del sitio en
que se ha aparecido. Dicen que tiene dedos anormalmente largos, que viste de
negro y que tiene un rostro que evidencia juventud pese a su monstruoso
aspecto: cara aplanada, boca anormalmente alargada y amplia, un ojo más grande
que el otro y el cráneo deforme, terminado en una puntuda protuberancia sobre
la que cuelga su larga y despeinada cabellera rubia.
Todos los que lo han visto han relatado que caminaba y
caminaba alrededor de la iglesia en que se aparecía, que a veces se detenía, se
arrodillaba y lanzaba unos gritos escalofriantes pues tenía una voz carrasposa,
grave; pero, sobre todo, empañada por una angustia que hacía pensar en los
torturados del infierno y matizada por “un algo” indescriptible que denotaba un
odio salvaje y abismal, difícil de encontrar incluso en la peor escoria
criminal.
Pero lo más curioso de todo es que jamás ha sido visto antes
de la una de la madrugada y que siempre, en todas sus apariciones, no ha habido
nadie o prácticamente nadie cerca de la iglesia elegida. Es como si no quisiera
ser visto, como si evitara dar a conocer su identidad. Además se cree que sólo
se manifiesta cuando no hay luna.
Quienes han tenido el valor de acercársele han contado que
el espectro salía de su abstracción (todos dicen que siempre estaba como
absorto en sus pensamientos), que se volteaba, rugía potentemente, se tiraba al
suelo delante del testigo, miraba hacia arriba con gesto agonizante y, después
de que sus ojos se volvían completamente negros, su cuerpo translúcido se
llenaba de fuego y el espectro desaparecía entre alaridos de dolor…
Su oscuro origen
Nada cierto se sabe
sobre cómo empezó todo; no obstante, no más de cinco años tuvieron que pasar
desde el inicio de las apariciones para que una versión sobre su origen se
hiciera conocida y terminase siendo aceptada como real.
Nota introductoria para entender el supuesto origen de la
leyenda: En 1986 se dio la famosa tragedia de la central nuclear de Chernóbil.
Fue el accidente nuclear más grave de la historia: Prípiat y Chernóbil se
convirtieron en ciudades fantasmas, 172 pueblos fueron desalojados y unas
90.000 personas tuvieron que ser redistribuidas por toda Ucrania. Se declaró
entonces una zona de exclusión, unas zonas con control permanente y otras con
control periódico, todo dentro del área afectada por la radiación, área en la
cual ciertas localidades, tales como Ovruch, no fueron lo suficientemente
afectadas como para ser desalojadas o sometidas a controles.
Origen de la leyenda:
Inmediatamente después de la tragedia de Chernóbil, unas cuantas familias
emigraron a Ovruch en busca de una nueva vida. No obstante, cuentan que a
inicios de los noventa una viuda madre de cinco hijos llegó tras ser haber sido
expulsada de Prípiat, una ciudad fantasma que fue declarada parte de la zona de
exclusión que el gobierno soviético (en ese entonces Ucrania era parte de la U.R.S.S.) decretó tras el desastre
nuclear. En otras palabras, la mujer y sus hijos habían estado viviendo en
Prípiat sin que los controles los detectaran, lo cual no es muy difícil de
creer teniendo en cuenta que, incluso en la actualidad, existe la leyenda
urbana de que en Prípiat vive gente…
Según dicen, al llegar a Ovruch la mujer y sus hijos fueron
conducidos a la casa de un tío, donde llevaron una vida relativamente normal
hasta lo ocurrido a comienzos de 1996. Sólo dos detalles hacían que su vida no
fuera completamente normal: el primero, que nunca se vio salir a la calle al
menor de los cinco hijos, únicamente se vio a los otros cuatro; el segundo, que
de vez en cuando se escuchaban gritos de dolor provenientes de la casa.
Sin embargo, en cierta fría madrugada todos los vecinos del
barrio se despertaron tras oír gritos en una casa. “¡Los odio, los odio!”, era
lo único que todos recuerdan escuchar aparte de unos cuantos chillidos de
angustia, las detonaciones de una escopeta y los “¡Estoy ardiendo!”, previos a
la escena del joven envuelto en llamas que salió a revolcarse en la acera
mientras su vida se apagaba.
Tras venir a la escena, la Policía encontró muerta a
la madre, al tío y a los cuatro hermanos del joven que al parecer se había
auto-incinerado. La Prensa
no dio mucha importancia al asunto. Nadie supo con certeza el porqué,
simplemente se especuló que había existido presión policial para que el suceso
cayera en el olvido…
Algunos vecinos le habían dicho a la Policía que a veces habían
oído gritos de dolor provenientes de la casa. Alguien incluso afirmó escuchar
una vez lo siguiente: “¡Mi cuerpo se quema, todo es tu culpa, todo es tu culpa
por quedarnos en Prípiat, vieja estúpida!”. No obstante, la Policía le restó
importancia creyendo que era un simple individuo en busca de protagonismo. Con
todo, lo último que se supo fue que, según los análisis forenses, no existía
gasolina u otro compuesto que permitiese pensar que el joven se había suicidado
auto-incinerándose: al parecer, era un extraño caso de “combustión espontánea”
ligado a lo que los forenses catalogaron como “alteraciones genéticas”
Síntesis y explicación sobre la difusión del supuesto origen
de la leyenda:
En suma, la versión sobre el origen del espectro dice que él
era el mismo joven que sufrió combustión espontánea ese día, que lo monstruoso
de su cara se explicaba por alteraciones genéticas que sólo él (y no sus
hermanos) desarrolló mientras vivió en Prípiat a espaldas del gobierno
soviético, que había matado a su madre porque la culpaba de sus mutaciones y del
ardor que sentía en su cuerpo, que mató al resto de la familia porque se sentía
rechazado y había acumulado odio y, finalmente, que penaba cerca de iglesias
porque estaba lleno de remordimiento y deseaba el perdón divino. Nadie ha
explicado de forma suficientemente satisfactoria por qué el espíritu viste de
negro. Unos dicen que está pagando el Purgatorio en la Tierra y que el atuendo
negro le fue otorgado para representar la oscuridad de su alma; otros, menos
fantasiosos, plantean que simplemente vestía de negro antes de quemarse. Lo
cierto es que, con el paso del tiempo, la historia sobre el origen del fantasma
se ha ido llenando de detalles e incluso ha llegado a figurar en ciertos foros
virtuales de la web en ucraniano.
La Chaqueta
Un chico está estudiando un sábado para preparar sus
exámenes de graduación. Para relajarse un poco decide ir a un pub que esta
justo debajo de su casa. Se acerca a la barra y pide una coca-cola para
despejarse.
De repente ve a una chica muy guapa y atractiva, era rubia,
pelo largo, ojos claros y cuerpo frágil. Él se acerca a hablar con ella
aprovechando que estaba sola en un extremo de la barra. Se presentan y se pasan
hablando un par de horas hasta que ella dice que se tiene que ir a su casa ya
que es muy tarde. El chico mientras va con ella a la puerta le intenta
convencer de que le deje acompañarle a su casa, ella se niega.
La chica sale a la calle y empieza a tiritar, esa noche hace
mucho frío y el chico en un acto de caballerosidad se quita la chaqueta y la
envuelve con ella, aprovecha la situación para abrazar a la chica y acompañarla
la mitad del camino a su casa, ella le pide que la deje continuar sola y él
encuentra la excusa perfecta para volverla a ver otro día. Al dejarle la
chaqueta podrá quedar de nuevo con ella para que se la devuelva. Ella le da su
dirección y se despiden con un tierno beso.
Al día siguiente su corazón parece que va a explotar cuando
se acerca a la dirección que la chica le señaló. Lleva casi toda la noche sin
dormir pensando en ella y llama tímidamente a la puerta. Le recibe una mujer
mayor que le pregunta quien es.
El chico pregunta por Laura, el nombre de la chica, y la
mujer nerviosa y enfadada le recrimina que allí no hay ninguna Laura y que vaya
a hacer bromas pesadas a otro lado.
Desesperado por perder a su amor, el chico insiste y es
entonces cuando advierte que junto a la mesita de entrada a la casa hay una
foto de Laura. La señala y le dice a la señora que ella es la chica a la que
busca.
La mujer encolerizada le agarra de una oreja y le lleva a
rastras hasta un cementerio cercano. Por el camino los ánimos se van suavizando
y la mujer le cuenta entre lágrimas que Laura era su hija menor, había
fallecido años atrás. La encontraron muerta camino a casa, al parecer una noche
fría cuando volvía de divertirse con las amigas sufrió un ataque de asma del
que no pudo sobrevivir.
Al llegar al cementerio y sin mediar palabra el chico señaló
una de las tumbas – “Esa es la tumba de Laura” – la mujer le preguntó que como
podía saberlo si nunca había estado…
Allí sobre su lápida estaba la chaqueta del chico.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
El Último Regalo de Mamá
Después de dar la misa, un sacerdote católico se encaminó
hacia un apartamento ubicado en un viejo edificio del centro de la ciudad.
Medianamente alto, con la pintura descascarada y las verjas de las ventanas
carcomidas por el óxido. El edificio ubicado en un barrio marginal, muy
conocido por ser hogar de traficantes, prostitutas y drogadictos, era todo lo
opuesto a un lugar alegre y acogedor, sobre todo bajo un cielo gris como el que
en aquel momento lo cubría.
Tras tocar repetidas veces el timbre, el sacerdote pudo
escuchar la proximidad de unos pasos y entonces la puerta se abrió: era un
joven desaliñado y ojeroso, con cabello abundante, sucio y desordenado. Su
expresión no era precisamente afable: en ella se revelaba la actitud de quien
está fastidiado y cansado de la vida, de quien guarda una añeja amargura y un
desencanto generalizado hacia todas las cosas. Y el vicio, aquel joven parecía
haber envejecido interiormente a causa de diversos vicios: alcohol, drogas,
mujeres … Además tenía cara de haberse acabado de despertar por los sonidos del
timbre y, pese a parecer asombrado por la visita del cura, no se veía de ningún
modo complacido en tal visita…
— ¿Qué quiere?
—preguntó el joven con sequedad
— Me han llamado
para administrarle los últimos sacramentos a un moribundo.
— Creo que le han
tomado el pelo. Aquí sólo vivo yo
El padre dudó por un momento, bajó la cabeza de forma
pensativa y preocupada y luego, justo cuando volvía a alzar la mirada para
disculparse con el joven e irse, vio algo en el oscuro pasillo que lo asombró e
instantáneamente le hizo convencerse de que no había ninguna broma de por medio
y que simplemente el joven era un inconsciente sin deseos de ayudar.
— No, joven, aquí
no hay ninguna broma. Quizá usted no entiende la importancia del asunto o tiene
cierta antipatía por la
Iglesia y los sacerdotes. Igualmente, lo único que le pido es
que tenga consideración hacia la mujer amorosa y cristiana que por la mañana me
suplicó que viniese acá. Tengo que cumplir lo antes posible con mi misión. Con
su permiso.
Tras decir eso, el sacerdote apartó al joven de forma suave
pero firme y determinada. Una vez dentro, vio en la mesita del recibidor un
retrato junto al cual yacía un ramo de flores secas y marchitas. En el retrato
se veía a una mujer mayor con ropa negra de luto, un gran crucifijo en el
cuello y un rostro cuya mirada y expresión delataban bondad pero también un
profundo envejecimiento ocasionado mucho más por el sufrimiento que por el paso
de los años: era la mujer que había solicitado la visita del sacerdote.
— ¿Ve el retrato de
la mesita? Esa es la mujer que me pidió venir.
— P… ¡pero qué
dice! ¡Eso es imposible! ¡Ella es mi madre y está muerta hace años!
Al joven lo sacudió un escalofrío. Gotas de frío sudor
empañaban su frente y su brazo derecho temblaba ligeramente mientras sostenía
el retrato de la mujer frente a su rostro nervioso y sufrido. Pero el sacerdote
parecía tranquilo, inmutable, como si algo en la conversación que tuvo con la
mujer del retrato le hubiese hecho intuir que aquella no era una conversación
normal, que algo misterioso había allí. Sereno, miró al joven y le dijo:
— Hijo, quizá esto
sea una especie de aviso de que debes guiar tu vida al sendero de la rectitud,
tu madre está velando por ti y sufriendo desde el cielo por tus faltas.
Al oír eso el joven puso cara de no entender; mas, pasado un
momento, en sus ojos surgió un destello de comprensión súbita, angustia y
temor. Él lo sabía, sabía que el cura no mentía y que su madre le había
hablado. Pero su madre estaba muerta: él era quien habría de morir, y muy
pronto… Su madre aún cuidaba de él y no quería que muriese con una lista tan
larga de pecados sin perdonar. ¡Debía confesarse y recibir la comunión, debía
arrepentirse para ser perdonado y no caer en la oscuridad eterna del Infierno!
Por un momento el joven lloró conmovido por el amor de su
madre y el impacto que representaba saber que sí existía aquel mundo espiritual
del que tanto había dudado y al que tanto había despreciado. No había pisado
una iglesia desde niño, pero lo que estaba viviendo le convenció de que era
tiempo de cambiar y reconciliarse con Dios aunque fuera en sus últimos
momentos…
Tras varias horas dialogando con el sacerdote sobre su vida,
su madre y como ella enfermó de tristeza cuando él se metió en las drogas. Un
sufrimiento que la llevó a morir sola y repudiada por su único hijo que estaba
más preocupado por lograr su dosis diaria que por atender a una pobre anciana
que se desvivía por ayudarle. El chico profundamente arrepentido y desecho en
lágrimas se confesó al párroco quien le absolvió de sus pecados y le dio la
comunión. Al irse el cura, el joven regresó a su soledad con una mezcla de
alegría por haber sido liberado y temor.
Falleció esa misma noche mientras dormía, de forma repentina e inexplicable. Dicen que
fue un paro cardíaco, pero es sabido que los médicos suelen diagnosticar eso
cuando no saben a ciencia cierta qué pasó. En todo caso, lo importante es que
el joven murió en paz y totalmente limpio de cualquier droga y pecado. En su
velatorio, quienes lo conocían se sorprendieron porque el joven, mientras
vivió, jamás mostró una sonrisa tan dulce y serena como la que, antes de
partir, dejó grabada en su rostro.
NOTA: Esto es lo
que se podría denominar una leyenda evangelizadora, realmente no podría
catalogarse como “urbana” debido a que es probable que fuera inventada en algún
foro cristiano o como parábola moderna del amor infinito de las madres, que
incluso desde la otra vida son capaces de velar por sus hijos. En todo caso su
difusión y transcendencia fue tal que incluso en un periódico estadounidense
fue publicada como si fuera cierta.
La Niña de las Monedas
Una noche mientras la niña dormía escuchó unos ruidos en el
pasillo, abrió lentamente la puerta de su cuarto para mirar el pasillo que
comunicaba la habitaciones…
Existe una antigua casa del centro de las ciudad que se dice
está encantada y cuentan que en ella hace mucho tiempo vivía una familia
acomodada que tenía una hija pequeña y varias criadas a su servicio.
Una noche mientras la niña dormía escuchó unos ruidos en el
pasillo, abrió lentamente la puerta de su cuarto para mirar el pasillo que
comunicaba la habitaciones, un enorme, largo y oscuro corredor lleno de cuadros
y enlosado.
Al final del pasillo la niña vio lo que parecía un niño de
su edad levantando una de las losetas y metiendo algo dentro de un hueco en el
suelo. La niña no podía creerlo, lo que vió relucir en la mano del muchacho al
pasar por la tenue luz que entraba por la ventana eran monedas de oro.
Cuando el niño se fue salió y se dirigió hacia allí;
entonces apareció una de las criadas con una vela enorme que también había
visto lo que había pasado y quería sacar partido.
Decidieron que no dirían nada a nadie, todas las noches se
acercarían y con la ayuda de la luz de la vela levantarían la loseta y sacarían
las monedas hasta acabarlas. Cada noche, la niña, que por su tamaño cabía
dentro, se metía por el hueco bajo la loseta e iba dando monedas a la criada,
quien las iba guardando en un enorme saco. Las noches pasaban y aquel tesoro
parecía no acabarse nunca. Cada noche que pasaba la vela iba consumiéndose más
y más, pero las monedas seguían saliendo a pares y no querían dejarse ninguna.
Una noche en medio de su labor la vela comenzó a parpadear
haciendo amagos de apagarse, la criada le dijo a la niña que saliera del hueco,
que ya tenían dinero de sobra. La niña le hizo caso y abandonó el escondrijo,
pero en el último momento una moneda cayó del saco al hueco y, en un acto de
avaricia y sin pensárselo siquiera, la muchacha se metió de nuevo en el hueco.
La criada intentó agarrarla pero no pudo, mientras le gritaba que por favor
saliera de allí y dejara la moneda, pero en medio de ese griterío la vela
terminó de apagarse. En el momento justo en que el último rayo de luz salió de
la vela la loseta se cerró ante los ojos de la criada dejando a la niña dentro,
fue imposible volverla a abrir nunca mas.
La criada decidió no decir nada a nadie, los padres dieron a
la niña por desaparecida y el tema se fue olvidando con el tiempo. Pero aún en
la actualidad dentro de esa casa se siguen oyendo por las noches los gritos de
auxilio de la niña que repiten noche tras noche en el pasillo “Por
favor…socorro…sacadme de aquí…”. Incluso la policía ha acudido multitud de
veces ante la llamada de los vecinos que oían voces pidiendo ayuda, pero al
llegar al viejo caserón lo único que siempre han encontrado es una vela vieja y
consumida puesta justo en el centro de una loseta.
Sin Luces por la Carretera
Un hombre circula a altas horas de la madrugada por una
carretera secundaria, de repente se da cuenta de que un vehículo de gran
cilindrada conduce sin luces en su dirección. Para avisarle decide hacerle un
juego de luces…
Manuel regresaba de su pueblo a altas horas de la madrugada,
antes de llegar a la autopista debía circular varios kilómetros por carreteras
vecinales y comarcales que se encontraban en un estado lamentable. Además de
carecer totalmente de iluminación, las curvas y lo irregular del asfaltado
hacían que aventurarse en ellas de noche fuera jugarse la vida. Mucho mas
cuando llevaba casi un día sin dormir debido a que su “visita al pueblo” se
debía al fallecimiento de un tío lejano pero muy querido por la familia.
Luchando contra el sueño y casi por casualidad, en unos de
los pocos trazados en los que la carretera permitía que la Luna iluminara la vía, divisó
a lo lejos un todo terreno negro que circulaba con las luces apagadas en
sentido contrario al suyo. Se consideró afortunado de no haber impactado
frontalmente con él y pensando que era algún borracho que olvidó encenderlas le
hizo un juego de luces con los faros de larga distancia.
El todo terreno prendió entonces sus luces de máxima
intensidad, era un modelo con unas potentes luces instaladas en la parte
superior del vehículo como los utilizados en algunos safaris de África. Manuel
casi se sale de la carretera al ser deslumbrado por tan potentes “faros”,
enfadado empezó a pitar y vociferar toda clase de insultos por la ventanilla.
Lo que no esperaba es que el todo terreno haciendo un derrape típico de
películas de acción cambiara el sentido de su marcha comenzando a perseguir al
coche de Manuel.
Aterrorizado comenzó a acelerar con la intención de dejar
atrás a su perseguidor. Pero este parecía más veloz y diestro al volante y
aprovechaba la mayor cilindrada de su vehículo para empujar y golpear el coche
del asustado conductor. Hasta que sucedió lo inevitable, Manuel perdió el
control de su vehículo en una curva y tras dar dos vueltas de campana acabó
estrellándose contra un árbol. Al salir por la ventanilla del coche pensó por
un momento que había sido afortunado de sobrevivir al accidente. Pero su
alegría pronto se vio interrumpida cuando al levantar la cabeza observó como
cuatro individuos bajaron del todo terreno con martillos en la mano…
Al día siguiente la policía encontró el vehículo a varios
metros de la calzada y el cuerpo de Manuel casi irreconocible, machacado a
golpes de martillo durante varios minutos. En el informe policial se advirtió
que una vez más una de las bandas más peligrosas de la zona había vuelto a
matar en uno de los ritos de iniciación a sus nuevos miembros.
Su modus operandi consistía en conducir sin luces por una
carretera secundaria hasta que algún incauto trataba de advertirles haciéndoles
un juego de luces. De este modo elegían a su víctima a la que obligaban a salir
de la carretera o accidentarse para que después el nuevo miembro de la banda le
golpeara hasta la muerte.
jueves, 6 de septiembre de 2012
Bienvenido al Mundo del Sida
Un hombre casado conoce a una escultural mujer en un bar
tras una reunión de negocios. Tras tomarse una copa y comenzar a flirtear
deciden llevar su pasión a la habitación del hotel del señor. Pero allí
descubrirá algo escalofriante…
Existe un relato,
una leyenda urbana quizás o quizás sucedió en realidad. Esta es la historia:
Juan era un hombre
casado, con dos hijos, el típico padre de familia. Un día tuvo que desplazarse
a una convención de trabajo, lejos de su ciudad. En algunas ocasiones tenía que
hacer acto de presencia en congresos y exposiciones para conseguir nuevos
clientes. En esta ocasión viajó junto a otros compañeros a una ciudad que
desconocemos.
Como sucede en
estas convenciones, Juan acudió a la salida del congreso a una cena con los
compañeros y con algunos conocidos clientes. Después de la cena acudió a una
sala de fiestas a tomar la última copa. Estando en la barra vio aparecer una
chica guapísima, de las chicas que no suelen verse muy a menudo. Todo el mundo
quedó maravillado por su belleza, pues no solo tenía un rostro precioso, sino
que su cuerpo era perfecto. Al parecer la chica venía sola y parecía algo
triste. Ella se acercó a la barra donde estaba Juan y pidió una copa.
Sus miradas se
cruzaron y una leve sonrisa dio pie a cuatro palabras de cortesía. Juan no era
de los típicos hombres que intentan seducir a las mujeres de forma descarada.
Él simplemente quería conversar con esa preciosa mujer. Empezaron a hablar, a
reír, se contaron sus vidas y los vasos vacíos iban acomodándose en la mesa.
Juan, seducido por
tan maravillosa chica le ofreció tomar una última copa en el bar del hotel
donde estaba hospedado. Ella aceptó con una mirada de complicidad. Como era de
esperar Juan y la chica misteriosa pasaron la noche juntos.
Cuenta el relato
que se dejaron llevar por los instintos más carnales, sin pensar, sin tomar
precauciones, puro instinto sexual.
Al día siguiente
Juan abrió los ojos y vio que la chica no se encontraba a su lado. Se levantó
con los ojos entre abiertos y un leve dolor de cabeza por los efectos del
alcohol. Juan fue al baño para ver si la preciosa chica estaba en él.
Fue entonces
cuando Juan vio que en el espejo del baño había un texto escrito con pinta
labios.
Juan cayó al
suelo, pálido, con cara de terror, un grito de miedo surgió de todo su ser.
Pero ¿Qué texto había escrito en el espejo del baño?
El texto ponía:
¡Bienvenido al club del SIDA!
Un Loco Anda Suelto
Cuentan que hace unos años un peligroso psicópata escapó de
un manicomio, la policía advirtió por televisión y radio de la fuga del
demente. Pero una pareja de enamorados que volvían de fiesta no escuchó el
aviso…
El enorme y famoso
manicomio de Ciempozuelos es un lugar al que han ido a parar lunáticos y
trastornados de todas partes de España. Esquizofrénicos, paranoicos acosados
por delirios de persecución, megalómanos e incluso peligrosos psicópatas que
son enviados a sus instalaciones para evaluar su situación mental tras cometer
varios asesinatos.
Un sábado, en una
noche oscura, fría y lluviosa, empezó a correr el rumor de que uno de los locos
más peligrosos y trastornados se había escapado del manicomio de Ciempozuelos.
Dicen que era un psicópata que cometió crímenes horrendos antes de que lo
detuvieran y, tras exámenes psiquiátricos, lo trasladaran de la cárcel al
manicomio…
Las autoridades
pidieron la colaboración ciudadana para su captura y en televisión y radio de
daban continuos boletines y descripciones del demente. El mismo día en que el
loco se escapó, una pareja de enamorados a punto de casarse estaba volviendo a
casa tras pasar una noche de fiesta. No obstante, entre copas y bailes, a ambos
se les había olvidado que tenían poca gasolina y así, pasada ya la una de la
madrugada, el coche se les quedó sin combustible y tuvieron que parar al borde
de la carretera.
Afortunadamente la
gasolinera no estaba tan lejos, diez minutos de ida y diez de regreso y todo
estaría arreglado.
La chica insistía
en que podría ser muy peligroso pero el novio le hizo ver que alguien tenía que
quedarse cuidando el coche, que volvería pronto y que nada pasaría porque
aquella era una carretera muy segura y siempre pasaban policías. Finalmente
ella se quedó tranquila y el muchacho se fue andando rápidamente.
Pero el tiempo
pasaba, una lluvia torrencial había empezado a caer y en los veinte minutos que
habían transcurrido no había pasado ni un solo policía. Y lo que era peor e
incluso insólito: no había aparecido un solo vehículo mas…Llena de temor, la
chica encendió un cigarrillo y empezó a fumar mientras miraba a su alrededor y
ojeaba cada cierto tiempo el reloj.
Había pasado una
hora entera cuando ya los nervios se habían vuelto inaguantables y el terror,
se enroscaba como una gigantesca anaconda sobre su garganta… Pensó que habían
calculado mal la distancia a la cual estaba la gasolinera, imaginó la
posibilidad de que hayan cerrado la gasolinera y su novio haya tenido que
caminar más buscando alguna casita al borde del camino en la cual pudiesen
darle algo de gasolina: pero nada conseguía tranquilizarla..
A pesar del miedo,
el sueño y el efecto del alcohol la hacía cabecear contra el volante en su
empeño por no quedarse dormida. Luchó y luchó, despertándose y volviéndose a
dormir una y otra vez hasta que finalmente se quedó con los ojos cerrados
encima del volante…
Dos horas habían
transcurrido desde que su novio partió cuando de pronto se despertó sacudida
por unos golpes muy fuertes en el techo … Al abrir sus ojos vio horrorizada que
las ventanas y el vidrio delantero estaban repletos de pequeñas manchas de
sangre. Gritando con todas sus fuerzas, salió corriendo a toda prisa del coche
mientras los golpes seguían en el techo del vehículo. Nunca olvidará lo que vio
aquel día, cuando ya un tanto alejada, miró hacia atrás y vio sobre el coche a
un hombre con las blancas ropas del manicomio manchadas de sangre que golpeaba
y golpeaba el techo del vehículo con la cabeza sin ojos de su novio …
La chica logró
escapar y el loco, horas después del encuentro, fue detenido por la Guardia Civil, aún
llevaba la cabeza en sus manos. Pero la locura engendra locura y quien fuera
una feliz veinteañera a punto de casarse parece ahora una vieja de cabellos
largos y despeinados. Su cordura no pudo soportar lo que vio y cada noche
lluviosa el sonido de las gotas le recuerdan al que producía la cabeza de su
novio impactando contra la chapa del techo y la sonrisa de macabro placer que
adornaba la cara del loco mientras golpeaba y golpeaba el techo del vehículo.
Al Otro Lado de la Línea Telefónica
Una niñera encargada de cuidar de tres niños pequeños,
empieza a recibir en el teléfono de la casa unas llamadas misteriosas en las
que puede escuchar como un hombre se rie de forma macabra. Asustada decide
llamar a la policía…
Cuentan que aquella enorme casa de la colina no ha sido
comprada o alquilada en muchos años. No, no es una cuestión de precios, lo que
ocurre es que muchos saben lo que ocurrió allí. Una historia amarga que ha
corrido de boca en boca y que es básicamente la siguiente:
Era un matrimonio con tres hijos, un matrimonio de gente
ocupada e importante; personas con muchos compromisos sociales, políticos o
algo así. El punto es que, cuando salían a sus reuniones, dejaban a sus hijos
con una chica de la urbanización a la que venían contratando desde cierto
tiempo atrás.
La muchacha, que según se cuenta era muy guapa, era una de
esas chicas alocadas, felices y algo despreocupadas. No obstante siempre había
cuidado bien de los chicos. Así, esa noche jugó un rato con ellos y después de
dormirlos fue a la cocina, se hizo unas palomitas y se recostó a ver alguna
película en la televisión con el volumen alto.
Pasados algunos minutos el teléfono sonó:
—Buenas noches, ¿con quién desea hablar?
—…
—Hola, ¿me escucha?…¿hola?
Siguió intentando obtener respuestas pero a duras penas
podía escuchar una respiración y una especie de risa contenida de fondo; así
que, irritada, cerró el teléfono con brusquedad y continúo viendo la
televisión. ¿Quién sería?: ¿algún idiota sin nada que hacer?, ¿un amigo suyo?,
¿un pervertido?…En todo caso sería mejor ignorar a quien sea que estuviese
fastidiando al otro lado de la línea.
Pero una y otra vez seguía sonando el teléfono y aquella
risa de fondo se repetía, cada vez colgaba más rápido e incluso pensó en
desenchufar la línea, pero no podía hacerlo, los padres de los niños le habían
dejado bien claro que en todo momento debía estar atenta a sus llamadas. Muerta
de miedo y perdiendo su paciencia, llamó a una operadora de la Policía. Algo andaba
mal con esas risitas contenidas y ella debía saber qué diablos estaba
ocurriendo.
Para su suerte la operadora, lejos de reírse, le dijo que
habían introducido una derivación de su línea en la central y todo lo que ella
tenía que hacer era entretener al desconocido para que en la central tuvieran
tiempo de localizarlo.
Quince minutos después el teléfono sonó otra vez… ¿Sería él?
En efecto, solo que esta vez ya no estaba la risita contenida de fondo sino una
carcajada histérica, sádica, parecida a esas que a veces muestran las películas
de terror de Hollywood.
—¡Pare de reír!…¡¿Qué le he hecho yo?!, ¡¿Por qué me hace
esto?! —dijo nerviosa, irritada y con la voz al borde del llanto.
Nada, el hombre no hacía más que reírse cruelmente, con más
histeria a medida que aumentaban las suplicas y la desesperación de la
muchacha. No le quedó más que colgar, después de lo cual intentó en vano
calmarse.
Finalmente, apenas unos cinco minutos más tarde el teléfono
sonó otra vez. Esta vez los nervios fueron tales que sintió como el corazón
luchaba por salírsele del pecho. “No contestes, no contestes”, se dijo a sí
misma aunque no pudo resistirse y contestó:
—Habla la
Policía. ¡Salga inmediatamente de la vivienda! Las llamadas
que recibía vienen de la otra línea de la casa en que está. Hemos mandado una
patrulla, ¡salga ya!
El teléfono se le cayó de las manos y gotas de frío sudor
resbalaban por su frente empalidecida por el susto. Quería correr pero sus
piernas no respondían, sólo temblaban y temblaban…
Cuando respondieron echó a correr con desesperación hacia la
escalera para recoger a los niños que estaban en la planta de arriba, pero
antes de subir, aquella misma carcajada sádica la detuvo en seco. Al mirar al
final de las escaleras, junto a la puerta del cuarto de los niños estaba un
hombre alto, de frente amplia y cabello rizado y gris. Estaba vestido con un
mono blanco como el de los pintores, pero estaba lleno de manchas rojas y en su
mano derecha el hombre sostenía un enorme cuchillo ensangrentado.
El terror que sintió fue tal que quiso gritar y no pudo, se
tropezó mientras intentaba llegar a la puerta de salida y, una vez que estuvo
enfrente, intentó una y otra vez abrirla pero las manos le temblaban tanto que
la llave se le caía o ella la metía mal. Mientras esa horrenda carcajada de
fondo, sonando cada vez más fuerte a medida que el asesino se acercaba con una
lentitud tan extrema como cruel y premeditada.
Gracias a Dios consiguió por fin abrir la puerta y tuvo la
suerte de que a pocas calles estaba en camino un coche de la policía.
Corriendo, se alejó unos cincuenta metros de la casa viendo con asombro como el
asesino no la seguía. La
Policía entró en la casa pero nunca encontraron al hombre,
que probablemente escapara por alguna ventana; pero, lo que aquellos agentes
vieron ese día en el cuarto de los niños les marcaría por el resto de sus
vidas.
Las paredes estaban cubiertas de manchas de sangre, había
tripas y vísceras esparcidas por el suelo, las tres cabezas de los chicos
estaban sin ojos y separadas de los cuerpos y, junto a otras atrocidades de la
escena del crimen, se habían encontrado unos pañuelos que a modo de mordaza
habían impedido que los gritos de sus víctimas sonaran en toda la calle. La
niñera al estar viendo la televisión con el volumen muy alto nunca escuchó nada
y el psicópata aprovechaba los pequeños “descansos” mientra torturaba y
asesinaba a los niños para llamarla por teléfono y reírse de el hecho de que a
escasos metros estaba acabando con la vida de los pequeños que ella debía
cuidar.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Dame la Mano
Dos amigas que duermen en la misma habitación se asustan a
media noche por una tormenta, por lo que deciden darse la mano la una a la otra
para consolarse, de esta forma ambas se quedan dormidas. Hasta que a la mañana
siguiente…
Una chica se queda a dormir en la casa de su amiga después
del colegio, entre juegos y risas acaban contando historias de terror por lo
que ambas se van a dormir bastante asustadas. Las dos se acuestan en la misma
habitación aunque lo hacen en camas separadas porque la hermana de una de ellas
había fallecido el año pasado en un trágico accidente doméstico y la cama
quedaba libre.
Mientras tratan de conciliar el sueño comienza una tormenta
y entre el miedo que les ha producido contarse historias de miedo y los truenos
que empiezan a sonar, ninguna de las dos puede dormirse. Cuando el sonido de la
tormenta se hace más intenso ambas empiezan a temblar de miedo y una de ellas
asustada le dice a la otra:
Ambas estiran sus brazos desde sus camas para consolarse y
protegerse la una a la otra, mientras se dan la mano su miedo parece
desvanecerse por lo que finalmente a altas horas de la noche ambas se quedan
dormidas.
A la mañana siguiente se despiertan con total normalidad, el
día parecía haber aclarado por lo que deciden salir a jugar al jardín de casa.
Pero antes la madre les prepara un desayuno que ambas comparten mientras
recuerdan el susto que pasaron la noche anterior.
“Menos mal que me diste la mano anoche, me moría de miedo” –
dijo una de ellas.
“Gracias a ti amiga, yo estaba tan asustada como tú”
La madre que escucha la conversación les pregunta si han
movido las camas, ya que están muy separadas la una de la otra y sería
imposible que sus cortos bracitos se alargaran tanto como para que se pudieran
dar la mano estando acostadas.
Las dos amigas confundidas vuelven a la habitación y prueban
a darse la mano nuevamente estando tumbadas. A ambas les recorrió un escalofrío
por la espina dorsal al comprobar que sus manos quedaban a casi un metro de distancia
con los brazos totalmente estirados.
Parece que esa noche no sólo los vivos tenían miedo.
Descansando en el Avión
Un piloto se dispone a realizar su turno de descanso después
de que una azafata le informe de que la cabina habilitada para ello está
disponible. Pero al llegar encuentra una pequeña niña de unos cinco años
durmiendo…
Una mañana de
invierno una de las azafatas del avión que hacía cualquier ruta de vuelo se
dirigía por el pasillo del avión hacia la cabina de mando después de atender a
los pasajeros. Entonces se acercó a uno de los pilotos y le informó de que la
cabina de descanso estaba libre. Entonces el hombre se levantó y se marchó a
dormir un rato. Cuando el piloto entró en la pequeña cabina estaba totalmente
oscura, pero al apoyar una mano en una de las literas notó un bulto. Había
alguien durmiendo, pero la azafata le había comunicado que la pequeña cabina
estaba vacía. Alumbró con una linterna de bolsillo hacia la cama y observó con
sorpresa que había una niña de unos cinco años tumbada en la litera . La arropó
con la manta y sin hacer mucho ruido salió de la habitación y cerró la puerta.
Al momento fue a
buscar a la azafata y le contó lo que había sucedido. Ésta, le dijo que era
imposible porque no iban niños en ese vuelo. El piloto no se lo podía creer, el
había tocado con sus propias manos el cuerpo de la pequeña.¡¡ Incluso notó su
respiración mientras dormía!!
Entonces la
azafata con cara de preocupación le dijo – ¿Ve usted esa pareja de allí al
fondo? ¿ La ve?- repetía, dirigiéndose con la cabeza hacia una joven pareja con
los rostros pálidos y demacrados.
Sí, sí, por
supuesto que los veo… afirmó el piloto.
¿ Pero qué tienen
que ver ellos en la historia? Preguntó con cara de intriga
Se dirigen al
entierro de su hija, ella va abajo en un ataúd, junto con el resto de
mercancías…contestó ella.
El piloto se quedó
pálido al escuchar la noticia y salió corriendo a la cabina donde vio a la
niña. Allí no había nadie. Se acercó al baño a refrescarse la cara y al mirarse
al espejo se dio cuenta de que había escrito algo con un pequeño dedo, decía:
Gracias por arroparme.
El Pozo de las Cadenas
Cuenta la leyenda que un amable campesino invitó a beber y
cenar a su casa a un grupo de delincuentes. Estos aprovecharon su hospitalidad
para robarle y acabaron con su vida arrojándole a un pozo. Desde entonces cada
noche puede…
En el pueblo de Tecate, ubicado al final de la Rumorosa, se cuenta que
en tiempos de la
Revolución Mexicana, alrededor de 1910, vivía un matrimonio
de personas muy pacíficas y trabajadoras. Eran una pareja sin hijos. El señor
se encargaba del cultivo de las tierras y su esposa se encargaba del cuidado de
la casa.
En aquella época no había mucha gente en los alrededores y
los caminos eran simples brechas secas marcadas sobre el árido paisaje, vetas
polvorientas por las que a veces pasaban los caballos levantando polvaredas con
su andar.
Un día aparecieron unos hombres que llevaban varias horas
caminando bajo el sol ardiente. Extenuados y sedientos de tanto andar bajo el
calor, vieron que el señor que trabajaba en sus cultivos era la única persona
que tenían cerca y, en consecuencia, se le acercaron.
— ¡buenas tardes! —saludaron.
— ¡buenas tardes! —Respondió el señor, dejando su labor y
ventilándose con el sombrero—. ¿Cómo así por acá? Muy poca gente viene por
aquí.
—El deseo de encontrar buena fortuna nos trae —respondió uno
de los hombres.
—Vamos a Tijuana, acabamos de cruzar la Rumorosa —dijo el otro.
—Pues aún les queda mucho camino, Tijuana está bien lejos.
—Sí, y eso que con lo que hemos andado ya nos morimos de
sed, ¿no tendrá un poco de agua que nos regale? —preguntó uno de los extraños.
— ¡Chingallos, me acabo de tomar el último trago! Pero
ándale, no se preocupen que mi casa está cerca y tengo un pozo. A menos que
tengan prisa. —respondió el campesino
— ¿Prisa? Prisa pero por beber agua, compadre —dijo uno de
los hombres y luego todos siguieron al señor para saciar su sed.
El hombre, que casi nunca veía a alguien pasar por el lugar,
se emocionaba cada vez que venían visitantes e intentaba aprovechar la ocasión
para enterarse de chismes y noticias. Se apresuró entonces por levantar sus
aparejos y luego condujo a los hombres hasta su casa. Allí su esposa los
recibió y ellos la saludaron quitándose el sombrero.
Una vez hubieron entrado, los hombres bebieron toda el agua
que pudieron, comieron como náufragos y conversaron larga y amenamente.
Entretanto, la tarde ya estaba por irse y el atardecer, en su avance, iba
incendiando el cielo para después dar paso a los coyotes con sus aullidos de
veneración ante el ascenso de la
Luna. Los hombres sin embargo no dieron muestras de
marcharse, de hecho se veía que querían prolongar las conversaciones con el
ánimo de quedarse. Viendo eso, el hombre y su esposa les hicieron un catre con
ramas de paja para que puedan dormir.
Pasadas las horas un grito rasgó el silencio de la
madrugada, un grito que a lo lejos retumbaba como delatando la proximidad de la
muerte en las inmediaciones…
Nadie supo nunca qué ocurrió. Se cuenta no obstante que los
extraños pertenecían a una banda de sangrientos delincuentes, de hombres
deshumanizados que disfrutaban con el sufrimiento de todas aquellas víctimas
que les oponían un mínimo de resistencia. Cuentan pues que intentaron robarle y
que el hombre intentó presentar resistencia, quizá más de la cuenta porque la
crueldad con que lo liquidaron aún se recuerda entre los habitantes de la zona:
lo amarraron con cadenas, le quitaron los ojos, lo echaron al pozo y luego
arrojaron piedras al pozo para cubrir su cuerpo ahogado. De su esposa y de los
asaltantes nunca se supo nada.
Tal es al menos la versión que se tiene sobre su muerte,
versión de la que muchos no dudan, sobre todo quienes cuentan que hay noches en
que cerca del pozo se oyen ruidos de cadenas, gemidos de llanto e incluso
escalofriantes alaridos de desesperación. Dicen que pena en busca de su esposa
desaparecida y de los malditos que la asesinaron, dicen que por las mañanas se
pueden ver con claridad las huellas de sus pies encadenados, que a veces se
escucha como si lanzaran piedras al agua del pozo a pesar de que no hay nadie
cerca que las lance…Incluso, hay quienes aseguran que, cuando han pasado cerca
del pozo en la madrugada, han escuchado burbujas, tal y como si alguien o algo
en el interior del agua las estuviera produciendo. Los pocos que se han
atrevido a mirar cuentan haber visto un rostro grande, de un espectral azul
blanquecino, gritando con los ojos inundados de angustia; y ascendiendo, ascendiendo
como para querer contactar con el asustado visitante.
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