Muerto el 22 de noviembre de 1718, Edward Teach, más
conocido como Barbanegra, fue el último de los piratas clásicos del Caribe,
cuyo nombre ha pasado a formar parte del imaginario popular como uno de los
mayores malvados de la historia. Su apodo, Barbanegra, se debió a su abundante
y enredada barba, de un intenso color negro, la cual adornaba, según reza la
leyenda, con mechas de cañón que él mismo encendía durante los abordajes para
infundir aún más terror entre sus enemigos. Con sus imponentes dos metros de
altura y aspecto y mirada demoníacos, Barbanegra lucía un tricornio tocado de
plumas y exhibía ante los horrorizados ojos de sus víctimas sus espadas,
cuchillos y juegos de tres pistolas de distintos calibres.
Su aspecto y mirada demoníaca hicieron de Barbanegra el
terror de lo mares, y más aún cuando en cada abordaje encendía unas mechas de
cañón que adornaban su abundante barba
LAS PRIMERAS HAZAÑAS DE BARBANEGRA
Se desconoce el lugar exacto de su nacimiento: algunos
apuntan a Bristol, otros a Carolina del Sur, e incluso a Jamaica. Los padres de
Teach regentaban una taberna y las malas lenguas dicen que drogaban a los
marineros para luego embarcarlos en naves en las que de estar sobrios nunca
hubieran subido. Otros apuntan a que Barbanegra tuvo una posición acomodada
puesto que sabía leer y escribir. Sea como fuere, sus inicios como marino
tuvieron lugar durante la guerra entre Francia e Inglaterra por el control de
Estados Unidos, actuando como corsario inglés y atacando barcos franceses. Al
finalizar la contienda y quedarse sin trabajo, Barbanegra dejó de ser corsario
para convertirse en pirata. Comenzó a navegar en compañía de un conocido pirata
llamado Benjamin Hornigold, y fue entonces cuando empezó a vestir de la
particular forma con que más tarde sería recordado. La isla de Nueva
Providencia fue el escenario de sus primeras fechorías. Allí capturó un
carguero español procedente de La Habana, otro de las Bermudas y un tercero de
Madeira. En 1717 apresó al mercante francés Concorde, que se convertiría en su
buque insignia y que rebautizaría como Queen Anne’s Revenge (La venganza de la
reina Ana). Lo transformó en una formidable máquina de guerra a la que armó con
más de cincuenta cañones.
La hazaña que hizo célebre a Barbanegra fue perpetrada en la
base naval de San Vicente, en las islas de Barlovento, donde apresó a la nave
Great Allen, que transportaba un valioso cargamento. Tras la escaramuza asesinó
a la tripulación e hizo quemar el barco. Al conocerse la noticia, el buque de
guerra inglés Scarborough zarpó enseguida para dar caza a Barbanegra y castigar
su osadía, pero el navío sufrió asimismo una sonada derrota y tuvo que
retirase. La noticia corrió como la pólvora y Barbanegra se convirtió en el
enemigo público número uno del Imperio.
"EL GRAN DIABLO" RECHAZA EL INDULTO
Para erradicar la piratería de la zona, el rey Jorge I
decretó una amnistía para todos aquellos piratas que abandonasen sus
actividades. En el caso de que no quisieran aceptar las condiciones del edicto,
las penas que se contemplaban en caso de ser capturados iban de la horca a las
amputaciones de miembros. Barbanegra rehusó las condiciones estipuladas por el
monarca y siguió con sus actividades delictivas. Entregado a un auténtico
frenesí de ataques, Barbanegra asaltó posesiones tanto francesas como
británicas y españolas. Sus incursiones en la península del Yucatán, en México,
le valieron el mote de "El gran diablo".
La situación económica en Carolina del Norte no pasaba
entonces por su mejor momento y el gobernador de la colonia, Charles Eden,
llegó a un acuerdo con Barbanegra por el cual el pirata y su tripulación serían
perdonados acogiéndose al Acta de Gracia. A cambio, parece ser que el gobernador
acordó dejarle actuar con total impunidad y a cambio recibir una parte del
botín que Barbanegra obtuviera de sus fechorías. En esa época, el pirata se
casó con una jovencita de dieciséis años y se estableció como si fuera una
persona honrada en la isla de Ocracoke.
Pero la farsa duró poco. En mayo de 1718, Barbanegra sitió
la ciudad de Charleston y mantuvo secuestrada a toda la población. Tan sólo
levantó el bloqueo cuando le entregaron un rescate de mil quinientas libras. La
leyenda cuenta que Barbanegra llevó a cabo esta acción para hacerse con un lote
de medicamentos para curar a su tripulación, que sufría de sífilis. Para el
pirata la salud de sus hombres era fundamental, hasta el punto de que cuando
capturó la nave francesa Concorde, Barbanegra se deshizo de toda la tripulación
excepto de los cirujanos del barco.
SE INICIA LA PERSECUCIÓN
Ante el avance imparable de la piratería, y conocedor de que
Barbanegra tenía su base en la isla de Ocracoke, el gobernador de Virginia,
Alexander Spotswood, ante la posibilidad de que la economía de la colonia
pudiera verse afectada, se puso en contacto con el teniente de la Marina Real
Robert Maynard para que se hiciera cargo de la situación y acabara con el
pirata. El 21 de noviembre, al mando de las balandras Ranger y Jane, el militar
inglés llegó al extremo sur de la isla de Ocracoke. Una noche, mientras
Barbanegra estuvo bebiendo ron con el patrón de una balandra con la que
mantenía algunos "negocios", Maynard aprovechó para preparar el
ataque del día siguiente.
El 22 de noviembre de 1718, Barbanegra, que ya estaba
avisado de la llegada del teniente inglés, puso rumbo hacía el interior de los
canales de la isla a bordo del Adventure. Maynard ordenó que una chalupa se
hiciera a la mar para observar los movimientos de la nave de Barbanegra quien,
al darse cuenta, la cañoneó a placer. Tras izar la enseña real, Maynard ordenó
a sus naves que se dirigieran tan rápido como pudieran para interceptar a
Barbanegra. Éste, al ver a las naves inglesas dirigirse hacia su posición,
ordenó la retirada mientras sus cañones disparaban una y otra vez contra los
ingleses. Según algunas versiones, todas las naves quedaron varadas por falta
de viento, por lo que Maynard se vio obligado a perseguir al pirata a golpe de
remo. Pero las naves inglesas no iban armadas con cañones y el teniente ordenó
a sus hombres que disparasen sin cesar con sus armas cortas.
Mientras Maynard se iba deshaciendo del lastre, Barbanegra
empezó a increparle: "¡Malditos villanos! ¿Quiénes sois? ¿Y de dónde
venís?", a lo que Maynard le respondió que no era pirata y que él mismo
subiría a su barco en cuanto pudiera. En respuesta a su desafío, Barbanegra,
con un vaso de ron en la mano, le contestó: "Así se condene mi alma si os
doy cuartel u os pido alguno".
Tras una noche llena de ron y celebraciones, Barbanegra se
escabulló por los canales de la isla Ocracoke y el teniente Maynard empezó a
perseguirle
Las dos naves inglesas embarrancaron y, para evitar más
muertes, Maynard ordenó a sus hombres que se escondieran en las bodegas con sus
armas preparadas. Los únicos que se mantuvieron en el puente fueron él mismo y
el timonel, al cual también ordenó que se tumbara. Cuando Barbanegra vio que no
había nadie en cubierta, ordenó a sus hombres que abordaran las naves inglesas:
"¡Saltemos y hagámoslos pedazos!", ordenó. Sediento de sangre,
Barbanegra abordó la balandra inglesa con la mitad de su tripulación, dispuesto
a pasar a cuchillo a todo el que quedase, pero nada más subir abordo se dio
cuenta de que había caído en una trampa cuando escuchó a Maynard ordenar a sus
hombres que subieran rápidamente a cubierta. Durante varias horas, ambas tripulaciones
se enzarzaron en una lucha a muerte en la que Maynard y Barbanegra acabaron
enfrentándose cara a cara.
UNA MUERTE CARGADA DE LEYENDA
La leyenda de Barbanegra estaba a punto de nacer. El pirata
fue finalmente abatido tras recibir veinticinco heridas, cinco de ellas de
pistola. Cuando la otra balandra de Maynard pudo desembarrancar, atacó por un
costado disparando hasta que la tripulación pirata finalmente se rindió.
Maynard no mostró compasión alguna con el cadáver de Barbanegra: ordenó que le cortaran
la cabeza y que ésta fuera expuesta durante varias semanas en el bauprés, el
mástil que sale casi horizontalmente de la proa. A su regreso a Virginia, trece
de los quince prisioneros fueron ahorcados.
Sobre la figura de Barbanegra circulan varias leyendas, como la que cuenta que una vez decapitado su cuerpo flotó alrededor de la nave varias veces o la que dice que su fantasma vaga por la zona de Teach's Hole, un lugar en la isla de Ocracoke llamado así en su honor, buscando su cabeza perdida. Lo que sí está claro es que, dejando a un lado el folklore, la espada de Robert Maynard acabó con la vida de Edward Teach, el temible pirata Barbanegra, del cual la sola mención de su nombre provocaba auténtico pavor entre los habitantes del Nuevo Mundo.
Fuente: Leyendas, Mitos, Misterios y Enigmas del Mundo
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