lunes, 11 de mayo de 2020
Un Abrazo Desde El Mas Allá
¡Vaya rasca que
hace esta noche!- pensé al escuchar como soplaba el viento. La noche
no estaba como para irse de copas, un sábado por la noche en un
febrero loco lo único que apetecía era mantita y un buen libro. Al
final termine hablando con un amigo del programa que habíamos
grabado hacía pocos días. Mire el reloj y faltaba pocos minutos
para las 2 de la madrugada. Nos despedimos y me puse manos a la obra
escribiendo la interpretación de un sueño que tuvo un buen amigo.
Mientras le escribía
un messenger sentí un escalofrío que me recorrió toda la espalda,
mire a mi alrededor y fije mis ojos en la puerta de mi dormitorio.
-Hace frío, Rosa solo eso, frío.- un golpe me sobresaltó, con el
viento la persiana golpeo contra la ventana y el ruido hizo que diera
un brinco y por poquito fue la tablet a parar al suelo. Lo que si
acabó allí fue el estuche de las gafas. Me incline para recogerlo y
recordé la manía que tuve de pequeña de mirar debajo de la cama
antes de acostarme. Antes de recoger el estuche lo hice, mire debajo
de la cama y empecé a reirme cabeza abajo, – ¡jajajajaja! Al
final las manías no desaparecen por completo.- dije en voz alta
pero desde aquella postura tan incomoda sentí de nuevo ese
escalofrío y volví a mirar hacia la puerta.
– ¡Bueno, ya esta
bien por esta noche, hora de cerrar el chiringuito!- Apagué la
tablet y la dejé sobre el escritorio, revise el móvil y lo puse en
silencio, fui al baño y me metí en mi cama. La noche iba a ser de
insomnio, el viento cada vez soplaba más y el ruido cada vez más
fuerte, daba la impresión de que la casa iba a salir volando. Me
acosté de espalda a la puerta y no se por qué tuve una extraña
sensación que me hizo cambiar de postura y quedarme del otro lado,
-¡Mejor, desde aquí controlo la puerta y el resto del cuarto!- me
dije mientras recorría la habitación con la mirada. Me dio por
mirar la hora, -las dos y treinta y un minutos, ¡ups! y treinta y
dos.-
Cerré los ojos y de
repente note un suave olor a tabaco en toda la habitación,
-¿Tabaco?, es imposible.- en ese instante sentí como en mi espalda
se apoyaba alguien o algo y como un brazo me rodeaba sujetandome la
mano, note el aliento pegado a mi cara y el olor a tabaco se
intensificó. Jamás he salido de una cama tan rápido como aquella
noche. Con las manos frías y temblando buscaba la llave de la luz,
cuando conseguí encenderla busque las gafas en el escritorio y me
las puse, tire de la manta y deshice la cama de un tirón, allí no
había nada solo la almohada. La persiana golpeó otra vez contra la
ventana y me hizo sobresaltarme de manera que parecía que se me iba
a salir el corazón del pecho, estaba muy nerviosa y temblando, ya no
olía a tabaco y mis pies notaban la frialdad del suelo, sin apenas
apartar la mirada de la cama me puse las zapatillas, me tape con la
manta y me senté en la silla. No me lo podía creer, ¿qué había
pasado? ¿qué había sido eso?, mi padre no era, se distinguir su
olor de los demás, y eso no era mi padre. No era capaz de meterme en
la cama, estaba helada de frío, los ojos como platos y la cabeza la
tenía como un bombo. Cuando conseguí tranquilizarme hice la cama y
decidí acostarme, al fin y al cabo esa es mi cama y no me iban a
echar de ella, ese es mi espacio y no tiene porque invadirlo. El
sueño me rindió casi a las 4 de la madrugada.
Cuando me levanté a
la mañana siguiente estuve pensando sobre lo que había ocurrido
mientras me tomaba un café, quise pasar de aquello y no darle mayor
importancia fue «una experiencia más» que me tocó vivir como
muchas otras pero no fue así, esa presencia sigue conmigo desde hace
más de un año, sigue sobresaltándome, en cualquier momento y lugar
de la casa, mientras estoy limpiando, tumbada leyendo, con las
clases, o simplemente cerrando la puerta o colgando la ropa , sucede
siempre igual, el ambiente se impregna de ese olor a tabaco, él ya
esta aquí otra vez..
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