jueves, 7 de mayo de 2020
El Triángulo de los Suicidios
El triángulo de los
suicidios se extiende en el espacio comprendido entre Alcalá la Real
(Jaén), Iznajar y Priego de Córdoba (Córdoba). En esta zona, el
índice de suicidios supera cuatro veces la media nacional, lo que ha
provocado que numerosos investigadores hayan tratado de dar una
solución a este misterio.
Se han alegado
muchos posibles motivos para explicar estos sucesos: el clima, la
soledad, aislamiento, problemas psiquiátricos, un campo magnético
generado por una veta de pirita que influye en el comportamiento
humano, e incluso lealtades invisibles, es decir, una serie de
comportamientos que pasan de padres a hijos. Y lo cierto es que la
mayoría de los cortijos y casas de la zona han sido abandonados,
bien por los avances tecnológicos o bien por el miedo de los
habitantes.
Muchas familias se
han visto afectadas por estos suicidios, tanto de los miembros más
ancianos como de los más jóvenes. Y es que algunos aseguran que los
muertos los llaman desde el otro lado...
Circulan numerosas
leyendas sobre suicidios, como la de un hombre que visitó el
cementerio, llevando flores a sus familiares. Transcurridas unas
horas, el capellán se acercó a él para comprobar que estuviese
bien, y el hombre le dijo que se estaba despidiendo. Pasados unos
minutos, puso su chaqueta bajo su cabeza, colocó una cubeta junto a
la losa para recoger la sangre, se introdujo una pistola en la boca y
disparó.
Otra de las leyendas
cuenta que una mujer se ahorcó tras haberle disparado a su hijo de 8
años, sin motivo aparente para el asesinato y el suicidio.
También se dice que
en el Cortijo de las Lastras se aparece por las noches un anciano de
pelo largo con las uñas largas y afiladas. Un vecino de la aldea de
Las Sileras, narraba su experiencia en el lugar:
Estaba pastando a
las bestias cuando empezó a oscurecer. Era verano y serían
aproximadamente las nueve y media de la tarde. Decidí apresurar la
marcha para llegar antes de que anocheciera al carril de asfalto que
va a parar al pueblo cuando, al pasar por esa casa, escuché algo que
me sobresaltó. Se que no eran imaginaciones mías porque las bestias
se sobresaltaron también. Era una especie de bufido o gruñido, como
el de un gato pero mucho más fuerte y más ronco. De repente giré
la vista hacia el cortijo que había dejado atrás y vi esa cosa.
¡Por poco me muero del miedo! Estaba sentado sobre las piedras del
cortijo. No era muy alto y tenía unas uñas enormes, grandes y
enroscadas hacia dentro. Parecía muy anciano y no tenía pelo por
arriba, pero por detrás de la cabeza le asomaba una melena muy
grande. Me acerqué porque creí que era alguna persona mayor que
estaba perdida o necesitaba algo. Aquí nos conocemos todos y nunca
lo había visto. Así que supuse eso. Al acercarme, ese hombre se
levantó y me hizo un gesto con la mano como para que me fuera. Le
pregunté si necesitaba algo o si quería que lo bajase en un mulo al
pueblo y me respondió con otro bufido, muy grave y muy fuerte, casi
como si chillara. Entonces se levantó y empezó a venir hacia mí.
Yo, por impulso, empecé a correr y él siguió detrás. Los mulos
empezaron a encabritarse y no los podía controlar. Los solté y
seguí corriendo. Calculo que estuvo como un cuarto de hora
persiguiéndome entre los olivos. Cuando me calmé lo suficiente
volví a por los dos mulos y me fui de allí como alma que lleva el
diablo. Nunca he vuelto a pasar a esas horas por ahí.
El Cortijo de los
Catorce toma ese nombre porque en él se ahorcaron los catorce
miembros de una familia. El primero en hacerlo fue el padre, que poco
a poco "llamó" al resto de miembros a unirse a él.
El Cortijo de los
Asombro es conocido porque en él murieron ahorcados los
constructores y la primera familia que vivió en él, unos en las
vigas de las habitaciones y otros en el árbol que hay junto a la
entrada. Años después, la finca fue comprada por una familia, que
se mudó allí, aunque poco después de acomodarse se empezaron a
producir fenómenos extraños: puertas y ventanas que se abrían,
utensilios que salían disparados, voces y susurros, los animales
estaban nerviosos y se negaban a permanecer en los establos... Ante
esta situación, pidieron ayuda al sacerdote de Priego, y, tras
exorcizar la casa, los fenómenos aumentaron hasta tal punto que la
familia abandonó el cortijo.
A día de hoy, la
mayoría de cortijos abandonados son visitados por muchos curiosos
que aseguran haber vivido extrañas experiencias en ellos, y el
misterio de los suicidios continúa sin tener explicación.
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