Nadie tomó importancia al hecho, pero desde ese día, la familia Pérez no salió de desgracias, los parientes caían como moscas, muertos en circunstancias sospechosas, los más pequeños vivían perdidos en llanto por ver cosas que los demás no veían. Muchos de ellos fueron velados con ataúd cerrado porque la expresión de horror no pudo quitarse de sus caras.
La abuela los reunió entonces, para decirles que eran presas del “Mal de ojo”, qué alguien los envidiaba tanto que les deseaba el mal a toda costa, y si no lo detenían acabaría con toda la familia. Cuando consultaron a alguien más sabio, le dijo que debían protegerse con “El ojo en la mano”, que esto los protegería de cualquier mal además les traería riqueza, felicidad y salud. De distintas formas cada uno interpretó a su manera, hubo quienes compraron un amuleto, otros usaron un guante, con el ojo pintado en el, a los extremos, alguien se lo dibujaba directamente en la mano o se lo tatuaba.
El remedio no funcionó, la familia se acabó, quedaban ya solo cinco de ellos en menos de un año, intentaron esconderse, pero donde sea, el mal de ojo los encontrara y no había ojo en la mano que pudiera protegerlos.
Una noche Arturo uno de los pocos que quedaba en pie, era torturado por los malos espíritus que acompañaban al mal de ojo, lo ataban a su cama, dejándolo ahogarse en su propia sangre, mientras le hacían creer que era despellejado vivo, pasaban frente a él las imágenes de la muertes de todos los demás miembros de su familia, ahorcados, ahogados, decapitados, sintió que no resistía mas, pensó en dejarse morir, pero una sombra enorme pasó por la puerta, traía en sus manos una bebe, envuelta en una víbora negra, que le rozaba la mejilla con su lengua, los otros en la habitación se deslizaron también al encuentro, su torso y cara estaban formados de pedazos de piel cosidos de forma tosca, no tenían piernas, solo un polvo que se arrastraba a donde sea que la parte de arriba iba.
Arturo vio entonces con desespero como estas criaturas deseaban la piel de su bebe y babeaban sobre ella… se agitó hasta liberarse, corrió hasta donde la sombra, esta extendió la mano, hiriéndolo en el rostro, le sacó el ojo de la cuenca y cayó en la mano de Arturo, todas la criaturas voltearon sorprendidas y entonces en un grito de desesperación, fueron difuminados en la habitación.
Desde entonces hasta hoy, Arturo debe conseguir un ojo fresco para poner en su mano, y evitar que el mal de ojo llegue a su familia…
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