martes, 5 de julio de 2016
El Mar De Los Sargazos
Este es una de las zonas de mar que si
se las nombrabas antiguamente a los navegantes quizá fueres dejado
hablando solo, pues era de los mares a los que más miedo tenían;
casi sin corrientes con periodos constantes de calma total y con un
infinito tapiz de algas flotantes que se supone detenían a cualquier
navío así que estar en sus aguas y ser atrapado por estas algas era
sinónimo de muerte y desesperación, además a todo esto el extraño
olor que le dan las algas a este mar es realmente contribuyente o
sinónimo a un lugar maldito.
Este se encuentra en el norte del
océano Atlántico y a este mar acuden a desovar algunas anguilas de
todos los ríos europeos, este debe su nombre al mismísimo Cristóbal
Colón, quien fue quien lo bautizó así después de encontrarse
dentro de él en su primer viaje; Sargassum era respecto a el tipo de
alga del que se encuentra repleto este mar, así que en realidad
colón no se quemó demasiado la cabeza para bautizar así este mar;
aunque los marineros posteriormente le dieron nombres diferentes como
“El mar del miedo”
El almirante no demostró aquí
demasiada imaginación: “Sargassum” era como se denominaba al
tipo alga gigante que flota en su superficie. En siglos posteriores
los marineros le darían otros nombres más terribles y expresivos,
como “el mar del miedo”, “el cementerio de los barcos perdidos”
o “la latitud de los caballos”, este último debido a que, cuando
se terminaban los víveres, las tripulaciones de los navíos
atrapados se veían obligadas a sacrificar sus caballos. Eso si
tenían la suerte de llevar caballos a bordo. Se cuentan historias
muy truculentas acerca del mar de los Sargazos. Aseguran que decenas
de veleros quedaron atrapados para no regresar jamás, y que muchos
de ellos continúan allí, convertidos en sepulcros flotantes. En
1884 el vapor inglés Britannia encontró uno de estos barcos
tripulados por cadáveres, pero su casco estaba tan deteriorado que
no fue posible identificarlo.
Una de las aventuras más alucinantes
vividas en este infierno verde fue la de Elipha Thomson, ayudante de
cabina del velero norteamericano J. G. Norwood, barco que en 1894 fue
arrojado por una tormenta al mar de los Sargazos. De las personas que
iban a bordo, sólo él logró sobrevivir y regresar a aguas
despejadas, en donde otra embarcación lo rescató. Según contó más
tarde, debía su vida a los víveres y la chalupa que había
encontrado en un vapor abandonado. Elipha declaro haber visto también
un galeón español de la época colonial con su bodega todavía
llena de oro. En el caso de Elipha Thomson, como en casi todo lo
referente al mar de los Sargazos resulta difícil separar la realidad
del mito, un mito que podría haber empezado mucho antes de la
llegada de Colón a América. Romanos, griegos y fenicios hablaban ya
de un mar de vegetación en el cual los barcos encallaban y se
perdían, sin que quede claro si algunos de ellos (probablemente los
fenicios) llegaron a ver con sus propios ojos el mar que después se
llamaría “de los Sargazos”. El mito pasó al imaginario
medieval, y así aparecen en algunos mapas, como el de Andrés Bianco
de 1436, peligrosos mares de algas o hierbas junto a islas
fantásticas llenas de prodigios.
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