Cerca del cerro vivía
una joven pastorcita, todos los días salía acompañada de su perrito y a veces
de su novio. Solían llevar a sus ovejas y llamas a pastar. Un día, al igual que
otros, después de beber sus hierbas aromáticas y preparar su chapo, se encaminó
al patio. Las llamas y ovejas avanzaban lentamente comiendo paja y las hierbas
que habían por el camino, por su parte el perro iba delante del rebaño atajando
a los animales impidiendo que se desviaran, así ayudaba a la pastora.
Un día apareció un
cóndor gigantesco, este comenzó a seguir a la pastora deseándola. La pastora a
pesar de su miedo empezó a conversar con el cóndor y se fueron conociendo; una
tarde, ante la mirada del perro y el rebaño, el malvado del ave convenció a la
pastora para dar una vuelta. Ella subió a su espalda y este la condujo a un
alto cerro, ahí entraron en una cueva donde él vivía, el perro viendo que
habían robado a su ama los siguió.
Conocido el sitio
donde estaba la pastorcita, regresó donde estaban las llamas y las ovejas,
reunió a todos los animales y los hizo avanzar, los condujo al poblado donde
vivían. Una vez el perro en la casa los padres le preguntaron por su hija, el
perro los llevó a donde se encontraba su hija. Cuando llegaron al lugar donde
la pastora se encontraba comenzó a aullar con desesperación. Los padres, viendo
que su hija se encontraba prisionera regresaron para dar aviso al novio y a los
demás habitantes del pueblo y todos fueron a rescatarla. Pero el cóndor había
quedado sumamente enamorado de la pastora y nuevamente la raptó para que
viviera con él.
Los padres y
familiares reiteradamente iban a rescatar a la pastora pero la última de
aquellas ocasiones ella ya tenía alas y estaba a punto de convertirse en
cóndor. Con lágrimas en los ojos los familiares retornaron dejando a su hija
para siembre para que se convirtiera en esposa del ave.
Fuente: Leyendas, Mitos, Misterios y Enigmas del Mundo
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