La escena es esta. Un
joven decide hacer una fiesta en su casa e invita a algunos compañeros de
clase. “¿Puedo llevar un par de amigos?”, le dice uno de ellos. El joven
accede. Para cuando llega la juerga, sin saber cómo, su casa se ve atestada de
gente que ni siquiera conoce. La voz ha debido de correrse. El joven se agobia
y grita ante los ojos atónitos de todos: “¡Esto parece el coño de la
Bernarda!”.
Esta expresión tan
refinada y tan castiza es usada así en situaciones como la descrita: cuando
reina el caos o cuando un lugar se abarrota de gente. Es como decir “aquí dejan
entrar a cualquiera”. Pero, ¿de dónde proviene esta forma de hablar tan de
España? ¿Quién era Bernarda?
O santa o prostituta
Hablar del chumino de
la Bernarda es hablar de una amalgama de mitos que sitúan a la mujer en
ciudades dispares: desde Sevilla o Granada hasta Ciudad Real e incluso hasta
Marruecos. También existen dos historias sobre su oficio. Así, o bien fue una
santa, o bien todo lo que se considera contrario a ello, una prostituta. Vamos
que no es que no fuera, como rezan algunos lemas feministas, “ni santa ni
puta”. En el caso de Bernarda fue, de hecho, o una cosa o la otra.
La vagina mágica
Una de estas leyendas,
seguramente la mejor, es la desarrollada por el escritor Manuel Talens en su
novela La parábola de Carmen La Reina. Esta narración sitúa a Bernarda en el
municipio de Atarfe o en la ficticia Artefa, a fin de cuentas en Granada.
Corría el siglo XVI cuando vivía en estos lares una mujer querida en todo el
pueblo. Era sacristana de la ermita y se encargaba de remediar las más dispares
dolencias, por lo que se la conocía como santera. Su nombre era, claro,
Bernarda.
Hasta aquí la historia
podría ser verosímil, pero la cosa adquiere un cariz más fantástico, y más
divertido, cuando la santera recibe la visita de San Isidro Labrador. Desde que
el santo se pasara por los aposentos de la Bernarda, corrió la voz de que las
partes pudendas de la mujer tenían propiedades mágicas. Fue entonces que todos
los habitantes de Artefa pasaron por la casa de la santera y metían sus manos
en su vagina.
Los resultados no se
hicieron esperar. Las mujeres parían hijos fuertes como robles, las cosechas
alumbraban abundantes frutos, las gallinas empollaban huevos de siete yemas… A
Artefa no le podía ir mejor. Ah, y la cosa mejoraba si al introducir la mano en
el cuerpo de Bernarda se recitaba la frase: “San Isidro labrador, quita lo seco
y le devuelve el verdor”.
El santo «coño»
Cuando la Bernarda
murió las desgracias que hasta ahora se habían evitado gracias a sus peculiares
propiedades mágicas, no se hicieron esperar. Las cosechas se hicieron pobres,
las mujeres y los animales sufrían abortos sin parar. Hasta los terremotos se
cebaron con Artefa.
Menos mal que a los
vecinos no se les ocurrió otra cosa que desenterrar el cuerpo de la santera.
Bajo la tierra, el cadáver de Bernarda se había descompuesto, a excepción de
una parte… ¿Cuál sería? Efectivamente: Sus genitales. Solo estos se habían
conservado incorruptos, esto es, como lo hacen las momias. El párroco de Artefa
ordenó entonces el traslado del milagro a la parroquia. Así fue como se
procedió a colocar el trozo de carne reseca en un relicario bautizado como el
Coño de la Bernarda. Desde entonces, cualquiera que lo tocaba sufría las
bendiciones de la santera.
La Bernarda manchega
Una historia muy
parecida es la que campa por las tierras de Ciudad Real. Según este relato
Bernarda vivió también como santera en el mismo siglo XVI en el que transcurre
el mito en Granada. En este caso, los milagros que Bernarda obra con sus partes
más íntimas, que curaban animales enfermos de pastores, atrae las sospechas de
la Iglesia. Sin embargo, después de ser examinada por los monjes, su fama de
santa corrió como la pólvora por las tierras de Don Quijote. Una vez fallecida,
al igual que en el caso granadino, sus genitales se mantuvieron incorruptos.
Bernarda la prostituta
En el otro extremo,
como ya se ha indicado, se piensa que Bernarda pudo ser una prostituta que
ejerció su profesión en Sevilla o en Marruecos. Una historia, en realidad, con
tintes más verosímiles y también más sosainas y turbios. En ambos relatos, el
de Sevilla y el del país africano, Bernarda habría ejercido la prostitución, convirtiéndose
en la obsesión de los hombres. Tanto que no dejarían a sus genitales ni un
momento de respiro.
En el caso de
Marruecos, Bernarda habría acudido al país en medio de la Guerra del Rif y sus
clientes habrían sido los soldados procedentes del desembarco militar de
Alhucemas. Por otro lado, en el caso de Sevilla, la prostituta habría ejercido
la prostitución hasta morir por castigo divino.
¿Moraleja contra la
prostitución o crítica a la religión?
Mientras las historias
que sitúan a Bernarda como santera se mofan de algún modo de la Iglesia y sus
remilgos hacia los genitales femeninos, la historia que transcurre en Sevilla
es más una moraleja de lo que puede pasarte si ejerces tal profesión según la
religión. ¿Cuál de las versiones es la correcta? ¿Guardan estas narraciones
alguna porción de realidad? Estas preguntas tendrán que permanecer, al menos
por ahora, sin respuesta. Pero, mientras, la expresión de “el coño de la
Bernarda” seguirá traspasando los siglos.
Fuente: Leyendas, Mitos, Misterios y Enigmas del Mundo
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