Elaine la Justa, Dama
de Shalott, llega hasta nosotros a través de la leyenda Artúrica aparentemente
con un solo propósito: amar a Lanzarote y, al hacerlo, revelar la imperecedera
pasión de éste por la reina de Camelot, Ginebra. Sin embargo, el gran número de
versiones de su historia a lo largo del tiempo, que al parecer se inician con
la novela del siglo XIII Il Novellino, obra del autor Italiano Masuccio
Salernitano, ponen de manifiesto que su relato es mucho más profundo. Más allá
de resaltar el amor de Lanzarote por Ginebra, Elaine representa además la
pureza Artúrica, el honor y el poder que puede ejercer una mujer al sentirse
herida.
La versión más popular
de la historia de Elaine fue escrita en el siglo XV por el autor Inglés Sir
Thomas Malory, que no inventó la historia sino que se limitó a combinar un gran
número de diferentes relatos Artúricos de amor y de honor en el extenso texto,
Le Morte d'Arthur (“La Muerte de Arturo”).En la versión de Sir Malory, el
lector conoce a Elaine en el decimoctavo libro de la novela, justo después de
la búsqueda del Santo Grial, o Sangreal como lo llama Malory.
Aunque el Libro 18 de
Le Morte d'Arthur no empieza con Elaine, se le ofrece al lector un breve
resumen de las peripecias de Lanzarote desde el final de su gesta, resaltando
en especial que ha reanudado su relación con la Reina Ginebra, y que el Rey
Arturo está de hecho sospechando de ambos. Para evitar ser descubierto,
Lanzarote se muestra esquivo con Ginebra, y esto provoca que la furiosa reina
le destierre de Camelot. Tras una serie de incidentes en los que se nos muestra
a Lanzarote participando en justas contra miembros de la corte del Rey Arturo,
siempre bajo algún disfraz, se nos dice que Lanzarote viaja a la corte de Sir
Bernard de Astolat y participa en nombre de Bernard en uno de los torneos de
Arturo. Elaine, hija de Bernard, que solo ahora nos es presentada, queda
prendada de él casi inmediatamente, y le solicita que lleve una prenda blanca
en su honor en el torneo, a lo que él jamás habría accedido a causa de su amor infinito
por la reina de Arturo. Pero esta vez, aunque oculto bajo su disfraz, acepta.
El torneo da comienzo
y Lanzarote, como el ávido lector de historias Artúricas no se sorprenderá al
descubrir, vence a los hombres de Arturo, pero resulta herido en el combate.
Uno de los hijos de Bernardo, Lavaine, le lleva a un ermita para curarle, pero
los acontecimientos se desarrollan de tal manera que Lanzarote acaba finalmente
en los aposentos de Elaine, siendo atendido durante muchos días por ella hasta
que recobra por completo su vitalidad. Ya recuperado, Lanzarote se dispone a
marcharse, afligiendo terriblemente a la encandilada Elaine, que le ruega que
la tome como esposa, o al menos que pase una noche con ella. Él rehúsa la
oferta, pues su corazón pertenece a Ginebra, y abandona el castillo de Sir
Bernard. Antes de que hayan pasado diez días, Elaine muere de tristeza.
No obstante, la
historia de la Dama no acaba con su muerte. Antes bien, Elaine había dejado a
su familia instrucciones específicas acerca de cómo cuidar de su cadáver
después de su fallecimiento. Les indicó que debían depositar su cuerpo inerte
en una balsa con un lirio en una mano y una carta de su puño y letra en la
otra, y abandonarla flotando a la deriva en el río Támesis. En este río, a su paso
por Westminster, es descubierta por el Rey Arturo y su esposa la Reina Ginebra,
y tras leer Lanzarote la carta, se da cuenta de que él fue la causa de su
muerte. Arrasado por la culpa, paga un espléndido y costoso funeral para la
muchacha, siendo más tarde, irónicamente, empujado de nuevo en brazos de
Ginebra, quien, tras leer la carta de Elaine, descubre que Lanzarote se había
mantenido fiel a su amor durante todo este tiempo después de su destierro. La
historia de Elaine acaba aquí, con su entierro ante los hombres y mujeres de la
corte de Arturo.
Aunque trágico, el
personaje de Elaine se olvida a menudo como mujer esencial dentro de la
mitología Artúrica. Su único propósito parece ser revelar hasta qué punto la
pasión de Lanzarote por Ginebra es indestructible, aun cuando su romance con la
reina era algo prohibido. Pero el corazón destrozado de Elaine de Astolat ha
inspirado numerosas versiones de su historia, desde una canción que parte el
corazón compuesta por Emilie Autumn al poeta del siglo XIX Sir Alfred Tennyson.
La narración de Tennyson es verdaderamente la variante más destacada del
relato, titulada “La Dama de Shalott”, y en ella el destino de Elaine es aún
más doloroso que en la historia de Malory.
En el relato de
Tennyson, Elaine—conocida simplemente como la Dama—se encuentra aislada en una
torre a orillas de un río sin nombre que fluye hasta Camelot. Aquellos que
viven en sus cercanías saben poco de ella, y pasa los días tejiendo imágenes
frente a un espejo que le muestra el mundo reflejado a través de una ventana,
viendo su vida pasar literalmente. Supuestamente ha caído una maldición sobre
ella, desconocida en la historia de Malory, que le impide participar de la vida
más allá de su torre. A través de este espejo es como Elaine ve a Lanzarote,
que pasa cabalgando junto a la torre sin intercambiar una sola palabra con la
Dama, pero no obstante ella se enamora de él. Su maldición se hace realidad
cuando abandona su trabajo e intenta mirar más allá del cristal, por la
ventana, para ver a dónde se dirige su amado. Al hacerlo, su muerte es
inminente. Alcanza el río en una barca, y en ella muere antes de llegar al
palacio. Otro detalle irónico se da nuevamente, pues Lanzarote observa su bella
silueta y lamenta que haya muerto tan joven.
Aun otro relato de
Elaine retrata a esta mujer de manera diferente, ni afligida ni desconsolada
por su amor no correspondido, y es anterior en siglos tanto a la versión de
Malory como a la de Tennyson. En Mort Artu, una variante francesa de la
historia que siguió directamente a la de Salernitano, Elaine es un personaje
mucho más vengativo, pues engaña a Lanzarote para que lleve su prenda en el
torneo y le implica en su muerte escribiendo una muy cruel carta póstuma que se
deposita sobre su cadáver. Aunque está versión fue rápidamente eclipsada por
otros relatos más emotivos, su importancia radica en el poder que reside en sus
personajes femeninos: en Elaine, que fue capaz de hacer que Lanzarote cediera a
su capricho, y en Ginebra, ya que Lanzarote temía su reacción en caso de
acceder a las pretensiones de Elaine. Este tema pierde importancia en relatos
posteriores, pero no cae por completo en el olvido, ya que se culpa
específicamente a Ginebra del abandono de Elaine por parte de Lanzarote en la
novela de Malory.
Aunque se han escrito
más historias sobre la evanescente Elaine de Astolat, las narraciones de Malory
y Tennyson siguen siendo las más destacadas, pese a ser versiones radicalmente
diferentes del relato de la doncella. Ambas nos hablan de un corazón destrozado
y de la tristeza de un personaje cuyo lugar en la línea argumental Artúrica es
corto, y en algunos aspectos, insignificante. Pese a todo, el personaje de
Elaine se ha convertido en símbolo del romance Artúrico tanto como Lanzarote y
Ginebra, y está considerada por muchos un icono de la pureza y la virginidad
medievales.
Fuente: Leyendas, Mitos, Misterios y Enigmas del Mundo
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