jueves, 9 de febrero de 2017
Orcas En Cautiverio: El Lado Oscuro
Después del espectáculo, Dawn Brancheau se acercó al borde
de la plataforma con el entusiasmo de siempre. Atlética, rubia y sonriente,
Brancheau era la entrenadora que hacía suspirar a miles de niñas: “Cuando sea
grande, quiero ser como ella”. Por desgracia aquel día -24 de febrero de 2010-
una orca macho de siete metros de longitud y 5,600 kilos de peso arrastró a
Dawn hasta el fondo del tanque y la mató. La autopsia reveló que la muerte
había ocurrido por ahogamiento y traumas contundentes. De acuerdo con las
primeras declaraciones emitidas por SeaWorld, la víctima había cometido el
error fatal de usar una colita de caballo, misma que la orca había confundido
con un pez o un juguete. Sin embargo, poco después se supo que otras
entrenadoras también se han peinado así, y que el desempeño de Brancheau -quien
tenía 16 años de experiencia y había trabajado durante varios años con ese
animal- solía ser impecable. ¿Y entonces…?
Varias respuestas salieron a la luz gracias a Blackfish, un
escalofriante documental de la cineasta Gabriela Cowperthwaite,estrenado en 2013. El filme revela que Tilikum, la ‘ballena
asesina’, estuvo involucrada en la muerte de otros dos seres humanos. En 1991,
fue una de las tres orcas que mataron a una entrenadora cuando ésta perdió el equilibrio
y cayó dentro de su tanque, en el acuario Sealand of the Pacific (Victoria,
Canadá). Ocho años después, en 1999, mató a un hombre que burló la seguridad de
SeaWorld y se quedó a pasar la noche después de que el acuario cerró. El
intruso apareció muerto sobre Tilikum.
Podría pensarse que estamos ante el Jeffrey Dahmer de los
cetáceos si no fuera por otros ‘detallitos’. Resulta que durante su estancia en
Sealand, Tilikum pasaba toda la noche encerrada en un tanque pequeño y oscuro,
lo cual le generaba altos niveles de estrés. Más tarde, en SeaWorld, sufrió
agresiones por parte de las otras orcas. El hecho es que Blackfish expone lo
cruel que resulta condenar a un animal del tamaño y de la inteligencia de
Tilikum a pasartoda su vida dando vueltas dentro de una tina glorificada. Y la
crueldad empieza mucho antes, desde que los cazadores secuestran ballenitas en
el Ártico para venderlas a los acuarios. Un ex cazador de orcas llamadojohn
Crowe platica que esa experiencia le rompió el corazón y lo cambió para
siempre. “Lo que hice está mal”, dice entre sollozos. “Simplemente mal”. Cara
Wilson-Granat, publirrelacionista que creó exitosas campañas para Sea World,
también está arrepentida. Su testimonio condensa el efecto provocado por
Blackfish entre el público: “El film revela lo que la mayoría de nosotros no
sabíamos ni queríamos creer: que estas ‘alegres’ ballenas, dando piruetas y
siguiendo órdenes, viven miserables, enfermas, volviéndose locas, en estado de
permanente duelo, separadas de sus hábitat naturales y de sus manadas -crías y
madres gritándose unas a otras, aisladas en formas tan crueles y abusivas que
resultan inconcebibles-. No es posible apoyar esta locura inmoral ni mucho
menos aplaudirle con gozo”, dice Wilson-Granat.
De acuerdo con los integrantes de The Orea Project – grupo
activista dedicado a ‘liberar a Willy’ y a todos sus parientes- sobran muchas
razones por las cuales NO deberíamos mantener oreas en cautiverio. He aquí
algunas de ellas:
1 - Las orcas son mamíferos brillantes, con cerebros altamente
desarrollados que crean cultura y tienen diversos lenguajes, así como
estructuras familiares equiparables a las de los humanos. No se justifica que
pierdan su libertad para engrosar los bolsillos de las empresas dedicadas a la
industria del entretenimiento. Esto vale también para los delfines, las belugas
y otros cetáceos.
2 - No existen registros de que una sola orca en su hábitat
natural haya atacado a un humano. Si se les deja en paz, son animales nobles
que viven en manadas muy unidas, comunicándose mediante complejas
vocalizaciones que apenas ahora empezamos a entender. En contra de la versión
oficial que difunden los parques marinos, los biólogos han demostrado que las
orcas viven más tiempo en su hábitat natural que encerradas dentro de un circo acuático.
3 - Las ballenas encerradas se lastiman los dientes
masticando las rejas de metal, se aburren, se estresan y se agreden unas a
otras, provocándose heridas graves que tienden a infectarse. Su estado de salud
es muy inferior al de los cetáceos que viven en libertad.
4 - Toda historia tiene más de un lado. Después de un largo
silencio, SeaWorld emitió un comunicado en donde acusa a Blackfish de explotar
comercialmente una tragedia, ignorando la gestión del parque en favor de la
seguridad y cuidado de los animales. Por otra parte, la familia de Dawn
Brancheau expresó: “Dawn amaba presentar las ballenas al público y educar a la
gente acerca de los animales. No se hubiera quedado en SeaWorld durante 15 años
de saber que las ballenas estaban mal cuidadas”. Los Brancheau advierten
también que Blackfish trató la muerte de Dawn como una ‘nota a pie de página’,
haciendo que los medios se enfocaran exclusivamente en las orcas.
5 - Criar orcas en cautiverio vía inseminación artificial
están poco ético como promover la reproducción de los prisioneros para que sus
bebés nazcan en la cárcel. Por cierto, Tilikum es el semental más fértil y
redituable de SeaWorld, lo cual es irresponsable. ¿Queremos multiplicar la
progenie de una orea cuya agresividad ha sido comprobada?
6 - SeaWorld ya no permite que los entrenadores estén en
contacto directo con las ballenas, pero Tilikum y los demás cetáceos en los
parques marinos languidecen dentro de tanques pequeños. El tema es incómodo,
pues lo que está en juego no es sólo la controversia en torno de Willy, Tilly,
Shamu o Flipper, sino reconocer -o no- nuestra barbarie hacia los animales no
humanos. Sin esa reflexión, ¿merecemos llamarnos Homo sapiens?
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