domingo, 5 de febrero de 2017
La Ciudad Del Cobre
Las crónicas aseguran que el califa omeya ‘Abd al-Malik b.
Marwan se encontraba en Damasco con sus consejeros cuando alguien mencionó al
rey Salomón. Uno de los presentes recordó los poderes mágicos del monarca, que
pudo controlar a los genios y encerrarlos en vasos.
En ese momento, Talib b.
Sahl tomó la palabra para afirmar que dichos vasos habían sido localizados. Al
oír lal cosa, el califa decidió financiar una expedición para ir a por ellos.
El califa responsabilizó al gobernador del Magreb, Musab. Nusayir, de conducir
a buen puerto aquella búsqueda. El enviado del califa, Talib b. Sahl, llegó así
hasta el Zagreb, y ahí emerge un nuevo personaje en la trama, el sayj ‘Abd
al-Samad al-Masmudi, quien se convierte en guía espiritual de Talib.
Podemos decir que la expedición es un viaje de iniciación en
el que los buscadores se topan con un genio encerrado en una columna por de
Dimiryat, visir de Salomón; un Castillo Negro, y la Ciudad de Cobre, que
algunos relatos presentan antes de encontrar los vasos que encierran a los
genios.
Resultaría imposible dar cuenta de las versiones existentes
sobre este caso, pero baste decir que la ubicación de la Ciudad de Cobre, cuya
entrada es infranqueable, varía desde Sicilia al Magreb, pasando por
al-Andalus,
El cronista Ibn al-Faqlh, según cita de Yaqut, relata los hechos de
este modo: “Entre las maravillas de al-Andalus se encuentra la “Ciudad de
Azófar”, que según pretenden algunos sabios fue construida por Du l-Qarnayn,
que depositó en ella sus tesoros y conocimientos y cuya puerta convirtió en
talismán para impedir que alguien entrara. Construyó su interior con piedra de
baht que es el imán de la gente y ello es que cuando alguien mira hacia ella no
puede contener la risa y se lanza voluntariamente sobre ella y no se puede
alejar de ella, lo que acaba provocándole la muerte. Esta ciudad está en uno
délos desiertos de al-Andalus…” En esta versión, el califa de Damasco ordena al
gobernador del Magreb, Musab. Nusayr, que localice dicha ciudad, entre en ella
y le baga saber qué tesoros contiene. A su regreso, el gobernador escribió al
califa:
“. ..Me equipé para cuatro meses y me puse en marcha hacia
los desiertos de al-An-dalus. Conmigo marchaban mil jinetes de entre mis
compañeros para avanzar por caminos que ya se habían borrado y donde las
aguadas habían desaparecido, se habían debilitado las huellas de los caminos y
se habían interrumpido en ellos las noticias, intentando llegar a la
construcción de una ciudad como nadie había visto igual ni nadie había
escuchado tal. Marché durante cuarenta y tres días al cabo de los cuales
apareció ante nosotros un rayo que nos la mostró a una distancia de cinco días.
Su aspecto era terrible, nos atemorizó y llenó nuestros corazones de terror por
su grandeza y lo alejado de sus comarcas. Cuando nos acercamos a ella, vimos
algo maravilloso y cuyo aspecto era terrible, como si no hubiera sido creado
por criaturas humanas (…) Pernoctamos allí siendo la noche más terrorífica que
hayan pasado las musulmanes..!”
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