sábado, 4 de agosto de 2012
La Historia de Ícaro.
En la mitología griega, Ícaro (en griego antiguo Ἴκαρος
Ikaros) es hijo del arquitecto Dédalo, constructor del laberinto de Creta,
entre otras cosas. Fue encarcelado junto a él en una torre de Creta por el rey
de la isla, Minos, por temor a que revelaran el secreto del laberinto.
Dédalo consiguió escapar de su prisión, pero no podía
abandonar la isla por mar, ya que el rey mantenía una estrecha vigilancia sobre
todos los veleros, y no permitía que ninguno navegase sin ser cuidadosamente
registrado. Dado que Minos, el rey, controlaba la tierra y el mar, Dédalo se
puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo Ícaro. Enlazó plumas
entre sí empezando por las más pequeñas y añadiendo otras cada vez más largas,
para formar así una superficie mayor. Aseguró las más grandes con hilo y las
más pequeñas con cera, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de
un pájaro. Ícaro, su hijo, observaba a su padre y a veces corría a recoger del
suelo las plumas que el viento se había llevado, y tomando cera la trabajaba
con su dedos, entorpeciendo con sus juegos la labor de su padre. Cuando al fin
terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y suspendido en
el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera, y le enseñó cómo volar.
Cuando ambos estuvieron preparados para volar, Dédalo advirtió a Ícaro que no
volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado
bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Entonces
padre e hijo echaron a volar.
Pasaron las islas de Samaos, Delos y Lebintos, y entonces el
muchacho comenzó a ascender como si quisiese llegar al paraíso. El ardiente sol
ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro
agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el
aire y cayó al mar. Su padre lloró y lamentando amargamente sus artes, llamó a
la tierra cercana al lugar del mar en el que Ícaro había caído Icaria en su
memoria. Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia bajo el cuidado del rey Cócalo,
donde construyó un templo a Apolo en el que colgó sus alas como ofrenda al
dios.
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