jueves, 2 de agosto de 2012
Hitler Buscó el Santo Grial en España
La Ahnenerbe, sección ocultista de las SS nazis, siguió el
rastro en España del Arca de la Alianza y el Cáliz de Cristo, «armas» que
harían invencible al Tercer Reich
Las investigaciones que llevó a cabo la Ahnenerbe recuerdan
al guión de alguna de las películas protagonizadas por Indiana Jones. La
«secta» paracientífica creada por Heinrich Himmler recorrió el mundo en busca
del origen del pueblo ario, de pruebas de su superioridad racial y de «objetos
de poder» que le permitiesen dominar el planeta. La organización ocultista
también estuvo en España. Los nazis creyeron que en nuestro país podrían
encontrar alguna pista de esos preciados tesoros que los iban a hacer
invencibles.
La Deutsches Ahnenerbe, o «Sociedad para la Investigación y
Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana», fue una organización integrada
en las SS como sección antropológica y arqueológica que investigó los orígenes
misteriosos de la «raza aria». Liderada por el «reichführer» Heinrich Himmler,
y dirigida por el coronel Wolfram von Sievers, convirtió el castillo de
Wewelsburg, en Westfalia, en su cuartel general y destino de las reliquias que
recogía por todo el mundo.
La lanza y la Piedra
Según cuenta Janire Rámila en La Ahnenerbe y la búsqueda de
reliquias, la sección esotérica de las SS quiso robar de la abadía de
Westminster la Piedra de Scone sobre la que se coronan los reyes de Inglaterra
y que, creían los nazis, fue sobre la que Jacob se recostó antes de soñar con
la escalera que llevaba a Dios. Pero el Tercer Reich no consiguió hacerse con
esa «poderosa arma».
La Ahnenerbe tuvo también entre sus objetivos la Lanza del
Destino, con la que el centurión romano Cayo Casio Longinos hirió en el costado
a Cristo. Existían cuatro lanzas, pero los nazis creían que la que se
encontraba en el Museo Hofburg de Viena era la auténtica. Cuando el Tercer
Reich se anexionó Austria, la pieza pasó a manos de Adolf Hitler. Se suponía
que otorgaba la victoria por siempre a su poseedor, y la derrota y muerte a
quien la perdiera. Horas antes de que el «führer» se suicidase en su búnker
berlinés, soldados estadounidenses habían logrado hacerse con la Lanza de
Longinos o del Destino. Sobre la autenticidad de la pieza que robó Hitler no
hay duda. Los análisis efectuados en 2003 revelaron que la hoja de la lanza es
de los siglos VII u VIII.
Himmler contra el padre Andreu Ripoll
De entre todos los «objetos de poder» que buscó la
Ahnenerbe, la pieza más codiciada por la sección ocultista de las SS era el
Santo Grial, que utilizó Jesús en la última Cena y que recogió su sangre cuando
moría crucificado. Se supone que José de Arimatea lo llevó a Europa, y que los
cátaros fueron los últimos en guardarlo en el Languedoc francés. Allí, en las
ruinas de Montsegur, lo buscó infructuosamente uno de los miembros más
destacados de la Ahnenerbe, el ocultista Otto Rahn. Tras el fracaso de este
gurú del esoterismo nazi, Himmler visitó el monasterio de Montserrat y preguntó
por el Cáliz. Como señala Rámila, el «reichführer» quiso visitar los pasadizos
subterráneos de la montaña, muy cercana a Montsegur, pero el padre Ripoll, que
hacía de anfitrión, rechazó la solicitud.
Los nazis sospechaban que más que un objeto santo (San
Greal), el Santo Grial era una sangre real (Sang Real); la sangre davídica de
Jesucristo.
En esa clave interpretaban ellos los romances griálicos:
María Magdalena, refugiada en el sur de Francia, habría engendrado con Jesús
descendencia. Una “fuente de sangre limpia” que circularía por las venas de los
reyes merovingios y, más tarde, de nobles occitanos cátaros.
Los nazis querían erradicar a la Iglesia católica y
recuperar la luz original que aportaría el conocimiento supremo a aquellos que
fuesen dignos de alcanzarlo. En su delirio pretendían ser portadores de la
sangre pura.
Así que no dudaron en adaptar los conocimientos esotéricos
que poseían para crear una religión ocultista hecha por ellos a medida de sus
ambiciones. Envidiaban un poder que se había mantenido durante dos milenios.
Necesitaban dar credibilidad a su doctrina. De ahí que
usurparan objetos sacros para edificar una religión centrada en la supremacía
de la sangre aria, de la que Hitler era el Mesías y Rey, como si fuese
Jesucristo reencarnado.
Miguel G. Aracil cuenta en Himmler en Montserrat: en busca
del Grial que el líder de las SS exigió ver todos los documentos del monasterio
que estuviesen relacionados con el Cáliz. Ante la negativa del padre Ripoll,
Himmler gritó: «¡Todo el mundo en Alemania sabe que el Grial está en
Montserrat!».
Aracil cuenta también que el «reichführer» se negó a besar
la imagen de la Virgen negra de Montserrat, la Moreneta, y demostró su
ignorancia cuando «mientras visitaba el museo del monasterio, al ver unos
restos de un hombre íbero de grandes dimensiones, aventuró que se trataba sin
duda de un guerrero nórdico. Cuando el padre Ripoll le explicó que era un
íbero, no un nórdico, el nazi aseguró enojado que los íberos eran oriundos del
norte de Europa».
Nazis en Toledo
Según cuenta Janire Rámila en Operación Trompetas de Jericó,
otro de los tesoros que ambicionó la Ahnenerbe fue el Arca de la Alianza. Su
búsqueda llevó a la sección arqueológica de las SS hasta España. Según las
Sagradas Escrituras, Dios ordenó a Moisés construir un arca como símbolo de la
Alianza entre Él y el pueblo de Israel. Los judíos la construyeron y guardaron
en su interior las Tablas con los Diez Mandamientos, la vara de Aarón y maná en
un jarrón dorado. Se trataba de un arma poderosa, pues tocarla provocaba la
muerte, y poseerla otorgaba la victoria. Con ella, 40.000 hebreos marcharon
durante siete días alrededor de la ciudad de Jericó, el séptimo día los
sacerdotes tocaron sus trompetas y la muralla de la ciudad se derrumbó.
Pero a los nazis de la Ahnenerbe se les presentaría un
problema en caso de encontrar el Arca. Según la tradición hebrea, sólo un gran
rabino judío podría abrirla sin morir, porque para ello era necesario conocer
el verdadero nombre de Dios. Únicamente mediante la cabalística, o ciencia que
persigue la comprensión de lo divino a través de los números y las letras,
podrían los nazis conocer el nombre de Dios y abrir el Arca. La Ahnenerbe buscó
un cabalista judío, y lo encontró en Auschwitz. El cabalista, que no quería
volver al campo de exterminio, se calló el hecho de que según la tradición,
tras la muerte de Jesús en la cruz y el posterior desgarro del velo del Templo
de Jerusalén, el pacto entre Dios e Israel se rompió, y el Arca perdió su
poder.
Rámila asegura que el cabalista dirigió a la Ahnenerbe hasta
la comunidad judía de Toledo. Allí los nazis debieron encontrar alguna pista
del Arca, porque poco después el almirante Wilhelm Canaris, máximo responsable
del espionaje de la Wehrmacht, decidió dirigirse al madrileño Museo Arqueológico
Nacional, donde creía que podría encontrar el Arca entre una colección de
piezas del Antiguo Egipto supuestamente recopiladas por una logia masónica. Sin
duda los nazis no lograron hacerse con este potente «arma», porque perdieron la
guerra.
Las expediciones al Tíbet y Sudamérica
Algunas teorías de los racistas nazis sostenían que el Tíbet
pudo ser la cuna del pueblo ario. Según cuenta Heather Pringle en El plan
maestro: arqueología fantástica al servicio del régimen nazi, «los
investigadores raciales afirmaban que los ancestros de Alemania conquistaron
Asia en el pasado remoto, dando lugar a una poderosa clase dominante de
cabellos rubios».
La sección arqueológica de las SS envió una expedición al
Tíbet dirigida por el biólogo Ernst Schäfer. Según Pringle, el investigador
racial Bruno Beger, encargado de la parte más esotérica de la misión, midió los
cráneos de 376 personas y sacó moldes de las cabezas y rostros de 17. El equipo
de Schäfer llevó también a Alemania numerosos volúmenes de textos sagrados
tibetanos. La Orden Negra, organización paralela a la sección ocultista de las
SS, estaba interesada en los rituales de los lamas para contactar con los
«seres superiores».
Los nazis de Ahnenerbe también se interesaron por
Sudamérica. Heather Pringle cuenta en su obra que el ocultista «Edmund Kiss
creía que la antigua capital andina de Tiwanaku era creación de unos colonos
nórdicos que habían llegado a Bolivia por mar hacía más de un millón de años
[...] Convenció a Himmler de que le enviara en una expedición de veinte hombres
a Bolivia, un plan que sólo se vería frustrado por el inicio de la guerra».
Según Rámila, un comando de la sección esotérica de las SS, al mando de Karl-Maria
Wiligut, viajó a Sudamérica a fin de hacerse con distintos «objetos de poder»,
como el Martillo de Wotan o las misteriosas calaveras de cristal precolombinas.
Crímenes contra la Humanidad
Ahnenerbe no fue sólo una organización elitista de «arqueólogos»
y «antropólogos» al servicio del ocultismo nazi. También surtió de seres
humanos a la experimentación médica del Tercer Reich. En la entrevista que hizo
González a Heather Pringle, la investigadora habla sobre las atrocidades
médicas patrocinadas por la sección de las SS: «August Hirt y Bruno Beger
seleccionaron prisioneros judíos para la “colección de esqueletos”. Hirt
también los expuso a gas mostaza». La Ahnenerbe inoculó la vacuna del tifus a
personas sanas, y también experimentó con gas fosgeno.
Tras el «Proceso de los doctores» de los juicios de
Nuremberg, Wolfram von Sievers, director de la Ahnenerbe, fue el único miembro
de la sección ocultista de las SS condenado a muerte y ajusticiado por su
participación en el suministro de seres humanos a los experimentos médicos que
se realizaron en los campos de concentración del Tercer Reich. Los intentos de
los nazis por descubrir la esencia aria viajando por todo el mundo y
experimentando con seres humanos no dieron fruto alguno. Tampoco pudieron determinar
qué era la «raza judía». Pringle afirma que «los investigadores alemanes fueron
incapaces de definir científicamente a la raza judía, que no era más que un
constructo ficticio. Un estudio revelaba que el 11 por ciento de los niños
judíos eran rubios y de ojos azules».
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario