Amelia Mary Earhart nació el 24 de julio de 1897 en Atchison, Kansas. Desde pequeña demostró ser diferente al resto. A los 24 años inició su pasión por una actividad que estaba en pleno crecimiento, la aviación. En pocos meses aprendió a volar y se propuso ser la primera mujer en lograr aquellas hazañas que hasta entonces sólo lo habían hecho los varones.
Paradójicamente se hizo conocida por recorrer los Estados Unidos en auto. Aún así, se las ingenió no sólo para volar sino para promocionar la aviación entre las mujeres. Tras esto, se le abrieron las puertas para poder cruzar su país en avión. Para entonces ya era la mujer más famosa de Norteamérica.
El 20 de mayo de 1932 cruzó el Atlántico. Luego de volar de Hawai a California, programó su viaje más osado: dar la vuelta al mundo.
Luego de un fallido intento por errores en el avión, Amelia decidió cambiar los planes de vuelo de oeste a este. Así, el 1 de junio de 1937 Earhart y su acompañante Fredrick Noonan en el Lockheed Electra 10E partieron desde Florida en busca de la más grande hazaña de la historia de la aviación.
Amelia Earhart La ruta sería Florida, San Juan, Puerto Rico, Venezuela, Brasil y de ahí al África y el Mar Rojo. La expedición logró una nueva hazaña al unir sin escalas el Mar Rojo y la India. De ahí volaron a Rangoon, Bangkok, Singapur y Bandoeng. Un monzón impidió seguir el recorrido por algunos días, que fue aprovechado para realizar algunas reparaciones especialmente en los instrumentos de navegación.
El 27 de junio el Electra volvió al cielo llegando hasta Port Darwin, Australia. Aquí se hizo un mantenimiento a la nave para el viaje más difícil: cruzar el Pacífico. Cuando llegaron a Lae, Nueva Guinea, se hizo obvio el resquebrajamiento de la salud de Amelia por la disentería que contrajo en Bandoeng. Pero ya había recorrido las 3/4 partes del vuelo. No había marcha atrás.
A las 00 horas GMT del 2 de julio de 1937 Amelia y Noonan partieron de Lae con 1000 galones de combustible, que permitían una autonomía de vuelo de hasta 21 horas. A las 07:20 horas GMT, Amelia transmitió un reporte que ubicaba a su avión a unas 20 millas al suroeste de las islas Nukumanu.
El viento soplaba a 12 millas por hora más que antes de partir, y al parecer la tripulación del Electra no se había dado cuenta de ello. A las 8 fue la última comunicación con Lae, reportando que iba en curso de las islas Howland. El Itasca, buque guardacostas estacionado en las islas Howland, tenía como misión mantener comunicación con el Electra. Amelia era una gran piloto pero también una inexperta en comunicaciones de radio. Éstas las hacía en muy cortos períodos, insuficientes para determinar su posición.
Al caer la noche, el Itasca buscaba por todas las frecuencias la posición del Electra sin éxito. A las 7:30 pm Amelia envió su último mensaje, un desesperado llamado de auxilio al no poder encontrar las islas, con el avión casi sin combustible. Nadie supo nada más de aquel vuelo.
Dos horas después el Itasca concluyó que el avión cayó por falta de combustible. Aunque las misiones de rescate duraron 15 días, no se halló resto alguno del avión ni de los tripulantes. Este caso sin resolver trajo muchas teorías (varias de ellas testimoniadas) de los últimos momentos de Amelia Earhart.
La versión más creíble y fantástica a la vez fue la captura de Earhart y Noonan por parte de los japoneses, cuando en los últimos restos de combustible lograron encontrar unas islas aterrizando de emergencia. Varios testigos afirman (esto es sólo una teoría no comprobada) que ella y su acompañante fueron llevados a un campamento militar, del cual fueron desvestidos e interrogados, siendo al día siguiente ejecutados en un paraje de la selva. Otros testigos dicen que el avión fue llevado a otra isla y luego incinerado.
Otra teoría que se desprendió de ésta (luego desechada) fue que Earhart fue obligada a transmitir mensajes contra las tropas americanas con el seudónimo de la "Rosa de Tokio" durante la Segunda Guerra Gundial. Quizá una teoría más realista fue el aterrizaje adrede del Electra al mar, a sabiendas que podrían sobrevivir unas horas con el avión a flote. El punto débil de esta afirmación es que ni siquiera se hallaron rastros de los botes salvavidas, ya que es impensable suponer que no los utilizaron al ser éstos su última esperanza de permanecer con vida.
Hasta hoy no se sabe a ciencia cierta lo que pasó en las últimas horas del 2 de julio de 1937, sin duda uno de los misterios más grandes de la historia de la aviación.
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