El hombre, un ser eléctrico que recibe y emite ondas, ha modificado el medio ambiente en términos de electricidad. Ha construido con acero en perjuicio de ciertos materiales aislantes tradicionales, como la piedra, los ladrillos y la madera, que sabían proteger su organismo. Se encuentra tan rodeado de objetos metálicos que se carga lo mismo de una excesiva carga eléctrica que la pierde por completo. Ambos extremos son malos y esto lo sabían los antiguos que tantos misterios de la humanidad nos han dejado. En el versículo 25 del capítulo XX del Éxodo bíblico se dice, muy claramente, que no conviene utilizar instrumentos de metal, sino de piedra. Cuando llega en dosis masivas, la electricidad puede matar: un rayo, la caída de un cable de alta tensión, la tan tenebrosa silla eléctrica, suelen conducir a resultados fatales. Pero puede a veces aliviar, si se sabe aplicar con tino.
Fue lo que quiso intentar Franz Antón Mesmer (1734-1815) para curar ciertos males. Suponía este médico vienes que el espacio está ocupado por un fluido que ejerce su acción sobre el organismo. En sus tiempos, muchas personas consideraron su teoría pura charlatanería, pero en la actualidad no faltan los que comienzan a ver algo de verdad en la tarea realizada por Mesmer: el fluido del que hablaba vendría a ser las ondas EM, que supo canalizar para la curación de ciertos males de origen eléctrico.
Los misterios de la humanidad y los curanderos que aplican sus manos sobre los pacientes, ¿obtienen los efectos terapéuticos buscados por simple sugestión o porque saben aplicar los estímulos eléctricos, como hacía Mesmer? Tal vez sea así, pero es preciso aclarar que la acción invisible ejercida por la electricidad se convierte en ocasiones en funesta contaminación cuando se abusa de ella. Se presenta con mayor intensidad entre quienes viven en lugares poco o nada naturales, cerca de centrales eléctricas, estaciones de radio o televisión, de cables de alta tensión. Colocarse cerca de un motor eléctrico de gran potencia puede resultar nocivo para la salud. Retrasa ciertos procesos biológicos vitales, como la actividad enzimática y la formación de anticuerpos, entre otros. Además de esta acción de las radiaciones todavía existe otro peligro que amenaza a cada instante a los seres humanos, y este peligro es en parte una consecuencia del electromagnetismo exterior.
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