jueves, 3 de diciembre de 2020
Amigas para Siempre
Año 1982. Alicia y Sara eran dos chicas, ambas de 15 años, e
íntimas amigas desde la más tierna infancia. Vivían en el mismo barrio,
estudiaban en el mismo.
Instituto, iban a la misma clase... en fin, eran
inseparables. Sin embargo, tenían caracteres muy diferentes. Alicia era alegre
y extrovertida, mientras que Sara era muy tímida y callada.
Cierto día, Sara le propuso a Alicia:
- ¿Por qué no hacemos un juramento de sangre?
- ¿Qué?
- Mira, por si algún día perdemos el contacto, juramos que
la que muera antes de nosotras dos, irá a avisar a la otra.
- Qué tontería, Sara, nosotras siempre estaremos juntas.
Ante la insistencia de Sara, y entre asombrada y divertida,
Alicia al final aceptó la propuesta. Ambas se practicaron un corte con una
navaja en el dedo índice de la mano derecha, y sellaron el pacto a la luz de
unas velas. Pasaron los años.
Alicia había terminado sus estudios de derecho,
tenía un buen trabajo, una casa preciosa y un marido y un hijo maravillosos.
Hacía mucho que no veía a Sara, la amiga de su juventud, aunque a veces se
acordaba de ella cuando se veía la cicatriz de su dedo índice. Al final, la
vida les había llevado por caminos distintos y no habían vuelto a verse desde
que acabaron el instituto. Una noche, Alicia tuvo una horrible pesadilla: iba conduciendo,
cuando de repente un camión invadía su carril y chocaba con su coche.
Se despertó empapada en sudor, y justo en ese momento, oyó
llamar al timbre de la casa. Eran las 3 de la madrugada. Miró a su marido, que
dormía profundamente a su lado, en ese momento, el timbre volvió a sonar con
insistencia. Maldiciendo por lo
bajo y preguntándose quién podría ser a esas horas, Alicia
se levantó y fue a abrir la puerta.
Cuando abrió la puerta y vio a la mujer que estaba en el
porche, abrió la boca,
totalmente anonadada. Aunque había cambiado bastante, la
reconoció enseguida. Allí, terriblemente pálida, ojerosa y con una enorme
herida sangrante en la cabeza, estaba su antigua amiga Sara.
- ¡Por Dios, Sara! ¿Qué ta ha ocurrido? Entra, te curaré esa
herida.
- ¡Cuánto tiempo sin vernos!
Sara no se movió de donde estaba.
- He venido a cumplir mi promesa, Alicia. He muerto y vengo
a decírtelo.
Alicia se quedó sin habla.
- Ya que la vida nos ha separado, estaremos juntas en la
muerte. Te estaré
esperando...- dijo Sara levantando el dedo índice. Acto
seguido, desapareció.
Alicia empezó a notar un dolor persistente en su propio dedo
índice, al mirárselo descubrió que lo tenía empapado en sangre, como si se le
hubiera vuelto a abrir el corte que se hiciera años atrás... Lanzó un alarido
estremecedor y cayó desvanecida al suelo.
Al día siguiente, despertó en su cama y pensó que todo había
sido un mal sueño. Encendió el televisor para desayunar, y lo que vio la dejó
helada: la noche anterior, a las 3 de la madrugada, había habido un accidente
de tráfico: un camión había chocado con un coche, y la conductora del mismo
había fallecido en el acto.
A partir de aquél día, su vida se convirtió en un auténtico
infierno. No comía, se olvidaba de recoger a su hijo en el colegio, no rendía
en el trabajo... Y todas las noches tenía el mismo sueño, en el cual oía llamar
a la puerta, y al abrir veía a Sara levantando el dedo índice y diciendo
"te estaré esperando", tras lo cual siempre se despertaba con un
dolor insoportable en su dedo lleno de sangre.
Su marido no entendía lo que le estaba pasando, los médicos
no encontraban ninguna explicación, y finalmente internaron a Alicia en un
psiquiátrico. Allí no hizo sino empeorar, ahora en sus pesadillas veía a Sara
junto a su cama. Una noche, un celador del psiquiátrico oyó un espantoso ruido
de cristales rotos que provenía de la habitación de Alicia.
Al entrar en la habitación vio que la ventana estaba rota,
se asomó y vio a Alicia tirada sobre la acera en medio de un charco de sangre.
Tenía una gran herida en la cabeza y a su lado, en el pavimento, alguien había
escrito con su sangre: "AMIGAS PARA SIEMPRE".
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