martes, 3 de noviembre de 2020
Afrit: El Vampiro del Rey Salomón
Otras variantes de
su nombre son: Afreet, Afreeti, Afrite, Efreet, Efreeti, Efrit,
Ifreet. Todos ellos derivan de una criatura vampírica muy popular en
el mitología del desierto: los Ifrits.
La leyenda africana
sostiene que cuando una persona es asesinada los Afrit rondan el
lugar del crimen buscando la última gota de sangre en caer al suelo.
Teniendo en cuenta
la sed proverbial de las arenas del desierto, capaz de absorber
cualquier líquido en cuestión de segundos, los Afrit pueden pasar
varias semanas, incluso meses y años enteros, buscando entre los
granos de arena hasta hallar los restos de aquella fatídica gota de
sangre.
Los Afrit,
esencialmente criaturas incorpóreas, siempre logran ubicar el
paradero de la gota de sangre, aún si esta solo sobrevive en
dimensiones microscópicas. Sobre ella, o alrededor, poco apoco los
Afrit van desarrollando consistencia, abandonando así el mundo de lo
intangible para convertirse en vampiros perfectamente sólidos.
Las tradiciones
africanas poseen varios remedios caseros para evitar la formación de
los Afrit. El primero y más accesible es apelar a métodos menos
sangrientos de asesinar a alguien, como el estrangulamiento o el
envenenamiento, aunque se corra el riesgo de despertar a otras
criaturas del plano astral que se alimentan de la energía segada
brutalmente durante el crimen.
Una vez que el Afrit
se convierte en un vampiro sólido, la forma más efectiva de
deshacerse de ellos es ensartándoles una vara de hierro en el
corazón.
Cuando su cuerpo
físico es destruido los Afrit regresan a la vida inmaterial que
flota como un espejo distorsionado sobre las arenas inmemoriales. A
veces, cuando las condiciones son adecuadas, pueden adoptar
provisionalmente alguna forma física, por ejemplo, aquella silueta
rojiza y cornífera con la que son representados en los bestiarios
medievales.
La palabra Afrit
significa "nómada", pero en un sentido terrible ya que
alude a los espíritus salvajes del desierto, inconstantes y
vagabundos, cuya dieta frugal se reduce a la sangre reseca de quienes
caen vencidos por el calor.
Para otros, la
etimología de su nombre procede del persa antiguo afritan, "crear";
es decir, el que se crea a sí mismo, como vimos antes, a partir de
una gota de sangre.
En la Edad Media los
Afrit poseían una influencia mayor entre los mitos musulmanes. Se
creía que los Afrit eran poderosas criaturas aladas hechas de fuego,
asociadas directamente con la líneas de descendencia tribales, es
decir, parte inseparable de las familias más antiguas y poderosas
del desierto.
Según esta
tradición, existían Afrit femeninos y masculinos, creyentes o
descaradamente ateos, e incluso con inclinaciones singulares por el
bien o el mal. Por aquel entonces eran invulnerables a las armas pero
visiblemente frágiles frente a la magia.
En el cuento de Las
mil y una noches: La semilla de Iblis, se desliza la creencia de que
los Afrit son incluso anteriores a la creación del hombre. Sin ir
más lejos, los propios Afrit se consideran superiores al ser humano,
creado con barro, mientras que ellos mismos proceden del aliento de
Dios.
Las diferencias
entre los Afrits y los humanos comenzaron en el paraíso. El rey de
los Afrit, llamado Iblís, se rehusó a postrarse frente a Adán, a
quien consideraba como un ser menor, siendo que había sido formado
de barro; altanería que fue castigada duramente por el Altísimo.
El único ser humano
al que los Afrit siguieron con absoluta fidelidad fue Sulaymán
(Salomón), hijo del rey David, llamado también Señor de los Afrit,
quien pactó con ellos un trato de obediencia y luego encerró
rebeldes en jarrones de cerámica sellados con plomo.
En el Ars Goetia,
por ejemplo, se explica el procedimiento para controlar y domesticar
a los Afrit.
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