jueves, 9 de abril de 2020
Las Hermanas Caníbales
En 2007, Klara
Mauerova y su hermana Katerina fueron acusadas y condenadas, junto a
otras tres personas, por practicar el canibalismo.
Así, las dos
hermanas sometieron a repugnantes torturas a los hijos de Klara,
Ondrej, de ocho años de edad, y su hermano Jakub, de diez.
Klara Mauerová
nació en Kurim (República Checa) en 1975. Fue una niña inadaptada,
cuyos frecuentes arranques místicos la hacían compararse con Juana
de Arco. Siempre repetía que estaba destinada a cumplir una misión
designada por Dios. Su hermana Katerina tenía una personalidad
semejante, y ambas fantaseaban con las grandes cosas que harían
cuando llegara el momento.
Todo comenzó cuando
conocieron a Barbora Skrlová en la Universidad. Esta aprovechó su
enfermedad para manipularlas: tenía el aspecto eterno de una niña
de 12 años pese a tener 33. Un problema con sus glándulas le daba
esa apariencia. Aprovechando esta circunstancia, había sido adoptada
por una familia que la ingresó en un psiquiátrico al descubrir que
se trataba de una mujer adulta con una conducta extremadamente
violenta.
Barbora Skrlová
sentía celos de los hijos de Klara, así que manipuló sutilmente su
cabeza y la de su hermana, contándoles cientos de mentiras sobre sus
niños para que los encerraran en el sótano en una jaula de hierro.
Pertenecían a una secta, el Movimiento Grial, que apoyaba este tipo
de prácticas, así como el canibalismo, la promiscuidad sexual, el
incesto.... De hecho, el líder de la secta, que se hacía llamar
Doctor, se comunicaba con ellas a través de mensajes de texto
diciéndoles que los niños eran malcriados y debían torturarlos por
su bien.
Este movimiento se
basaba en escritos realizados entre 1923 y 1938 por el alemán Oskar
Ernst Bernhardt, recogidos en el Mensaje del Santo Grial, en los que
afirmaba que el hombre puede llegar al Paraíso haciendo cosas buenas
en la Tierra.
Ondrej y Jakub
fueron encerrados en una jaula en el sótano de la casa familiar.
Desde ahí les daban de comer, les sometían a torturas, los
humillaban, les daban descargas eléctricas, les azotaban con
cinturones... Los pobres niños dormían en esa jaula, completamente
desnudos, con marcas de cigarrillos en sus brazos, rodeados de
excrementos.
Un día, Barbora
tuvo una idea novedosa. Comenzaron a darle de comer a los niños
abundantemente. Subieron de peso. Entonces, su propia madre bajó al
sótano con un cuchillo y le pidió a Ondrej qye sacara una pierna.
Sujetado por su hermana Katerina y por Barbora, le arrancó trozos de
carne, y, en medio de los gritos de terror de ambos niños, devoraron
sus pedazos. Su cinismo era tal, que cada vez que les arracaban
pedazos de carne para comérselos, se burlaban de los niños riéndose
a carcajadas.
Jakub, permaneció
en vilo un mes. Sabía que, tarde o temprano, a él le ocurriría lo
mismo que a su hermano. Así fue. La siguiente ocasión le tocó a
él. Su madre le arrancó pedazos de un brazo. A partir de ese
momento, cada mes el sangriento ritual tenía lugar: las mujeres
bajaban, Klara le arrancaba pedazos de carne a uno de los niños y
luego las tres los devoraban allí mismo.
Los abusos se
descubrieron cuando un vecino instaló un monitor de vigilancia de
bebé y recogió la señal de un monitor idéntico de al lado
mostrando a una de las víctimas golpeada, desnuda y encadenada en un
sótano. Y es que Klara había instalado una cámara para ver el
sufrimiento de sus hijos desde la cocina de su casa...
El vecino avisó a
la policía, que al llegar encontró a uno de los niños desmayado, y
al otro en estado de shock, con heridas terribles en un cuerpo
carcomido. El hedor a sangre, mugre, orina y excremento era
insoportable. El suelo estaba pegajoso y en las paredes había
manchas de sangre seca. Parada frente a la jaula había una niña. O
lo que pensaron era una niña. Era Barbora Skrlová, que sujetaba un
osito de peluche. Les dijo que se llamaba Anika y que era la hija
adoptiva de Klara. Los agentes pensaron que era otra víctima y la
sacaron de aquel horror. Una vez en la calle, Barbora Skrlová
aprovechó para fugarse. Huyó a Noruega, donde se hizo pasar por una
niña llamada Adam que fue adoptada por un matrimonio noruego. La
inscribieron en la escuela primaria y pasó casi un año hasta que la
policía checa la encontró y la arrestó ante la mirada atónita de
sus padres adoptivos, que no comprendían por qué una niña era
capturada como un criminal.
El caso fue un
escándalo. Los niños fueron hospitalizados; uno de ellos finalmente
murió. El otro pudo declarar en el juicio contra su madre y su tía,
narrando los horrores vividos en aquel sótano durante un año.
Las tres
protagonistas están pendientes de una condena de entre 8 y 12 años.
También se dieron penas de cárcel a otros tres que tomaron parte:
Hana Basova, de 28 años, y Jan Skrla, 25, fueron condenados a penas
de 7 años cada uno, mientras que otro hombre, Jan Turek, será
encarcelado durante 5 años.
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