miércoles, 1 de abril de 2020
La Chica del Asiento de Atrás
Julián acababa de
terminar su turno de noche, únicamente debía dejar el autobús en
la cochera antes de regresar a casa, un trayecto de unos 25 minutos
que siempre se le hacían eternos.
Mientras
transportaba pasajeros su trabajo era entretenido pero, con el
autobús completamente vacío, los minutos se volvían horas. Además
estaba especialmente cansado, ya que la noche anterior apenas había
dormido cuatro horas. Mientras conducía, el sueño le iba venciendo
y sin querer pegaba algún pequeño cabezazo.
Se durmió apenas
unas décimas de segundo, tiempo suficiente para perder el control
del autobús y pegarse el susto de su vida al encontrarse en mitad de
la calzada a una chica que, asustada, trataba de esquivar el pesado
vehículo. Todo fue en vano: la velocidad a la que iba el autobús,
unida al estado de aletargamiento del conductor provocaron que,
incluso pisando el freno hasta su tope, el vehículo arrollara a la
joven.
Julián quedó en
shock, sin duda el accidente había sido su culpa y la chica estaba
muerta, de eso no había duda. Mirando por el espejo una vez detenido
el autobús, se podía ver como el cuerpo boca abajo estaba
destrozado. No había nadie cerca que hubiese visto el accidente y
miles de ideas se agolparon en su cabeza. Se imaginó en la cárcel y
sin nadie que pudiera llevar el pan a la mesa de sus dos hijos. En el
mejor de los casos perdería su trabajo ya que había excedido las
horas legales en que podía conducir un trasporte. Seguro que su
jefe, cuando se iniciara una investigación, le echaría a la calle
antes de buscarse problemas él mismo.
Asustado y aún
confuso pegó un acelerón comprobando que no hubiera nadie cerca que
pudiera identificarle, escapó de allí sin tan siquiera bajarse del
vehículo y en su huida no respetaba señales de tráfico ni los
límites de velocidad. Una fuerte culpa le oprimía el pecho y como
por instinto miró por el espejo interior del vehículo, no había
nadie en los asientos, pero sentía como dos ojos le punzaban en la
nuca, como si alguien le mirara fijamente. Entonces la vio…
En el último
asiento había una chica sentada que no dejaba de mirarle, giró su
cuerpo para revisar la parte de atrás sin usar el espejo, pero no
había nadie. Temblando y con el cuerpo casi agarrotado por el miedo,
regresó su mirada a la carretera, pero casi involuntariamente volvió
a mirar por el espejo. La chica se levantó y comenzó a avanzar
hacia él, de nuevo se giró y no pudo ver a nadie. Un nuevo
escalofrío le recorrió la espalda, estaba tan asustado que quería
bajarse del autobús y salir corriendo, pero incluso para eso era
demasiado cobarde.
Julián se giraba
una y otra vez a mirar la parte trasera del vehículo, no había
nadie, pero él sabía que estaba ahí, podía sentir su mirada
clavándose en él. No se atrevía a mirar ese espejo que parecía
tener algún extraño vínculo con el mundo de los muertos. Pero como
la polilla que se acerca demasiado a la llama y acaba quemándose por
no poder controlar sus instintos, Julián miró una vez más por el
espejo.
La chica no se había
movido desde la última vez, estaba en el mismo lugar, como
congelada, pero al regresar la mirada de Julián al espejo fue como
si se reactivara, avanzó inexorablemente hasta el asiento del piloto
mientras Julián, paralizado, no podía apartar la mirada de la joven
que se le acercaba hasta que extendió su mano y agarró el hombro
del conductor.
Julián sintió que
un frío intenso le quemaba el hombro pero, justo un segundo después,
una fuerte luz le alertó de que debía mirar de nuevo hacia la
carretera. Allí, un camión le avisaba con sus luces de que estaban
a punto de colisionar. Julián giró bruscamente el volante y el
autobús perdió el control precipitándose por una ladera, el viaje
terminó tan bruscamente como comenzó al impactar de frente contra
un enorme árbol que se doblegó ante varias toneladas de acero.
El hombre despertó
un día después en el hospital, la mirada incriminatoria de una
enfermera le alertó de que algo iba mal, deseaba que todo fuera tan
sólo un sueño o mejor dicho una pesadilla, pero una pareja de
policías que habían estado esperando en la puerta de su habitación
apareció tras que la enfermera les comunicó que él había
recobrado la consciencia.
“Buenas tardes,
señor, estamos aquí porque existen indicios de que el autobús que
usted conducía atropelló a una joven la noche del viernes, se han
encontrado restos de sangre que coinciden con los de la víctima y un
fuerte impacto en su carrocería. ¿Reconoce usted a la chica de esta
foto?”
Julián palideció
al reconocer al fantasma que vio en el espejo e inmediatamente sintió
de nuevo un frío desgarrador en el hombro. La chica aún seguía con
él, esperando que cometiera el error de mirar de nuevo a un espejo
para llevárselo con ella… Entonces Julián rompió en llanto y
confesó todo a los policías…
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