domingo, 11 de noviembre de 2018
Objetos Malditos
Existen objetos
que tienen tras de sí infranqueables maldiciones. Tal es el caso del
Diamante de la Esperanza, del Zafiro Púrpura de Delhi y del coche de
James Dean. Pero también hay otros objetos que son malditos en el
sentido de traer malas energías: muñecos vudú, cráneos, símbolos
satánicos, etc…
Un objeto maldito es
algo que puede comprenderse de las siguientes formas: o bien como un
objeto que simplemente atrae mala energía; o ya, en sentido
estricto, como un objeto que atrae mala energía y está ligado a una
maldición concreta. Un aspecto muy importante es si el objeto ha
sido o no infestado, pudiendo esa infestación ser ejercida por un
ente astral sin conciencia (una larva astral, por ejemplo), o por un
espectro consciente, o inclusive por un demonio… En todo caso, la
intensidad de la mala energía atraída por el objeto, puede ir desde
manifestarse en la simple “mala suerte”, hasta manifestarse en la
muerte de quien posee el objeto, ocurriendo esto último
prácticamente siempre en objetos que han recibido una maldición
concreta.
Existen diversos
criterios para clasificar a los objetos malditos. Uno de ellos es el
carácter individual o el carácter genérico del objeto: de ese
modo, el auto de James Dean pertenecería a la primera clase,
mientras que las estatuillas de Satanás y los muñecos de vudú a la
segunda clase. Otro criterio de clasificación, muy usado por los
versados en el tema, es el de objetos que sufrieron una maldición
por ser usados en magia negra, y el de aquellos que no participaron
en forma alguna de magia pero están vinculados a un espíritu.
En el primer caso,
el practicante de magia negra establece deliberadamente una maldición
sobre el objeto. Aquí siempre la maldición busca perjudicar a una
persona o a un grupo de personas. Generalmente ocurre lo primero, y
en tal caso el practicante de magia negra suele buscar un objeto que,
a partir de un vínculo con el blanco de la maldición, sea propicio
para detentar la maldición. El ejemplo paradigmático es el muñeco
de vudú, pues el hechicero busca siempre cabellos, restos de uñas,
sangre, pelo o algún otro elemento que sirva como puente energético,
tal y como puede ser un anillo (suponiendo que lo consiga) o algún
otro objeto que la víctima pensada use con frecuencia. Teóricamente,
el o los elementos usados como puente energético entre la
representación (muñeco) y lo representado (persona), estarán
ligados astralmente con la persona, por lo cual, en conjunción con
el proceso a seguir (pasos del ritual, visualizaciones), permitirán
que lo enviado al muñeco termine llegándole, en mayor o menor
medida, a la persona destinataria de la maldición… Ahora bien: ¿de
qué forma esto hará que el muñeco de vudú sea un objeto maldito
en general y no solo para la persona destinataria de la maldición?
La explicación está en que prácticamente siempre hay espíritus o
demonios que ayudan al hechicero en el proceso, y que para tal
propósito colocan sus energías en el muñeco, de modo que éste
sigue representando un imán de calamidades para quienquiera que lo
tenga cerca.
En el segundo caso,
el de los objetos que no han participado en magia negra pero están
ligados a una entidad espiritual negativa (un mal espíritu o un
demonio), vemos que por lo general ese vínculo (entre el objeto y la
entidad) se ha producido porque, antes de que existiese, el objeto ya
tenía malas energías (energías de los bajos planos astrales), las
cuales resultaban atractivas para la entidad. Esto suele darse cuando
el objeto ha permanecido mucho tiempo en lugares repletos de
vibraciones espirituales oscuras, tales como sitios de culto
satánico, lugares donde se hacía magia negra, casas encantadas,
etc. Pero también, aunque el objeto no haya permanecido en ese tipo
de lugares, puede terminar siendo infestado por haber estado muy
vinculado a alguien que fue poseído o perseguido por demonios o por
espíritus malvados. Sin embargo, las anteriores no son las únicas
posibilidades. Podríamos, por ejemplo, imaginar el caso de un
asesino serial que mataba siempre con el mismo cuchillo, dejándolo
tan impregnado con su energía que éste se vinculó con el asesino
al punto de que luego de su muerte, el cuchillo se transformó en un
potencial imán de su presencia, y de crímenes semejantes en quien
deviniese en su nuevo dueño. En cuanto a casos reales, se sabe de
familias que viajaron y trajeron figurillas que se usaban en cultos
paganos donde se invocaban espíritus: así, al dejar las figurillas
en sus hogares, éstas terminaron por desatar actividad paranormal
vinculada a los espíritus con cuyas invocaciones estuvieron
asociadas. Y es que, y es preciso aclararlo, no es necesario que la
entidad representada por la figurilla sea real: basta con que se
emplee la figurilla en actividades de invocación, pues esto funciona
como un imán para espíritus malos o poco evolucionados.
Cosa aparte es cómo
deshacerse de un objeto maldito, ya que: si se lo bota o se lo deja
en otro lugar, muy probablemente el objeto regresará
misteriosamente, o si tenía un espíritu vinculado, es bastante
posible que el espíritu no se vaya; si se lo quema, o bien no se
quema bien y sigue influyendo, o bien su efecto no cesa del todo, al
menos por cierto tiempo. Por eso, el demonólogo Lou Gentile
recomienda tomar el objeto, adjuntarle una nota que explique el
problema, y depositarlo a las puertas de alguna iglesia,
preferiblemente evangélica, pues los evangélicos suelen dar más
importancia a estos asuntos que los católicos.
.
CELEBRES OBJETOS
MALDITOS
El Diamante de la
Esperanza
La leyenda sitúa el
origen de esta gema en la India, donde se cree que estaba engarzado
en una estatua de la diosa Sita, dentro de un templo de dicha deidad.
Pero el diamante fue robado, y no se supo de él hasta los años
1660-1661, fecha en que el mercader francés Jean Baptiste Tavernier
lo adquirió y se lo vendió al rey Luis XIV de Francia, en el año
1669, a cambio de 220.000 libras.
Se cree que el
diamante tenía una maldición, a consecuencia de la cual, tras
venderlo, Tavernier terminó quebrando económicamente y huyendo a
Rusia, donde murió de frío y su cadáver fue encontrado
mordisqueado por las ratas…
En cuanto al rey
Luis XIV, éste guardó el diamante en un cofre, y en 1691 la gema
apareció cuando se hizo un inventario del tesoro real. Fue allí que
Madame de Montespan, amante del rey, se encaprichó con el diamante e
insistió hasta que el rey se lo dio: grave error, ya que en poco
tiempo cayó en la miseria y en 1707 murió en el olvido. Además, en
los últimos años del siglo XVII Francia sufrió plagas y epidemias,
lo cual fue adjudicado al diamante, aunque evidentemente es una
exageración desproporcionada. Volviendo a Luis XIV, éste le mostró
el diamante al embajador del Sha de Persia, en una visita efectuada
el 7 de diciembre de 1715. Quizá por eso, él mismo murió sin que
nadie lo esperase, y su sucesor (Luis XV) ordenó meter el diamante
en un cofre, olvidándose de la joya; muy acertadamente, pues a él
no le sobrevinieron desgracias.
Posteriormente,
durante el reinado de Luis XVI, la esposa del rey, María Antonieta,
se apropió de la joya en 1774, pero se la terminó prestando a la
princesa de Lamballe. No se sabe si fue el diamante, pero los
supersticiosos culpan a la hermosa gema por el hecho de que, en el
contexto de la Revolución Francesa, María Antonieta, el rey y la
princesa de Lamballe, fueron todos decapitados.
Ya en 1792, unos
ladrones se apoderaron del diamante, pero el esplendor de la gema los
impulsó a matarse por ella, y solo uno sobrevivió para quedársela
hasta 1820, año en el cual se la mostró al tallador holandés
Wilhelm Fals para que éste sacara dos joyas del diamante. La primera
de esas joyas fue adquirida por Carlos Federico Guillermo, duque de
Brunswick, quien tras adquirirla se quedó en la calle sin que
hubieran pasado más de dos meses… La segunda fue tomada por el
hijo del tallador Wilhelm Falls, quien la cogió “prestada” para
vendérsela a un francés llamado Beaulieu, pero tras eso su padre
murió de dolor, y entonces él se suicidó…
Asustado tras
enterarse de todas las desgracias vinculadas a la gema, Beaulieu
vendió la piedra a David Eliason, un curtidor judío, quien tras
comprarla se enteró de la leyenda y se la vendió al rey Jorge IV de
Inglaterra; el cual, ignorando las desgracias que ensombrecían el
resplandor del diamante, lo incrustó en la corona que estaba
haciéndose… He aquí donde se ve el poder de esta piedra maldita,
porque el rey perdió la cordura en 1822, y murió ocho años
después.
Muerto Jorge IV,
aparece en escena el adinerado Sir Henry Hope, quien coleccionaba
joyas pero no quería arriesgarse con el diamante, así que contrató
a un grupo de rosacruces para que hiciesen una ceremonia mágica y
exorcizaran a la joya. Ni siquiera los insignes rosacruces pudieron
con la joya, que fue bautizada con su nombre actual tras la ceremonia
de exorcismo que supuestamente había tenido éxito.
Creyendo que la gema
era inocua, Sir Henry se la quedó y en 1901 la vendió a un
norteamericano llamado Colot. Al parecer, la ceremonia rosacruz había
servido pero solo para Sir Henry, porque Colot perdió su salud y su
fortuna tras adquirir la joya, y desesperado se la vendió al
príncipe Kanitowski, un noble ruso aficionado a las juergas, y
dotado de una inmensa fortuna.
Kanitowski,
mujeriego de vocación, fue a París y allí le regaló el diamante a
una vedette (un tipo de bailarina), aunque después tuvo una pelea
con ella y la mató a tiros… Tras recuperar el diamante, Kanitowski
se lo vendió al griego Simón Montarides.
Poco después de
adquirir la gema, Simón iba en un carruaje con su mujer y su hijo,
pero el carruaje se cayó y todos murieron… Al parecer el diamante
no estaba con Simón, porque luego Abdul Hamid II, rey de Turquía,
lo adquirió, terminando por perder el trono en una revolución, y
acabando sus días tras los barrotes de una prisión. Quien se
apoderó del diamante después, desapareció en pleno océano, pero
la gema no estaba con él y fue a parar bajo la custodia de un banco
francés, el cual “misteriosamente” terminó por quebrar, antes
de lo cual le vendió el diamante al director del Washington Post.
Tampoco el director
del Washington Post fue perdonado por la joya, pues su esposa enfermó
gravemente y su hijo fue atropellado por un carruaje… Temiendo
cosas peores, vendió el aciago diamante a la familia Mac Lean.
Al igual que todos,
los Mac Lean fueron castigados por el diamante: en 1918 uno de los
hijos, de ocho años, murió atropellado, luego una hija murió por
sobredosis de somníferos, y finalmente el padre de la familia se
deprimió y terminó sus días en un manicomio… Miseria, el
diamante dejaba miseria a donde fuera que estuviese: consciente de
ello, la señora Mac Lean hizo guardar el diamante en una bóveda de
seguridad, donde lo tuvo por 20 años hasta que su nieta Evelyn Wash
Mac Lean falleció misteriosamente en Texas.
Finalmente el
diamante fue vendido al experto en diamantes Harry Wiston, quien para
no arriesgarse lo transfirió al Smithsonian Institute de Washington,
donde aún permanece hasta nuestros días, encerrado tras una urna de
cristal, cual si fuese un brillante asesino…
.
El Diamante
Koh-i-Noor
Este diamante, cuyo
nombre significa “La Montaña de Luz”, tiene un pasado nada
luminoso… Pesa 105 quilates, alguna vez estuvo entre los más
grandes diamantes del mundo, y ha pasado por manos de gobernantes
hindúes, mongoles, persas, afganos, sikh y británicos. Fue tomado
como trofeo de guerra una multitud de veces, y todos sus propietarios
perdieron el trono o cayeron en desgracia. La razón de eso está en
la maldición que tiene, y que figura en un texto hindú del año
1306, fecha de la primera aparición confirmada de la joya. Dice así
la maldición: ‹‹Quien posea este diamante dominará el mundo,
pero también conocerá todas sus desgracias. Solo Dios, o una mujer,
pueden llevarlo con impunidad››.
Debido a la
maldición del diamante, se sugiere que, si el monarca que lo posee
es hombre, debe entregárselo a su esposa. En todo caso, durante la
colonización británica de la India el diamante fue a parar a la
Corona Británica, cayendo en manos de la Reina Victoria, quien lo
pudo portar impunemente porque era una mujer.
Actualmente el
diamante sigue siendo propiedad de la Corona Británica, y se exhibe
como atracción turística en la Torre Británica. India lo ha
reclamado enfáticamente, pero Inglaterra nunca se lo devolverá.
.
El Zafiro Púrpura
de Delhi
Científicamente
esta joya no es algo demasiado sorprendente, pero histórica y
culturalmente sí. Se trata de una enorme amatista (confundida con un
zafiro) de color púrpura, rodeada por un misterioso anillo de plata
en que se ven símbolos astrológicos y palabras místicas; a los
lados del anillo de plata que rodea la gema, están dos joyas
escarabajo talladas juntamente.
Se cree que la joya
es originaría de la India, que estaba en un templo de la diosa Indra
en la ciudad de Delhi, hasta que fue robada en un motín (hecho por
los ingleses…) durante el año 1857. Supuestamente, la piedra tenía
una maldición que fue activada con su robo.
Después del robo,
la piedra fue llevada a Inglaterra por el coronel W. Ferris, pero no
pasó mucho tiempo que ya toda la familia del coronel padecía
problemas de salud, y además la situación económica era terrible.
¿Sería la gema la culpable? Inicialmente el coronel no estaba
seguro, pero cuando se la dio a un amigo y éste se suicidó
incomprensiblemente, W. Ferris no dudó en el carácter maldito de la
piedra.
Posteriormente, en
el año 1890 la gema fue a parar a manos del autor Edward Heron
Allen, amigo del famoso escritor Oscar Wilde. Edward creía que la
gema estaba “triplemente maldita”, y eso que no era supersticioso
y tenía una buena formación académica que incluía el conocimiento
científico. Aún así, Edward no pudo evitar aterrarse cuando dos
amigos suyos, interesados en tener la gema, murieron después de ser
complacidos… Entonces la joya volvió a él, pero éste la lanzó a
un canal porque no deseaba volver a verla. La odiaba, pero la piedra
quería atormentarlo y en tres meses el operador de una draga la
encontró, se la vendió a un joyero y el joyero se la devolvió tras
reconocerla. En ese momento supo que la piedra tenía algo
sobrenatural, y que lo perseguía, de modo que la guardó en una caja
fuerte y la puso 14 años en custodia de unos banqueros, hasta que en
1904 nació su primera hija y, temiendo por la salud de la pequeña,
se la dio al Museo de Historia Natural con la condición de que la
caja no se abriese hasta transcurridos tres años de su muerte,
sumado a lo cual estaba el que su hija nunca debería tocar la joya y
peor aún tenerla.
En 1943 murió
Edward y los banqueros le dieron la joya al Museo de Historia
Natural. Tres años después, cuando la caja se abrió, encontraron
una nota escalofriante junto a la hermosa gema: ‹‹Quienquiera que
sea, luego de abrirlo deberá primero leer esta advertencia, y
después podrá hacer lo que quiera con la joya. Mi consejo para él,
es que la tome y la eché al mar.››
Después de leer la
advertencia, el personal del museo puso en una urna a la gema, y allí
estuvo hasta que en el 2004, con motivo de un evento, John Whittaker
debió tomarla y llevarla a la Heron Allen Society. Ahí se vio que
la maldición continuaba, porque durante el viaje surgió una
terrible tormenta, la peor que John había visto en su vida. ¿Sería
la piedra? No estuvo seguro hasta que le tocó transportarla por
segunda vez, seguido de lo cual, tan rápido como si fuese un efecto,
le dio un virus estomacal; y, por último, reafirmó sus sospechas
cuando, tras tener que llevarla por tercera vez, le dio un cálculo
renal…
.
Los cuadros de los
niños llorosos
Durante los años
70, surgió la moda de decorar las casas con cuadros de niños
llorosos. El autor de los cuadros era supuestamente un tal Bruno
Amadio, quien quizá era de origen italiano porque firmaba sus
cuadros como “Giovanni Brangolin”.
Sobre el tal Bruno
Amadio, existía la leyenda de que era un pintor que había pactado
con el Diablo a cambio de fama y reconocimiento, pues ya a mediados
del siglo XX sus cuadros eran muy populares y tenían cientos de
reproducciones.
Lo terrorífico del
caso surge cuando se empezaron a acumular historias de incendios en
que lo único que quedaba a salvo de las llamas dentro de la casa
calcinada, era uno de los cuadros de niños llorosos que Bruno Amadio
creaba, aunque fuese copia y no original. Surgió así la leyenda de
que, tener colgado uno de los niños llorosos de Bruno Amadio,
equivalía a padecer la maldición de un incendio y de fenómenos
paranormales.
La leyenda alcanzó
su apogeo en los setenta, y con ello disminuyeron los pedidos de
cuadros al punto de que dejaron de realizarse copias. En medio de ese
ambiente de superstición, quienes tenían uno de esos cuadros lo
destruían o lo guardaban. Inclusive, algunos decían que en ciertas
fechas se podía pactar con el Diablo mirando fijamente a los ojos de
uno de esos niños, y la imaginación popular voló tanto que se creó
la historia del origen de la maldición. Esta historia afirmaba que
Bruno había realizado el primero de esos cuadros en base a un niño
sufriente de un orfanato, que después de hacer el cuadro el orfanato
se incendió, todos murieron y solo el cuadro quedó intacto,
albergando de alguna forma el espíritu del niño, y la huella
energética del incendio…
.
El auto de James
Dean, “Little Bastard”
El lema de este
fallecido actor era: “vive deprisa, muere joven y deja un bonito
cadáver”. Él cumplió su lema y murió demasiado temprano.
Todo comenzó cuando
se rodaba la película Gigante, y James Dean compró un Porsche 550
RS Spyder, al que bautizó como “Little Bastard” (pequeño
bastardo) y manejó aceleradamente el 30 de septiembre de 1955,
muriendo al chocar con un Ford Tudor. Su acompañante, un mecánico y
amigo del actor Rolf Weutherich, sobrevivió pero se fracturó una
pierna y la clavícula.
George Barris, un
tipo que había arreglado varios coches de famosos, se quedó con el
Little Bastard a ver qué partes podía utilizar. La maldición
comenzaba.
Cuando estaban
bajando al Little Bastard con unas cuerdas, estas se rompieron y el
coche cayó, partiéndole las piernas a uno de los mecánicos. Dos de
las ruedas del Little Bastard se incorporaron después a un automóvil
de carreras, y en medio de una competencia los dos neumáticos (justo
los dos sacados del Little Bastard) estallaron, el coche se estrelló
contra un vehículo rival, y el conductor estuvo varios días en
coma. Eso podría ser pura coincidencia, pero George Barris también
había vendido el eje de transmisión y el motor, cada uno a un
conductor distinto. Ambos participaban en carreras de autos, y ambos
murieron tras incorporar a sus coches las partes del maldito vehículo
de James Dean.
Ahora sí que Barris
estaba asustado, y vendió lo que quedaba (la carrocería y el
chasis) a un museo de Sacramento; curiosamente, en una exposición el
Little Bastard cayó del pedestal en que estaba, y le rompió la
cadera a un joven visitante…
Preocupados de que
la maldición sea cierta, los dueños del museo decidieron mandar al
Little Bastard al desguace, donde finalmente sería destruido. Pero
el Little Bastard era el rey de los bastardos, un objeto maldito
entre los malditos: así, cuando el camión lo llevaba al desguace,
un automóvil lo chocó, tan fuerte que, el conductor del coche que
se estrelló contra el camión, murió enterrado, con el cuerpo justo
debajo del Little Bastard, llamado también “Porsche del Averno”.
Y es que, en última instancia, quizá ese otro nombre que James Dean
le puso, fue lo que creó la maldición, lo que desató el Averno…
.
La Piedra Maldita de
Carlisle
Desde hace unos
cuantos años, al pueblo inglés de Carlisle le han caído
inundaciones, fiebre aftosa, altos índices de desempleo, y una
indiscutible decadencia en su equipo de fútbol. Para las autoridades
locales y la mayoría de pobladores, la culpa la tiene la “Piedra
Maldita”, una gran roca en la cual yace grabada una maldición
escrita en el año 1525.
El origen de la
Piedra Maldita se remonta al año 2001, cuando el artista Gordon
Young, por encargo del ayuntamiento, grabó sobre una gran piedra la
maldición que, en el año 1525 y en base a varios libros, el
arzobispo de Glaslow creó “contra los que osaran saquear, destruir
o robar en sus territorios ”. Una maldición compuesta de 1069
palabras, inicialmente destinadas a los “bárbaros del norte, que
hacían incursiones en la región”.
Tal parece que la
maldición del obispo había estado dormida, a la espera de una
materialización que le diese el poder para caer como una pesada roca
sobre sus desconcertadas víctimas que, contrario a lo que esperaba
el artífice del maleficio, no fueron “bárbaros” sino gente
civilizada. Así, instantáneamente después de plasmarse en la gran
roca, sobre Carlisle cayó la fiebre aftosa y el campo se regó con
vacas muertas, luego vino un enorme incendio y cerraron muchas
fábricas, después fue asesinado un niño, y finalmente, además de
los fracasos del equipo local de fútbol, cayeron torrenciales
lluvias que inundaron calles, parques y cultivos…
Por todo lo
anterior, algunos políticos del pueblo han sugerido destruir la
roca, pero el ayuntamiento se niega, ya que considera irracional
tomar grandes decisiones en base a supersticiones. En todo caso, el
psíquico israelí, Uri Geller, se ha ofrecido para exorcizar a la
roca y liberar al pueblo de la maldición, aunque para eso solicita
que le lleven la roca a su jardín, y sus vecinos se niegan
tajantemente pues no desean la maldición cerca de ellos.
.
La Mujer de Lem
La mujer de Lem es
una escultura que data del 1500 A.C. y fue encontrada en Chipre en el
año 1878. Su primer dueño fue un coleccionista inglés, y en 4 años
él y toda su familia estaban muertos. Después, el siguiente
propietario también murió a los 4 años de tenerla… Se la llevó
entonces al Museo de Edimburgo, y a los cuatro años el encargado del
museo murió. Según parece, la estatua tiene una maldición asociada
al 4, hecho que quizá esté vinculado a los 4 arcos de sus orejas y
a los 4 collarines de su cabeza.
.
OBJETOS MALDITOS DE
CARÁCTER GENÉRICO
Ahora vamos a
conocer distintos tipos de objetos malditos, aunque estos no son
objetos malditos en sentido estricto; o, en otras palabras, no tienen
una maldición concreta, sino que simplemente traen mala energía,
aunque esto no debe tomarse a la ligera, pues esa mala energía puede
acarrear desgracia y enfermedad en ciertos casos. Sin embargo, es
necesario aclarar que, a muchos de los objetos presentados, se les
atribuye mala energía en base a simples supersticiones.
Plantas que traen
mala energía:
– El Cordatum
– La Corona de
Cristo
– El Potus
– La Batata
– Cualquier planta
con espinas
Nota: No hay una
base racional para atribuir mala energía a estas plantas; y, como
puede verse en lo de “cualquier planta con espinas”, la creencia
en la mala energía de la planta suele estar asociada a las
connotaciones propias de ciertos aspectos de la misma: eso, por
ejemplo, se da con la propiedad de tener espinas, puesto que las
espinas están asociadas al dolor.
Objetos que traen
mala energía a nuestro hogar según el Feng Shui:
objetos-malditos-mirrorCualquier objeto roto: Se cree que, cuando un
objeto se daña, pierde su forma y su función, y con ello su
energía, resultando en un factor de desequilibrio y/o desgaste
energético en el entorno.
Cristales
deteriorados: La explicación anterior es particularmente válida
para los cristales deteriorados (golpeados, rajados, astillados,
destrozados), y sobre todo para los espejos rotos, más aún si se
pone un espejo roto frente a otro espejo roto.
Zapatos dañados
o que nunca se usan: A partir de los mecanismos de circulación
energética, se plantea que en los zapatos se acumulan las energías
negativas de la gente, y cuando se tiene un zapato dañado o que
nunca se usa, esta energía acentúa aún más su carácter negativo.
Libros dañados:
Esto se desprende del principio de los objetos rotos, con la
particularidad de que el libro, por tener plasmadas ideas,
supuestamente (cuando está dañado) genera contaminación energética
en un nivel más sutil.
Relojes dañados:
Debido a que el reloj representa el paso del tiempo, se ha creído
(supersticiosamente quizás) que un reloj dañado tiende a frenar
nuestro progreso, el logro de nuestras metas.
Antiguedades: En
este caso hay un buen fundamento para cuidarse del objeto. Ocurre así
que las alhajas antiguas suelen estar cargadas con la energía de
quien o quienes las poseyeron. Esa energía, como sabemos, es una
impresión astral, y esa impresión astral comporta por lo general
aspectos negativos, ya que casi seguramente la alhaja antigua estuvo
en un ambiente donde se dieron conflictos y hubo sufrimiento. Por eso
se recomienda someterlas a un proceso de depuración, que consiste en
sumergirlas en agua con sal marina durante 24 horas, tras lo cual
debe ponérselas bajo el sol tres horas seguidas.
Elementos o
aparatos médicos: Cuando estos artefactos han pertenecido a un
enfermo, se recomienda no guardarlos a menos que se los necesite, ya
que tienen depositada la energía astral propia de los padecimientos
de salud del enfermo que los tuvo.
Cunas: Se cree
que las cunas de bebés deben sacarse o guardarse cuando no se las
necesita, pues de lo contrario dificultaran el crecimiento del niño.
Como ven, aquí el fundamento es más de tipo psicológico que
esotérico, puesto que tiene que ver con la percepción que el niño
tiene de lo que la cuna representa.
Muebles de
madera viejos, quebrados o derruidos: Esto se desprende del principio
de los objetos rotos, con la particularidad de que son especialmente
nocivos en tanto que tienden a ser frecuentemente empleados.
Fotos o papeles
vinculados a situaciones dolorosas: Aparte del evidente fundamento
psicológico (ver la foto, o leer el papel, hará que revivamos el
dolor), se cree que estos objetos encierran, en gran medida, la
energía astral de lo que representan. Así, no conviene guardar
cartas de rupturas sentimentales, por ejemplo.
Cenizas de
familiares o seres queridos: Desde un punto de vista energético,
esto es semejante a guardar un cadáver, e incluso puede ser causa de
actividad paranormal.
Cintas, fajas y
crespones de velatorio: Estos objetos conservan la huella astral
correspondiente al sufrimiento que se vertió mientras se estaba en
el velatorio y se los usaba.
Pan
desperdiciado: nunca se debe tirar el pan, ni arrojarlo a la basura.
Bíblicamente se lo considera sagrado. Arrojar pan trae pobreza y
problemas económicos en general. Si sobra, se procede de la
siguiente manera: en primer lugar se lo moja, para que no se pueda
comer. Luego se lo coloca en una bolsita de plástico y se lo deja al
aire libre durante 24 horas. Recién después de este procedimiento
se lo puede arrojar a una bolsa de residuos.
Ópalos:
Supuestamente traen interferencias, desgaste o inestabilidad
energética, sobre todo si son azules, rojos o negros. Pero debe
advertirse: con casi toda seguridad, esto es pura superstición.
Exceso de color
negro: El negro absorbe energía, por eso las velas negras se usan
para drenar energías negativas del lugar en que se prenden.
Psicológicamente el negro está asociado a cuestiones negativas, y
eso, sumado al carácter que tiene a nivel energético, hace que
definitivamente sea perjudicial tener exceso de negro donde vivimos.
El negro está asociado a aspectos emocionalmente dolorosos, y una
muestra de eso es que en los sueños de la gente deprimida el negro
tiene mayor presencia que en los sueños de la gente no deprimida.
Pirámides mal
orientadas: Las pirámides deben estar orientadas hacia el norte y
preferiblemente deben estar cerca de sitios bien iluminados (al pie
de ventanas por donde entra el sol, por ejemplo). Esta creencia se
basa en la vibración producida por la estructura geométrica de la
pirámide, y en la relación de esto con los polos magnéticos de la
Tierra.
Objetos de mar:
En Fenhg Shui se cree que el mundo marino tiene una energía
particular distinta del mundo terrestre, y a partir de eso se plantea
que, tener caracoles y otras cosas así, constituye un factor de
perturbación energética.
Animales
disecados: Se cree que la muerte y los procesos propios de ésta
tienen una energía particular, por lo que tener animales disecados
equivale a guardar la energía de cadáveres.
Plantas, flores
secas, plantas de exterior puestas en el interior: Se plantea que
todas estas cosas drenan energía del entorno, y esto parece no ser
una superstición, ya que es el fundamento a partir del cual en
algunos libros se recomienda abrazar árboles para descargar nuestra
energía negativa.
Cualquier tipo de
símbolo, imagen o figura vinculada al Satanismo: Los símbolos
suelen tener, aunque sea en un mínimo, la energía de lo que
representan, y lo mismo ocurre con las imágenes y las figuras. Por
eso es recomendable no tener representaciones de cosas pertenecientes
al mundo del satanismo. Esto rige particularmente para símbolos,
imágenes o figuras que han sido usadas en rituales.
Cráneos, huesos u
otros elementos de personas difuntas: Esto ya se explicó arriba,
pero cabe mencionar que es particularmente peligroso tener restos de
difuntos humanos, ya que están fuertemente asociados a la energía
de la persona fallecida, y pueden en algunos casos desatar actividad
paranormal, o contaminar energéticamente el lugar si el difunto fue
alguien malo (un ladrón, un asesino, un narcotraficante, etc).
Objetos que
estuvieron muy vinculados a alguien malvado: Estos objetos tienen
huellas astrales muy fuertes de sus antiguos portadores, y estas
huellas astrales pueden influir en nuestra aura y, a través de ella,
en nuestras emociones y conducta.
Muñecos de vudú:
Aquí nos referimos a los muñecos de vudú que han sido usados en
rituales o que han sido hechos para ser usados en rituales, aunque
aún no se hayan usado. No nos referimos a meras representaciones,
como las que podrían usarse para exposiciones en museos. En cuanto a
la explicación, ya ha sido expuesta anteriormente.
Objetos vinculados a
ciertos cultos paganos en los que se invocan espíritus: Estos
objetos son peligrosos porque muchas veces se han empleado en
invocaciones y han terminado asociados a determinados espíritus. No
es, como creen los evangélicos, que estos objetos representan a
dioses falsos que en realidad son demonios. Las entidades que
representan simplemente (al menos en la gran mayoría de casos) no
existen, pero eso no quita que no estén asociados a la entidad que,
a un nivel astral, se ha generado por la fe que las personas del
culto tienen. Esta entidad no es un ente dotado de voluntad y
conciencia (a menos que se haya generado un tulpa, pero eso solo
sucede si han intervenido personas psíquicamente dotadas), sino una
estructura energética asociada a determinados patrones psíquicos.
Sin embargo el peligro principal de estos objetos no está en lo
indicado antes, sino en el hecho de que, como se señaló en los
comienzos del artículo, usualmente ciertos espíritus (del bajo
astral) acuden cuando se realizan los rituales, y terminan
depositando su energía en los objetos empleados durante el proceso
ritual.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario