domingo, 7 de octubre de 2018
El Tajo De Roldán
Frente a la costa de Benidorm se sitúa una pequeña isla. Da
la casualidad de que justo en frente, en la península, se encuentra la montaña
Puig Campana, a la cual le falta un pedazo de roca en su cima. Este hecho ha
dado lugar a diversas leyendas.
Una de esas leyendas cuenta que hace muchos siglos vivía en
aquellos solitarios parajes un gigante llamado Roldán. Éste era el dueño y
señor del lugar; si los animales le atacaban, en dos zancadas Roldán se había
puesto a salvo, y cuando el calor era sofocante, llegaba rápidamente al mar. A
pesar de todo, el gigante no era feliz. Había algo que faltaba en su vida, algo
que diera sentido a su existencia.
Un día, cuando se dirigía al mar para bañarse, cuando vio a
una joven jugando despreocupada con el agua. Cuando percibió la presencia de
Roldán, se volvió y en vez de asustarse y salir huyendo, ésta le ofreció un
cuenco de agua. La joven rió y el gigante hizo lo mismo, sintiéndose por
primera vez feliz. Desde ese momento no se separaron.
Los dos vivieron en la cabaña que el gigante había adecuado
para que la joven estuviera cómoda y dormían juntos bajo las estrellas. Pero la
dicha no duró mucho. Un día, cuando Roldán volvía a la cabaña, se cruzó con un
ser extraño, parecido a una sombra. El gigante le preguntó por su identidad,
pero el ser no respondió. Lo único que dijo fue:
Corre si quieres encontrar viva a tu compañera pues cuando
muera el día acabará también su vida. Cuando el último rayo de sol abandone tu
cabaña, morirá.
Roldán partió veloz hacia su cabaña y efectivamente encontró
a la joven moribunda. El gigante se quedó petrificado, sin saber como
reaccionar. Tenía miedo de que un pequeño movimiento pudiera romper el frágil
hilo que la unía a la vida. Lo único que se atrevió a hacer fue amenazar al
astro rey para que frenara su carrera. El gigante se repetía una y otra vez la
profecía:
"Cuando se oculte el sol, cuando su último rayo
desaparezca de la faz de la tierra, morirá, morirá, MORIRÁ..."
El sol seguía su camino, ocultándose cada vez más tras el
Puig Campana. Enloquecido, Roldán corrió a la montaña y de un puntapié arrancó
un enorme pedazo de piedra, que fue a parar al mar. Por el hueco creado, el sol
continuó iluminando la cabaña, lo que concedió unos instantes más de vida a su
amada. Pero el sol despareció por completo, sin que el gigante pudiera hacer
nada, y la joven murió.
Roldán la cogió en brazos y caminó guiado por el plateado
resplandor de la luna. Atravesó la playa y se adentró en el mar. Así fue como
llegó al islote recién creado y depositó allí a la joven, de la que nunca se
separó.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario