viernes, 5 de octubre de 2018
El Roble Y El Pescador
Cuenta la leyenda albanesa que una vez existió un pescador
muy pobre, llamado Eduardo, que para mantener a su esposa y a sus cinco hijos,
partía todos los días al mar en busca de alimento. Pero la mala fortuna quiso,
que durante diez días Eduardo no consiguiera pescar siquiera un pez.
Una mañana, cuando Eduardo se dirigía al mar, se encontró
con el rey Julián, que al conocer su historia, decidió ayudarle y le dijo:
-Cada vez que atrapes algo con tus redes, tráelo a palacio.
Yo te pagaré su peso en oro.
Ante esta
perspectiva, Eduardo salió feliz a la mar, pero para su desesperación,
al final del día no había conseguido atrapar nada con sus redes. Triste,
regresó a su casa, no sin antes probar suerte por última vez cerca del muelle.
Al sacar las redes, lo único que había pescado era una pequeña hoja de roble
dañada por el agua. Dio la casualidad de que por allí pasaba un amigo y le
animó a ir a palacio con la hoja, ya que era lo único que había atrapado con
sus redes. Eduardo, que no tenía nada que perder, se presentó delante del rey.
Al verlo, el rey se echó a reír y dijo:
-Esa hoja es tan liviana que ni siquiera moverá la balanza.
Aún así, el rey puso la hoja en el platillo, y ante el
asombro de los presentes la balanza reaccionó como si estuviera cargada de
plomo. El tesorero comenzó a equilibrar la balanza con monedas de oro. Aquella
pequeña hoja de roble pesaba lo mismo que sesenta monedas de oro.
Con ese dinero, Eduardo compró todo lo necesario para su
familia y el rey convocó a todos los sabios del reino con la intención de saber
cual era el misterio de la hoja de roble. Pero ninguno encontró la respuesta.
Ni siquiera Eduardo supo jamás lo que había pasado.
El secreto de la hoja tenía su origen en la infancia de
Eduardo. Cuando éste tenía cuatro o cinco años, un labrador había arrancado un
pequeño roble que crecía en los límites de su propiedad. Eduardo lo había
recogido y lo había plantado en unas tierras sin dueño. Así, el roble había
podido continuar viviendo, y encontró la posibilidad de recompensar al pescador
por su buena obra.
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