No era extraño cuando la joven salía a ayudar a otras personas, en especial a los ancianos que más lo necesitaban.
Día a día, Justice pasaba por la casa de la familia Norman, en donde solo habitaba Kenzie, una anciana de 70 años a la que todos temían pero que había hecho buenas relaciones con Justice.
Un día, Justice preparó un pastel de manzana y decidió llevarlo a Kenzie, quien amaba comer dulces aunque nunca podía hacerlo.
Justice se emocionó y por primera vez en su vida, la vio sonreír. Esto era algo que la joven no imaginaba.
Un día, pasando por la casa de la amargada mujer, Justice notó cómo la puerta permanecía abierta, algo extraño que hizo que la joven curiosa se acercara.
Al asomarse a la puerta, vio cómo la manilla de esta estaba llena de sangre, esto la atemorizó y al querer entrar, observó cómo un hombre caminaba de un lado al otro en la sala.
Justice trató de huir, sin embargo, esto fue en vano, el hombre la vio y la llamó enseguida, lo más impresionante es que sabía su nombre.
La joven volteó de inmediato y explicó:
-Disculpe, estaba buscando a la señora Kenzie pero veo que no está, volveré luego.
El hombre no dudo en replicar y expresó que necesitaba ayuda.
La señora Kenzie murió –dijo entre lágrimas el hombre.
Justice sabía que quizás ese hombre era el culpable y trató de huir, sin embargo, el hombre la sujetó fuerte y golpeó su cabeza.
Cuando la amable joven recobró el conocimiento, se encontraba atada a una cama junto al cuerpo de la señora Kenzie. En la pared había una nota escrita que decía:
-Serás libre cuando el cuerpo de la señora Kenzie desaparezca. Necesito que la cuides o sino el espíritu de ella vagará por esta casa para siempre.
Entre lágrimas Justice miró el cuerpo que yacía sin vida a su lado y se dio cuenta que no se trataba de la señora Kenzie, era su abuela quien se encontraba en su lugar.
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