domingo, 9 de abril de 2017
Pazuzu El Demonio Sumerio De La Película El Exorcista.
En la religión sumeria el infierno no era un lugar de
condenación. Para los sumerios no existía la idea del premio o del castigo tras
la muerte. Los seres humanos habían sido creados para servir a los dioses, y el
pecado sólo existía, por tanto, relacionado con las faltas contra la divinidad.
El infierno (lo llamaban “mundo del otro lado”) era concebido como un sitio al
que se iba tras la muerte y en dicho lugar no había sabores, ni colores, ni
olores…
Era un sitio gris, aburrido e insípido. Si tenías suerte y
habías adulado lo suficiente a los dioses, se te podría permitir pasar la
eternidad a su servicio en alguno de los palacios infernales. Por lo menos no
te aburrirías tanto..
También al servicio de los dioses se encontraban los diablos
y las diablesas. Éstos, al contrario que en la cultura judeocristiana, no eran
esencialmente malignos. Digamos que se limitaban a hacer su trabajo, que
consistía en ajustarle las cuentas a los humanos cuando ofendían a un dios (ya
se sabe, “no es nada personal, son sólo negocios”).
Por supuesto que, al igual que el panteón sumerio tenía más
de 3.600 dioses, había demonios para toda clase de torturas, vejaciones y
castigos. Según el dios al que sirvieran, y según su especialidad, podían ser
más o menos poderosos. Posiblemente, el diablo más peligroso de todos era
Pazuzu. Su fama era tanta que duró más de dos mil años, y llegó a nuestros días
a través del cine actual de Hollywood, ya que la imagen del diablo que sale en
la película de “El Exorcista” es una estatuilla de Pazuzu encontrada en unas
excavaciones.
Los sumerios le tenían un miedo terrible, pues se encargaba
de castigar a los humanos con fiebres ardientes, pestilencias y con vientos
igual de ardientes. Entre la sequía y la falta de ibuprofeno, los pobres
sumerios acababan con frecuencia en el camposanto. Hay que tener en cuenta que
las ciudades sumerias, sobre todo las del sur, en aquellos tiempos estaban
rodeadas de pantanos. Esto era bueno para llenar la despensa, pues esos
pantanos estaban plagados de aves acuáticas y peces, pero también eran el foco
de fiebres que en tiempos de paz eran la principal causa de defunción.
Se ha calculado que 7 de cada 10 niños no alcanzaban la
pubertad. Por ello, los sumerios decidieron convertir a Pazuzu en protector de
los niños recién nacidos. De esa forma, las madres colocaban amuletos de Pazuzu
entre las ropas de los lactantes. ¡Qué mejor forma de proteger de la fiebre al
niño, que elegir como guardaespaldas al mismo que trae la fiebre! Por si fuera
poco, Pazuzu estaba casado con la diablesa Lamashtu, que era una de las más
poderosas y estaba especializada en devorar niños y provocar abortos tocando
siete veces el vientre de las embarazadas. Pazuzu era el único capaz de meter
en vereda a su media naranja. De esa forma, negocio completo. No hay duda de
que los sumerios siempre fueron gente práctica.
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