martes, 11 de abril de 2017
El Incorruptible Monje Charbel
En las distintas religiones hay algunos hechos increíbles
que se asocian con la incorruptibilidad de los cuerpos.
Sin tener todavía una explicación científica, estos cuerpos
de hombres y mujeres ligados a la fe y cercanos a la santidad permanecen
intactos desafiando no solo a la naturaleza humana, sino también al tiempo.
Uno de estos casos es el del monje baladita libanés del
monasterio de San Marón de Annaya, el padre Charbel Mahklouf. Charbel nació en
1828 y murió a los 70 años en 1898.
Su cadáver fue enterrado en el cementerio del propio
convento donde Charbel había vivido muchos años y donde había desarrollado su
tarea de evangelización y caridad para con sus semejantes. Un año después a
causa de las intensas lluvias hubo que retirar algunos féretros para
reubicarlos en otro lugar y cambiar los cajones de madera dañados. Entre estos
estaba el del padre Charbel.
Al exhumar el cadáver vieron con asombro que éste aparecía
fresco, incorrupto y flexible como si el monje estuviese durmiendo.
Ante este milagro, lo dejaron a la vista de los fieles y
observaron que el cadáver exudaba un liquido semejante a transpiración.
Durante veintiocho años permaneció a la vista del público
sin presentar signos de descomposición ni alteración; pero el cuerpo fue siendo
mutilado, víctima de los devotos de reliquias, por lo que se decide enterrarlo
nuevamente.
Corría el año 1927 cuando, en un nuevo féretro de cedro se
lo coloca en un nicho realizado en una de las paredes de la cripta de la
Iglesia de Annaya. El féretro fue sellado con fecha 24 de junio de 1927.
Transcurrieron veintitrés años y poco a poco la historia del
padre Charbel fue dejando de estar presente entre los monjes; pero una tarde de
1950 uno de los frailes que realizaba sus oraciones vio en la pared una humedad
cerosa que para el asombro de todos se comprobó que era sangre fresca.
Nuevamente se exhuma el cadáver y tal como la vez anterior
está flexible e incorrupto. En esta oportunidad estaban presentes una comisión
eclesiástica y un grupo científico que verifican que el sello colocado en junio
de 1927 no había sido alterado.
La comisión científica, al cabo de dos años de estudios y
análisis, hace constar en su informe el carácter excepcional del hecho y la
ausencia de intervención humana. También determinó que ni antes ni en ese
momento se había embalsamado el cuerpo.
La última exhumación del cuerpo data del año 1956 en el
momento en que otra comisión científica decide completar y ampliar los estudios
realizados cuatro años antes; y es por eso que el día 7 de agosto de 1956 se
vuelve a abrir el nicho y encuentran la parte exterior del cajón salpicada de
sangre.
En el interior, el cuerpo literalmente flotaba en la sangre
segregada, en una cantidad increíble, no solo para un cuerpo muerto, sino para
cualquier ser humano. También se comprobó que la ropa se había podrido, pero el
cuerpo continuaba en las mismas condiciones: flexible e incorruptible.
En uno de los párrafos del informe los miembros de la
comisión expresan textualmente: “Las carnes cedían elásticamente bajo la
presión de los dedos como las de un ser viviente y las articulaciones seguían
flexibles”
Habían pasado cincuenta y ocho años del momento de la
muerte.
Desde ese momento el monje Charbel Mahklouf descansa en paz,
pero nos queda la sensación que si nuevamente se exhumara su cuerpo, lo
encontraríamos incorrupto, desafiando a la lógica, a la ciencia, al tiempo y
sobre todo, a la muerte.
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