domingo, 9 de abril de 2017
EL Padre Mario Pantaleo Un Sanador
José Mario Pantaleo nació en Italia, hijo de Ida Melani y de
Rafael Enrique Pantaleo (un industrial muy importante y muy piadoso que ayudaba
a todos cuanto podía).
A los cinco años, viviendo en Pistoia, un pueblo de la
provincia de Florencia; el pequeño Mario conoció el dolor: su gato (el
compañero inseparable) estaba muy enfermo y le habían dicho que moriría. Mario,
con lágrimas en los ojos se acercó al felino que estaba tendido en el suelo,
moribundo y le acarició el lomo como una amistosa despedida. Apenas dos horas
después, el gato corría por la casa y por los techos, sin vestigios de
enfermedad.
Este hecho, que para los miembros de la familia no dejaba de
ser una coincidencia, fue la primera curación por imposición de manos del padre
Mario.
José Mario Pantaleo se ordenó sacerdote católico en Mattera
(Italia) siendo muy joven, también era Licenciado en Psicología y Filosofía.
Viajó luego a la Argentina y aquí se quedó para siempre.
Desarrolló su tarea principalmente en González Catán donde
creó dos fundaciones para ayuda a los necesitados, un colegio primario, uno
secundario, un taller para los de la “tercera edad”, una panadería y fábrica de
pastas manejada íntegramente por discapacitados, un centro médico, una
guardería donde se cuida y se da alimento a hijos de mujeres que trabajan, una
biblioteca con más de 5.000 libros y un taller textil, donde encontraron trabajo
muchos hombres y mujeres a quienes la pobreza y la ignorancia marginaba hasta
ese momento.
Además de su obra benéfica para la gente carencia de su
barrio, lo que dio fama al padre Mario fueron las largas “filas de la
esperanza” como se llamó a la gran cantidad de gente que desde la madrugada se
juntaba en González Catán y dos veces por semana en los fondos de una panadería
del barrio de Floresta para buscar alivio a sus enfermedades y problemas,
porque como ya dijimos, el Padre Mario era un Cura Sanador.
Se calcula que atendió en los últimos treinta años un
promedio de 2.000 personas por semana. Sus seguidores eran principalmente los
humildes, pero también muchos famosos y de renombre, como el pintor Raúl Soldi,
Amalia Lacroze de Fortabat, el escritor Ernesto Sábato, el ex-Presidente Arturo
Frondizi, el empresario Francisco Macri (padre del Presidente De La Republica), e incluso el propio ExPresidente
de la República, Carlos Menem.
Pero por supuesto que no siempre fue fácil la tarea del
padre Mario.
Hay dos anécdotas que muestran no solo el interés de algunos
en desacreditarlo y combatirlo, sino también su grandeza y su piedad para con
quienes atacaban su obra:
Un comisario de González Catán, quien había recibido
“sugerencias” y algunas presiones para terminar con la obra del cura, varias
veces lo amenazó con que lo llevaría preso si continuaba sanando.
Cierta vez, uno de los hijos del comisario enfermó de
gravedad y desesperado lo llevó hasta el cura, como un último recurso.
Por supuesto el padre Mario sanó a la criatura y esto llevó
a que el comisario no solo lo dejara tranquilo, sino que hasta llegó a
trompearse con alguien que acusó al padre Mario de mentiroso.
Cierta vez una mujer
-aparentemente muy preocupada- fue a ver al sacerdote y le entregó una foto (en
la que una mujer sonreía cálidamente) diciéndole que era una amiga afectada por
una grave enfermedad (habitualmente el padre Mario curaba con solo ver
fotografías o tener en sus manos alguna prenda). El padre Mario luego de tener
la foto en sus manos, miró fijamente a la mujer a los ojos y le reprochó: Pero
hermana ... ¿por qué me traes la fotografía de alguien que ya no está con
nosotros?.
La mujer se echó a llorar y confesó que efectivamente la
persona de la foto había muerto hacía un tiempo y que ella lo sabía. Su misión
era tenderle una trampa para que alguien (nunca se supo quien) hiciera luego
público el engaño y demostrar que los poderes del padre Mario no eran tal, sino
solo charlatanería.
La mujer, arrepentida de su acción, quiso besar las manos
del cura, pero él no lo permitió y tomándola de los hombros simplemente le dijo
que fuera con Dios.
Estos hechos tenían dos orígenes: Un sector del clero
católico, su propia Iglesia (quienes presionaban, por ejemplo a los sectores
policiales) y un grupo de médicos de la zona que intentaban acusarlo por
ejercicio ilegal de la medicina.
Increíblemente los médicos fueron quienes ayudaron en la
obra del Padre Mario, cuando comprendieron que el cura no quería reemplazarlos,
muy por el contrario, su obra ayudaba a salvar vidas.
Un médico llevó cierta vez a su propia esposa atacada de una
enfermedad terminal, hasta el padre Mario. En un portafolios tenía todo los
estudios y análisis hechos a la mujer. Cuando quiso abrir el maletín, el padre
Mario le dijo que no era necesario, puso su mano sobre el maletín cerrado y
detalló al médico algunos exámenes que allí se encontraban. Luego de hablar a
solas un tiempo con la mujer le comentó a su esposo que ella moriría al poco
tiempo pero que lo haría sin dolor, plácidamente y con una fe renovada.
Efectivamente, la mujer de este médico murió un mes más tarde, sin dolores, en
paz, con su fe reconfortada y al decir de su esposo, falleció con una sonrisa.
Por el contrario, el clero nunca lo aceptó y solamente pudo
desarrollar su obra gracias a la comprensión de Monseñor Bufano y a la muerte
de éste de Monseñor Meinvielle (ambos obispos de San Justo, diócesis en la que
trabajaba el Padre Mario Pantaleo).
Testimonios De Su Fe
Los testimonios que hablan de las milagrosas curaciones del
Padre Mario se cuentan por miles; pero a modo de ejemplo, algunos relatos de
personajes famosos y de anónimos fieles que recibieron el auxilio del cura
sanador:
El periodista,
historiador y escritor Félix Luna cuenta: “Apenas me miró me diagnosticó que
tenía. Después fui al médico y me confirmó exactamente lo que el Padre Mario me
había dicho”.
El humorista Jorge
Ginzburg, quien fue uno de sus amigos, cuenta que cierta vez que lo vio
ayudándose con nebulizador para respirar y le preguntó porque si podía ayudar a
tantos, no podía curarse él mismo, a lo que el cura le contestó: “Cuando alguien
recibe un don, es para darle a los demás, no para uno”.
También agrega Ginzburg: “El principal milagro del Padre
Mario fue su obra para con los huérfanos y discapacitados. Ese tano tozudo y
luchador era de los que pensamos que si podemos soñarlo, podemos hacerlo y lo
hizo”.
Osvaldo Cocci, quien
por años fue Director de Valuaciones de la Municipalidad de Buenos Aires dice
que: “En enero de 1990 una tomografía computada determinó que tenía un tumor
canceroso de dos centímetros en el pulmón derecho; por lo que los médicos
decidieron operarme urgentemente en una semana.
Fui al Padre Mario y con su
péndulo me confirmó el diagnóstico diciendo que se podía curar en 60 días.
-continúa Cocci su relato- Bajo mi responsabilidad, aplacé por dos meses la
operación y visitaba diariamente al Padre Mario, quien sin tocarme, pasaba su
mano por la zona afectada y oraba. A los 63 días me dijo que me hiciera una
nueva tomografía la que arrojó como resultado que el tumor había desaparecido.
Cuando mi médico vio la tomografía no podía creerlo y tuve que confesarle que
tenía un asesor espiritual. Mi médico llevó el caso a la Academia de Medicina”
.Por último dice Cocci: “A los seis meses me hice otra tomografía y no hubo
dudas, el tumor ya no existía. Tengo toda la historia clínica a disposición de
quien quiera verla ... “
El Presidente Carlos
Menem en los funerales del Padre Mario lo definió diciendo: “Es un santo”.
Cuando meses más tarde los restos del cura fueron trasladados desde el
cementerio de la Recoleta a González Catán, también estuvo presente el
Presidente quien dijo: “Yo se que cuando se habla de curaciones hay muchos que
desconfían. Se habló mucho del Padre Mario y de sus curaciones. Quiero decirles
que yo soy uno de los que recibieron su palabra y su curación”. Menem fue
atendido por el Padre Mario a raíz de problemas en sus cuerdas vocales
(enfermedad ésta que hizo correr rumores de un cáncer en el primer mandatario),
En 1984 Irene de
Pintos tenía un tumor en el cuello que era inoperable. La quimioterapia no
había resultado y la cobaltoterapia tuvo que ser suspendida. Estaba desahuciada
y lo único que quedaba era esperar el desenlace. Cuando el Padre Mario la
atendió pasando su mano (sin tocarla) por la zona y rezando, el tumor
desapareció. En los años siguentes le hicieron tomografías, confirmando que el
tumor ya no existía.
Nilda Fernández, una
mujer de muy buen nivel social y económico que colaboró durante mucho tiempo
con la Fundación, cuenta: “Una vez le pregunté al Padre sobre los enfermos de
SIDA y él me dijo que con eso no podía hacer nada. Pero al tiempo, muy contento
me dijo que ya tenía tres casos de SIDA en los que la enfermedad había cedido.
Yo le dije: Pero Padre si Ud. me dijo que con eso no podía hacer nada y el me
dijo: Si, pero ahora El De Arriba me dio permiso”
Keikichi Utsumi, un
empresario japonés radicado en Argentina, que fue gobernador del Rotary Club en
1988/89 cuenta: “A mi hija la curó de un problema de piel que no tenía solución
médica y a mi esposa la sanó de las consecuencias de un ataque cerebral en
apenas un mes. Somos católicos y agradecidos al Padre Mario, y sobre todo, a
Dios”
Palabras De Un Médico
Las palabras del Dr. Daniel Trocki resultan muy importantes,
no solamente por su condición de Director del Instituto Geriátrico Nazaret,
sino también por que fue elegido por el Padre Mario como Director Médico del
Área de Salud de la Fundación en González Catán. Así cuenta el médico su
experiencia de dos años junto al Padre Mario:
“Presencié algunas cosas que eran increíbles. Si yo no las
hubiera visto, confieso que me hubiera costado mucho aceptarlas. Antes de
conocer al Padre Mario no creía “en esas cosas” de ninguna manera”.
Dice luego refiriéndose a su profesión médica: “Uno no tiene
por que encorsetarse en los parámetros médicos, esto lo digo como profesional.
Nosotros somos profesionales, pero antes que eso somos seres humanos”.
Su Último Milagro Cuando Estaba A Punto De Morir.
El último milagro del Padre Mario fue en la sala de Terapia
Intensiva del Sanatorio de la Santísima Trinidad donde estaba internado en
agosto de 1992 afectado de una deficiencia cardiaca, la que sumada a su crónico
problema respiratorio sería el desencadenante de su fallecimiento.
Según cuenta Laura Rodeghiero (en ese entonces secretaria de
la Sala de Terapia), separada por un biombo, estaba junto al sacerdote, una joven
norteamericana de 16 años: Amanda “Mandy” Salas, quien a raíz de un accidente
automovilístico estaba cuadripléjica, sin poder mover ninguna parte de su
cuerpo y con respirador artificial.
Dice Laura Rodeghiero: “Cuando Mandy fue internada los
estudios y las tomografias determinaron una lesión en la médula irreversible.
No podría mover ningún miembro de su cuerpo. Cuando el Padre Mario se enteró le
pidió a Perla (su secretaria y mano derecha en la Fundación) una foto de la
chica y que gestionara para que retiraran el biombo y acercaran las camas. El
biombo fue retirado, pero no se pudieron acercar pues los dos dependían de sus
respiradores.
Desde su cama el padre levantaba su mano que le temblaba,
porque tenía que hacer mucha fuerza, y bendecía a Mandy. Era tan grande el
esfuerzo de mover un poco su mano que teníamos miedo por su salud, ya que no
podía más.
Poco antes de morir, le dijo a Perla en un susurro que él
“se iba a ir”, pero que la chica “se iba a quedar”; agregando que volvería a
caminar en un año y medio o dos”.
Agrega la enfermera que Mandy, después de ser trasladada a
su ciudad (San Diego) abandonó el respirador, y no solo pudo mover sus dedos,
sino que logró pararse de su silla de ruedas. Mandy Salas, el último milagro
del Padre Mario, se graduó al año siguiente como Bachiller con honores y con la
fe inquebrantable de que muy pronto volvería a caminar.
Un dato curioso lo marca el hecho de que cuando visitó,
junto a sus amigas, a una famosa vidente de San Diego, ésta (sin conocer su
historia en Argentina), le dijo que “captaba muy claramente en sus videncias a
un hombre mayor, un sacerdote ya fallecido, que la estaba cuidando y dándole
ánimos permanentemente”
Hasta aquí, parte de la historia de este Cura Sanador, el
Padre Mario, quien a mi juicio se autodefinió, cuando dijo: “No hago milagros,
solo tengo a Dios a mi lado”.
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