miércoles, 11 de mayo de 2016
¿De Dónde Proviene La Superstición Del Espejo Roto y Los Siete Años De Mala Suerte?
Como bien es sabido, una superstición
es aquel acto o conducta que condiciona la vida de cualquier
individuo que hace o deja de hacer algo ante el convencimiento que,
de lo contrario, le podría ocurrir una desgracia.
La práctica totalidad de
supersticiones que hoy en día existen provienen de hechos históricos
que nada tuvieron que ver en su origen con el infortunio, enfado de
Dioses o extrañas maldiciones. Ha sido el transcurrir del tiempo, y
el pasar oralmente de una generación a la siguiente, lo que ha hecho
que acabe siendo común y rutinario para muchísimas personas creer
en el ‘mal fario’ de algo, sólo porque sus antepasados ya lo
creían así.
Hecha esta introducción debo señalar
que la superstición que indica que si se rompe un espejo es sinónimo
a tener siete años de mala suerte es tan solo consecuencia de un
preciso momento histórico, situado en la Venecia de finales del
siglo XV y principios del XVI, en el que comenzó a ponerse de moda
los grandes espejos realizados con vidrio y en los que se le ponía
una lámina de plata en la parte posterior, haciendo que las personas
y cosas situadas delante pudieran reflejarse. Hasta entonces, y desde
la antigüedad, los espejos solían ser piezas de metal donde mirarse
e incluso se utilizaban vasijas en las que se echaba agua y la
persona quedaba reflejada.
La llegada del nuevo modelo de espejo a
la vida de los ricos aristócratas venecianos hizo que fueran muchos
los que quisieran tener uno bien grande y carísimo en los salones de
sus palacetes.
Y es precisamente el altísimo coste
económico de esos espejos lo que hacía que se comparase su valor
con el del salario de varios años de cualquier sirviente, por lo que
se les advertía que tuvieran sumo cuidado a la hora de limpiarlo ya
que en caso de romperse deberían trabajar sin cobrar a lo largo de
los siguientes años.
Y qué peor desgracia para un sirviente
el tener que trabajar durante un indeterminado número de años sin
percibir su salario, lo que le auguraba, sin lugar a dudas, un largo
periodo de tiempo viviendo penurias y, posiblemente, alguna que otra
desgracia. Esto hizo que corriese la advertencia que se hacían los
unos a los otros, convirtiéndose con los años en la superstición
que ha llegado hasta nuestros días, a pesar que desde 1835 los
espejos tal y como hoy los conocemos aparecieron y, por lo tanto, su
valor era ínfimo en comparación con los realizados hasta entonces;
pero, después de tres siglos de propagarse, ya estaba enquistada en
la sociedad la creencia de la mala suerte que se tendría por su
rotura.
Para terminar, cabe añadir que en un
principio no se indicaba lo de los siete años de mala suerte, ya que
el periodo de tiempo simplemente estaba sujeto al valor del espejo y
al salario que percibía el sirviente, por lo que en cada caso era
diferente.
Pero como ocurre con la transmisión
oral de cualquier cosa, fue a posteriori cuando se le quiso dar un
tiempo específico a ese periodo de mala suerte que decía el dicho
popular, por lo que se le adjudicaron los famosos siete años, debido
a que desde la antigüedad este número tenía una simbología
especial en infinidad de cosas: los días de la semana, las notas
musicales, los pecados capitales, los colores del arcoíris, los
brazos del candelabro judío, los chakras, los arcángeles, los
sacramentos, los sabios de Grecia, las maravillas del mundo o las
vidas de un gato.
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