martes, 6 de noviembre de 2012
Lagos y Ríos Apestosos
Así pues, el dios de las tinieblas tenía su sede en un lugar
oscuro llamado Hades, o Tártaro, al cual se llegaba atravesando la Laguna
Estigia en la barca de Caronte.
Más también había otras aguas, sin duda aguas turbias, ríos
y lagos que la mitología clásica asociaba a los dominios y reinos del dios del
mundo oscuro.
Esos reinos y dominios de perdición se hallaban surcados por
ríos salpicados de lagos, a cual más profundo y apestoso. Cada uno de ellos
tenía sus propias peculiaridades y características. En todo caso, basta
recordar el extraño río que los antiguos llamaban Flegetón, cuyo caudal estaba
compuesto por fuego y rocas que chocaban entre sí, para producir un ruido
espantoso. Y qué decir, asimismo, del popular río Arqueronte, cuyas riberas se
poblaban de criaturas, desoladas en espera del juicio.
Pero, sobre todo, vale la pena abundar en el conocimiento de
la legendaria laguna Estigia, con sus profundidades abismales llenas de
misterios y secretos. En sus aguas, la nereida Tetis, ninfa de los mares y los
océanos, baño a su hijo Aquiles para hacerlo invulnerable, y lo sujetó del
talón. La tradición mítica, no obstante, aclara que este valeroso héroe moriría
a consecuencia de una flecha que Paris le clavaría en el único punto vulnerable
de su cuerpo, es decir en el talón, desde entonces, se ha incorporado al
patrimonio lingüístico de la humanidad una frase cargada de connotaciones, y
que todos conocemos: El talón de Aquiles
Las heladas aguas de la laguna Estigia tenían, además, la
propiedad de obligar a las deidades a resolver sus posibles conflictos y
diferencias sin cometer perjurio. Cuentan las antiguas crónicas que Iris era la
encargada de recoger el agua subterránea y transportarla en una jarra de agua hasta
el Olimpo. Si lo dioses juraban por el agua de la laguna Estigia” y no cumplían
sus promesas, les sobrevendría un cruel castigo; se les privaría del néctar y
la ambrosía y durante un largo periodo de tiempo no podrían vivir en el Olimpo.
También se decía que toda pieza metálica, o de cerámica
arrojada a la laguna Estigia, se rompía en pedazos y únicamente los cascos de
los caballos resistían su efecto destructivo. Además, sus pestilentes aguas
exhalaban un hedor venenoso y letal para los mortales.
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