lunes, 3 de febrero de 2020
San Guinefort el Perro Santo
Hay una historia en
Francia que también ahora podría considerarse una leyenda urbana
por lo insólito del caso, esta viene siendo seguida desde el siglo
XIII, aunque su culto y reverencia está prohibida por la iglesia
católica, existieron fieles que vinieron arrastrando la tradición
de la festividad de San Guinefort el 22 de agosto hasta el año de
1930. Veamos más de esta insolita historia…
En un pequeño
poblado de Francia en Villars-les-Dombes, había un castillo que
pertenecía a un caballero el cual era padre de un niño de unos
pocos meses de nacido. Este un día decidió ir de cacería pero al
no contar con nadie para que cuide de su hijo mientras este dormía,
decidió ponerlo a cuidado de su fiel perro guardián, un lebrel de
buen porte llamado Guinefort.
La cacería no duro
mucho pero cuando volvió el caballero a su hogar, vio todo el cuarto
del niño completamente desordenado, la cuna volteada en el piso y
sin rastro de su hijo. Este desesperado busco por toda la casa y solo
en un lugar encontró a su perro con manchas de sangre fresca en el
pelaje y hocico, al parecer también muy fatigado.
El caballero supuso
lo peor del perro y su hijo y enfurecido por lo que veían sus ojos,
este saco su espada y partió en dos al perro en venganza por la
aparente muerte de su pequeño. Pero solo en unos momentos después
el caballero pudo escuchar el llanto de un niño, el cual salía de
su cuna volteada, al acercarse vio que a poca distancia una serpiente
muerta yacía a un lado.
¡Nooo! ¡¡¡Que
había hecho!!! Al parecer su fiel Guinefort había arriesgado su
vida contra la serpiente salvando la vida del pequeño y si hubiera
sido mordido o solo estaba fatigado por el encuentro fue
malinterpretado por su dueño.
El caballero se dio
cuenta de su error y tomo los restos del que fuera su fiel perro y se
dirigió a un pozo cercano donde lo depositó y adicionalmente
construyo una cubierta de piedras y plantas a modo de santuario para
de este modo recordar y agradecer al héroe que había salvado a su
hijo.
Esta especie de
santuario se hizo famosa por la región y su veneración se extendió
por los alrededores, atribuyendo incluso milagros al que sería
recordado desde entonces como “San Guinefort”.
Entre los escritos
de la época hay uno del Inquisidor dominico Esteban de Borbón que
en 1250 escribió este extracto: “Los campesinos de la zona…
comenzaron a visitar el lugar y a honrar al perro como un mártir”,
sin embargo también describió algunos extraños rituales que
acompañaban a la devoción de este can como el dejar a hijos
pequeños cerca al fuego que al parecer cobro la vida de varios
niños.
El inquisidor tomo
medidas para erradicar dicha veneración a un perro, la iglesia
también estuvo de acuerdo con terminar esta veneración y no hizo
caso del pedido de canonizar a Guinefort ya que ellos dicen que un
perro no tiene alma y por este motivo pedían que dejaran de rezarle
al recuerdo del can.
Uno de los rezos más
comunes por parte de los aldeanos era “San Guinefort, protégenos
de los idiotas y las serpientes malvadas”, de cualquier manera la
veneración a este recuerdo estuvo presente hasta mediados del siglo
XX y en la actualidad en algunos lugares de Francia aún recuerdan
este pasaje en su historia, la del santo perro Guinefort.
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