miércoles, 5 de febrero de 2020
La Macabra Historia de Sawney Beane
En Escocia, se
cuentan todo tipo de historias, pero existe una que escapa a muchas
películas actuales de horror, la terrible historia de Sawney Beane y
su clan de caníbales, un grupo que aterrorizó a las gentes del
condado de Galloway durante 25 años. Los detalles son realmente
perturbadores y omitiremos buena parte de ellos centrando la atención
en la historia, esta historia es un caso real y documentado que aun
produce inquietud entre los escoceses, pese a los siglos
transcurridos desde entonces.
Sawney Beane nació
en el condado de East Lothian durante el siglo XVI, bajo el reinado
de Jacobo VI de Escocia. Su padre trató de encaminar la actitud
rebelde del muchacho para que le sucediese en el negocio familiar en
la panadería, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Un buen día
Sawney se escapó de su casa junto con una mujer, de la que muchos
decían que tenía ciertas "inclinaciones extrañas", y
juntos se marcharon en dirección a la costa del condado de Gallway.
Esa fue la última noticia que sus padres tuvieron de él, y no se
sabe que los hayan visto acercarse a algún pueblo.
No resultaba extraño
que algunos viajeros se perdieran, en parte debido a los salteadores
y en parte a las bestias salvajes, y durante algún tiempo nadie
relacionó las desapariciones entre sí. Pero estos hechos fueron a
más, llegando incluso a desaparecer gente de las zonas más
apartadas de la región oeste del condado. El transitar las
carreteras no era seguro a menos que se viajase en grupos grandes,
habiéndose "perdido" ya algunos grupos menores. Nadie se
atrevía a viajar de noche, por muy armado o acompañado que fuese.
La desconfianza propició que algunos viajeros procedentes de fuera
fuesen tratados como sospechosos de los crímenes, e incluso se llegó
a castigar injustamente a inocentes, culpándoles de haber enterrado
los cuerpos en lugares remotos y secretos.
Algunos tramos de la
carretera oeste de Escocia que conectan con la región de Galloway
permaneció cerrado durante dos años, con la esperanza de que las
personas o animales que lo provocaban falleciesen de hambre o se
viesen obligados a buscar otro lugar de caza. Esta medida, lejos de
resolver el problema, sólo acrecentó el horror de la situación
cuando comenzaron a desaparecer los cadáveres más recientes de
algunos cementerios.
En algunos casos
desaparecían por completo y en otros algunas partes; esto llevó a
la idea de que tal vez se enfrentaban a brujas o a adoradores del
Diablo que se alimentaban de carne humana. Se produjo otra oleada de
detenciones, juicios y ejecuciones en la horca, pero no lograron
poner fin a estas atrocidades. Muchos de los jueces y magistrados
llegaron a asegurar que nunca se podrían detener los crímenes por
medios humanos, y que sería necesaria la intervención de Dios para
hacerlo. Nadie sabía nada acerca de los responsables, y mucho menos
del destino de sus víctimas, aproximadamente unas 1.000 (entre
hombres, mujeres y niños) a lo largo de 25 años.
Un día se
encontraban viajando un hombre y su esposa de regreso de una feria
comercial durante el otoño, ambos a lomos del mismo caballo y
pasaron cerca por la zona de las desapariciones. Antes de darse
cuenta de lo que sucedía fueron rodeados por un nutrido grupo de
hombres y mujeres de diferentes edades, que les atacaron con inusual
fiereza. Gracias a la espada y la pistola del viajero pudo hacer
frente a parte del grupo, pero su mujer cayó del caballo durante la
refriega y fue apresada por los atacantes, que se la llevaron
rápidamente fuera del alcance de su marido.
Utilizando al
caballo como ariete, el viajero logró zafarse del ataque y herir
gravemente a varios de ellos, así como provocar la huida de los
demás. Entonces les persiguió en busca de su esposa pero sólo pudo
hallar parte de su cuerpo por el camino. Tan aterrado como enfurecido
fue en busca de las autoridades para que le ayudasen a dar caza a los
responsables, y cuando el rey James VI supo lo que ocurría envió
una fuerza de 400 soldados para la búsqueda.
Con la ayuda del
viajero para darles un punto donde iniciar la búsqueda y acompañados
por sabuesos, los soldados llegaron hasta la costa del oeste y
comenzaron a barrer cada cueva o recoveco donde un humano se pudiese
esconder. Finalmente los sabuesos encontraron una apertura en la roca
que daba a un oscuro túnel, así que los soldados decidieron
internarse para explorar. Antes de dar con los responsables de las
desapariciones, los soldados contemplaron en una bóveda del interior
un terrorífico espectáculo de miembros humanos colgados del techo e
innumerables huesos que alfombraban el suelo. A un lado de la caverna
había una enorme montaña de pertenencias de los desaparecidos, oro,
espadas, pistolas, anillos y ropas de todas clases y tamaños, que
habían ido acumulando durante los 25 años de sus cacerías de
humanos.
Los responsables de
tamaña atrocidad fueron identificados como Sawney Beane y su esposa,
en compañía de sus seis hijos, seis hijas, dieciocho nietos y
catorce nietas, producto de relaciones incestuosas. También se
observó que no hablaban ningún idioma concreto, sino que se
comunicaban con un primitivo sistema de sonidos guturales y gestos.
Los miembros de la
familia Beane fueron encerrados en Tolbooth hasta que se encontró y
enterró a todas sus víctimas, tras lo cual fueron trasladados a una
fortaleza en Leith donde fueron ejecutados sin juicio previo. Los
hombres del clan fueron desmembrados y ejecutados mientras que las
mujeres perecieron en la hoguera. De esta manera se ponía punto y
final a uno de los mayores episodios de crímenes que había vivido
Escocia hasta esos días.
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