sábado, 11 de mayo de 2019
Leyenda El Puente del Diablo
Dice la leyenda que
en el pueblo de Puente Grande, en el estado de Jalisco, México
durante la época colonial, vivía un matrimonio. Don esteban de la
Garza y su señora esposa Doña Margarita.
Ellos, nunca
tuvieron hijos, y el marido de la mujer, nunca le pudo dar la vida
que de novios le prometió. Cosa que deprimía muy profundamente a
don Esteban.
Un día, al salir de
una cantina, don Esteban se topo con otro parrandero que estaba
aburrido y sin ánimos de hacer nada. Dicho personaje era ni más ni
menos que el mismísimo diablo, quien estaba algo pasado de copas.
En el pueblo no
existía puente que los comunicara con sus vecinos de Zapotlanejo,
así que, en medio de las copas, el diablo le propuso un trato a don
Esteban, le dijo que el haría un puente que uniera a ambos pueblos
en una sola noche, pero que a cambio don Esteban le daría su alma.
Pero si al primer canto de los gallos el puente aún no estaba
concluido, entonces el trato se rompería y el demonio perdería la
apuesta.
Don Estaban, quien
también estaba muy pasado de copas, creyó imposible que el demonio,
en aquel estado etílico, terminara una construcción de tal
dimensión en una sola noche, así que sin dudarlo, aceptó el trato.
Entonces el demonio
mando llamar a todos los diablos del averno, y comenzó con la
construcción del puente. Don Esteban veía cientos de diablitos
corriendo de aquí para allá empujando carretillas llenas de piedras
y otros mas pegándolas. El puente quedaría terminado en tiempo y
forma, según lo dijo el diablo.
Don Esteban se
retiró triste al lado de su esposa, la cual, al verlo tan acongojado
le preguntó que sucedía. Don Esteban le contó lo que pasaba, y la
mujer, lista como son las damas, ideo un plan para salvar el alma de
su marido.
Salió doña
Margarita al patio de su casa, y comenzó a golpear sus muslos,
simulando el aleteo de los gallos, después entono un kikirikiiii tan
esplendido, que los gallos de las casas vecinas despertaron y
comenzaron a anunciar la madrugada.
En cosa de segundos
todos los gallos del pueblo cantaban, anunciando el alba, gracias a
la treta de doña Margarita.
En el pueblo, el
diablo saboreaba su casi seguro éxito. Ya solamente faltaba poner
una piedra, y la pondría el diablo en persona. Iba montado encima de
una carretilla recibiendo vítores de los demonios cuando de pronto
se escuchó el canto de los gallos por todo el pueblo. Entonces el
demonio, al ver que estaba todo perdido, se arrojó a las aguas del
río seguido por todo el averno que trabajo haciendo del puente,
dejando tras de si carretillas, palas, cintas métricas, planos y
demás enseres de la construcción.
El alma de don
Esteban se salvó.
Desde ese día, en
ese puente existe un hueco, que es en donde iría la piedra que el
demonio no alcanzó a poner. Dicen los habitantes del pueblo que si
alguien trata de poner alguna piedra en ese lugar, esta se cae al
río.
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