domingo, 5 de mayo de 2019
El Bloop: un misterioso sonido del profundo océano
Contrariamente a lo
que puede parecer, el fondo del mar es un lugar bastante ruidoso. A
los sonidos originados por los peces y mamíferos que habitan allí
desde hace millones de años, se han sumado los que producen los
ingenios creados por un mono con poco pelo conocido familiarmente
como “hombre”. Los submarinos, por ejemplo, pueden ser detectados
e identificados por el tipo de sonidos que emiten, a pesar de que sus
constructores se esfuerzan todo lo posible por construirlos lo más
silenciosos posibles.
La NOAA (National
Oceanic and Atmospheric Administration) es la agencia del gobierno
estadounidense que se ocupa de coordinar y realizar todas las
investigaciones relacionadas con los océanos y la atmósfera de
nuestro planeta.
Entre todos los
proyectos que desarrolla, se encuentra uno, bastante curioso, que se
encarga de investigar los volcanes submarinos y otras fuentes
térmicas que tienen algún efecto sobre las temperaturas de los
océanos. Este programa, que denominan “Vents”, dispone de un
arreglo de micrófonos submarinos (hidrófonos) distribuidos a lo
largo y lo ancho de los océanos, anclados al fondo del mar. Las
malas lenguas dicen que EE.UU. además utilizaba los datos recogidos
por esos hidrófonos para detectar submarinos y esas cosas, pero lo
cierto es que hoy se utilizan básicamente para fines científicos,
monitorizando movimientos telúricos y los sonidos de la fauna
marina.
En el verano de
1997, los micrófonos ubicados en el Pacífico ecuatorial captaron un
sonido submarino extraño. En primer lugar, lo que mas llamó la
atención de los científicos fue su inusitada potencia. Se sabe que
los sonidos se transmiten mejor en un medio líquido, como el mar,
que en uno gaseoso (como la atmósfera). Pero aún así, este sonido
fue registrado por sensores que se encontraban separados por miles de
kilómetros. Luego de hacer algunos cálculos, los investigadores
determinaron que el evento tuvo origen en las inmediaciones de las
coordenadas 50° S 100° W, frente a las costas del oeste de Chile.
Asombrados e
intrigados por sus características, analizaron la señal sin poder
reconocerla. Se efectuaron concienzudos estudios, incluyendo su
digitalización y comparándola con las inmensas bases de datos de
sonidos submarinos recopilados a lo largo de la Guerra Fría. No hubo
coincidencias: nunca se había registrado algo así. Finalmente,
decidieron darle un nombre onomatopéyico: Bloop. La señal, si bien
tenía algunas características en común con los sonidos que emiten
algunos por animales marinos, fue mucho más potente que cualquiera
de los conocidos. Ni siquiera una ballena azul puede generar
semejante ruido. Si fue un animal el que lo produjo, tuvo que ser
algo realmente inmenso.
Cuando algo así
ocurre, los amantes de las conspiraciones y lo “oculto” salen de
las sombras y comienzan a tejer las conjeturas más alocadas. En este
caso, lo obvio fue especular sobre monstruos submarinos. Algunos
candidatos fueron dinosaurios resucitados, extraterrestres
originarios de planetas acuosos, bestias de las profundidades “a lo
Cthulhu“ o incluso calamares colosales gritando como Tarzán.
La última opción
era, dentro de todo, la más razonable. Sin embargo un biólogo
marino de la Universidad de Boston, Phil Lobel, advirtió que los
cefalópodos no poseen ninguna cavidad llena de aire con que pudieran
producir un sonido como este. Al menos, los que conocemos. Como sea,
Lobel repitió a todos los que quisieron escucharlo que el origen del
sonido era, con toda probabilidad, biológico.
Han pasado más de
catorce años, y seguimos sin saber a ciencia cierta de qué se trató
aquel Bloop. Se ha escuchado la cinta a diferentes velocidades, de
atrás hacia a adelante y todo lo que te puedas imaginar. Resultados
concretos: cero. Por eso hemos puesto a tu disposición la grabación
original, a ver si te suena a algo conocido. Si es así, no dejes de
avisarnos, para que podamos volver a dormir tranquilos.
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