viernes, 1 de abril de 2016
La Leyenda Del Hombre Del Saco
¿A cuántos nos asustaban de pequeños
con el viejo del saco? Ese hombre que nos llevaría en su saco para
después comernos por no hacer caso a los regaños de nuestra madre.
¿Te interesaría saber que el hombre del saco vivió realmente?
Porque así es, realmente vivió y aquí está su historia.
El viejo del saco u hombre del saco es
un mito popular que aún está presente en ciertas zonas. Cuya
representación es un hombre quien vaga por las calles por las noches
buscando niños extraviados para poder llevárselos en su gran saco a
un lugar que nadie conoce. Este personaje lo caracterizan como un
asustador de niños, y se utiliza para asustar a los niños y así
obligarlos a que regresen a casa temprano. Es algo similar al coco y
tienen el mismo origen que este último.
La leyenda del viejo del saco tiene su
historia real en un crimen que fue cometido en Gádor, un pueblo
perteneciente de Almería, en 1910.
Francis Ortega el Moruno padecía
gravemente de una enfermedad llamada tuberculosis y estaba en la
búsqueda desesperante por una cura. Donde acudió a una curandera
llamada Agustina Rodríguez, quien al verlo tan enfermo decidió
mandarlo a Francisco Leona, barbero y curandero que tenía varios
antecedes criminales.
Leona a cambio de la cura le pidió
tres mil reales y le dijo el remedio: él tenía que beber la sangre
de un niño totalmente sano, que este recién salida del cuerpo, y en
el pecho ponerle emplastos de las mantecas aun calientes del pequeño.
Él le prometió que de esta forma sanaría enseguida.
Leona se ofreció para buscar al niño,
después de ofrecerle dinero a varios campesinos a cambio de sus
hijos, de una manera si interés, salió junto con el hijo de
Agustina, Julio Hernández el tonto, se fueron a la búsqueda de un
niño extraviado.
En 1910 del 28 de junio por la tarde
secuestraron a Bernardo González Parra, de siente años de edad,
quien se despisto mientras estaba jugando con sus amigos y tomo otro
camino. Leona y Julio lo durmieron con la sustancia de cloroformo, lo
pusieron en un saco y se lo llevaron al cortijo de Ardoz, aislado del
pueblo, quien Agustina había puesto a disposición del gravemente
enfermo. Otro hijo de Agustina, José, quien fue avisar a Ortega,
mientras que en la casa su mujer Elena se quedó a preparar
tranquilamente la cena.
Una vez que todos estaban en la casa,
sacaron a Bernardo quien estaba dentro del saco, aturdido pero algo
despierto, y le realizaron un corte en la axila para poder sacarle
sangre, que la tomaron en un vaso. Ortega bebió la sangre mezclada
con azúcar antes de que se enfriara, mientras que Julio mato al niño
con una gran roca golpeándole la cabeza. Leona abrió el vientre del
niño y le extrajo el epiplón y la grasa, y todo lo envolvió en un
pañuelo para ponerlo en el pecho de Ortega. Después de haber
terminado este ritual, escondieron el cuerpo en un lugar conocido
como Las Pocicas, en una grieta en la tierra y lo taparon con piedras
y hierbas.
Después de realizar el reparto de
dinero, Leona intenta engañar a Julio y decide no pagarle las
cincuenta pesetas que le habían prometido por el asesinato. Por lo
que este decide vengar y le cuenta a la Guardia Civil que se ha
topado el cuerpo de un niño por casualidad mientras se encontraba
cazando liebres. Las autoridades detuvieron a Leona por tener
antecedentes criminales, y este culpo a Julio, que desde un principio
de claro haber presenciado este horrendo crimen escondido en los
matorrales. Al final ambos hombres confesaron tan desagradable
crimen.
La Guardia Civil detuvo a todos los
presuntos implicados en este asesinato de Bernardo. A Leona lo
condenaron a garrote vil, pero murió dentro de la cárcel. Ortega y
Agustina ambos fueron también condenados a la pena máxima y fueron
ejecutados. José y su mujer fueron condenados a 17 años de cárcel,
Elena fue absuelta y Julio el tonto, condenado.
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