viernes, 1 de abril de 2016
El Monte Embrujado
Había estado caminando casi tola tarde
y al llegar la noche decidí sentarme a lado del camino a tomar un
pequeño descanso. Ese día no me encontraba solo ya que Rufo mi fiel
perro me acompañaba. Estaba algo cansado así que quite de mis
hombros mi mochila para poder relajar mi cuerpo, Rufo se acostó a mi
lado después de estar un rato tratando de acomodarse en el pasto.
La noche no se tornaba completamente
obscura así que podía distinguir algunos objetos y a unos diez
metros del camino observé un pequeño cerro y sabía que cerca de
ahí no muy lejos se encontraba un pueblo pero donde yo me encontraba
no podía apreciar ninguna casa alumbrada y además tenía media hora
que no pasaba ningún vehículo por el camino.
Como me encontraba solo sentía que
cualquier movimiento podría alterarme y podría llegar a darle un
golpe a cualquier ser que se me atravesará, de repente sentí que no
me encontraba solo así que decidí encender la linterna que traía
en mi mochila y me di cuenta que no había nadie, con mi lámpara
alumbre a todos lados sin poder encontrar a ese ser que había
percibido, pero yo no era el único que se sentía observado Rufo
también se sentía asechado y empezó a mirar atento hacia el cerro,
de repente se puso de pie y se fue corriendo hacia allá a toda
velocidad, yo le gritaba tratando de que volviera a mi lado pero todo
fue en vano en unos segundos ya no escuchaba el sonido de las ramas
al pasar Rufo, me dio un escalofrío al sentir el silencio y decidí
caminar yo también por donde se fue Rufo, decidí llamarlo de nuevo,
gritaba su nombre y le silbaba también pero no se escuchaba
respuesta alguna, entonces pensé que subestime el tamaño del lugar,
algo dentro de mí me decía que no me acercara al cerro pero no
tenía corazón para irme y dejar ahí a mi mejor amigo así que
entré al cerro con mi linterna para buscarlo, le llamé de nuevo y
cuando guarde un poco de silencio escuche una voz demoniaca que me
decía “por aquí, ven por aquí”, pensé que estaba alucinando
por la presión de estar completamente solo pero empecé a escuchar
esa frase una y otra vez así que empecé a sentirme desesperado por
salir de ese lugar lo más rápido posible pero escuche una frase
distinta que me decía “no te vayas a perder” eso me hizo
enloquecer de miedo aún más y no sabía para donde huir.
Después de un rato buscando
ansiosamente por donde salir por fin pude encontrar la salida, estaba
aliviado pero al mismo tiempo preocupado por mi amigo Rufo, cuando
empecé a perder la esperanza él apareció como si nada moviendo la
cola, nos marchamos de allí y no le quité la mirada en todo el
camino ya que temía que no fuera mi perro y fuera el espíritu que
me hablaba en el cerro.
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