martes, 9 de junio de 2020
La Madre Descuidada
Natalia era una
madre feliz, trataba a sus tres pequeños con gran ternura y
comprensión aunque más de una vez la pudieran sacar de sus
casillas. Los dos primeros de sus retoños vinieron casi seguidos 6 y
7 años y la tercera, una preciosa niñita de siete meses, que aunque
inesperada, fue recibida con el mayor cariño y amor que una familia
le puede entregar.
El único “pero”
que le podía poner Natalia a su abundante familia era que su marido
casi no pisaba su casa. Su aburrido trabajo como contable les daba
una cómoda posición social pero le mantenía ocupado todo el día,
e incluso cuando estaba en casa siempre estaba rodeado de papeles del
trabajo. Por lo que Natalia tenía que ocuparse de sus hijos sin
ninguna ayuda y en algunos momentos eso podía ser extenuante.
La noche anterior al
fatídico día la más pequeñita de la casa había decidido celebrar
un concierto nocturno y Natalia casi no pudo pegar ojo. Agotada y
casi arrastrándose llegó a la cama a las cuatro de la mañana tras
dejar a la niña en la cuna.
Cuando se empezó a
quedar dormida escuchó el grito de su segundo hijo en la habitación
contigua, de un salto se levantó y fue corriendo a la habitación
que compartían sus dos hijos mayores y se encontró a Mario (el
mediano en edad) visiblemente asustado y llorando sobre su cama.
Parece que había tenido una pesadilla y del susto se había hecho
pis encima, algo que por desgracia se había vuelto muy habitual
desde que nació sus hermanita. El niño se había convertido en un
príncipe destronado y su comportamiento dejaba mucho que desear y
era capaz de cualquier cosa con tal de llamar la atención. Natalia
agotada y sin pensarlo mucho, comenzó a regañar a Mario delante de
su hermano Julián.
– ¡Como te
vuelvas a hacer pis en la cama te voy a cortar el pipi!, ¡Ni
siquiera tu hermanita me da tanto trabajo como tú!
El niño lloraba
desconsoladamente mientras su madre cambiaba las sábanas y le daba
la vuelta al colchón. Casi sin darse cuenta eran ya las cinco de la
mañana y Natalia aún no había podido pegar ojo. El biberón de las
seis de la mañana y preparar el desayuno a su marido e hijos hizo el
resto. No pudo dormir en toda la noche.
Lo peor de todo es
que los niños pasarían todo el día en casa, ya que estaban de
puente. Una festividad que parece que no respetaban en la empresa de
su marido, él cual fue a trabajar como cualquier otro día dejándola
al cuidado de los pequeños durante todo el dia.
A media tarde y
aprovechando que Mario, agotado por la noche anterior, se había
quedado dormido en su habitación. Comenzó a bañar a la pequeña
Clara. Era el momento ideal pues Mario estaba insufrible y si no le
vigilaba a cada paso era capaz de incendiar la casa con tal de llamar
la atención. Esa pequeña siesta le daría un respiro y la
permitiría bañar al bebé un poco antes del horario habitual. Con
un poco de suerte hoy podría mandarlos a dormir un poco antes y
descansar.
Cuando ya sólo le
quedaba lavar la cabecita a la pequeña Clara un grito desgarrador se
escuchó en el pasillo. Era sin duda Mario que seguro que había
vuelto a hacer otra de las suyas. Gritando y sin soltar a Clara
preguntó:
– ¡¿Qué pasa?!
¡¿Mario estás bien?! ¡Julián! ¡¿Qué le pasa a tu hermano?!
Estaba a punto de
envolver en una toalla a la bebé, que aún continuaba enjabonada en
la bañera cuando Julián entró por la puerta y lo que vio la dejó
sin habla.
– Mamá, Mario se
ha vuelto a hacer pis en la cama así que le he cortado el pipi como
dijiste.
El mayor de sus
hijos tenía el pene ensangrentado de su hermano en una mano y unas
tijeras manchadas de sangre en la otra.
Natalia pálida por
lo que acababa de suceder se levantó de un salto olvidándose que
estaba bañando a la pequeña y salió corriendo hacia Julián que,
al ver la furia de su madre en los ojos, escapó a toda velocidad
buscando un sitio para esconderse.
Aturdida,
conmocionada y agotada por la noche en vela Natalia no sabía como
actuar cuando llegó a la habitación de los niños y vio a Mario
sobre la cama desangrándose. Tras abrazar fuertemente a Mario le
cargó en brazos y bajó las escaleras camino al coche, su única
opción era llevarle al hospital inmediatamente. Cada grito de dolor
del niño bajaba en intensidad, la pérdida de sangre le estaba
debilitando y sabía que tenía pocos minutos antes de que muriera
desangrado.
Arrancó el coche y
pegó un acelerón saliendo el vehículo impulsado como si diera un
salto al pisar un fuerte bache y sonó una fuerte explosión. El
salto pareció sacar a Natalia de su estado de shock y de repente
recordó que la pequeña Clara seguía aún dentro de la bañera. En
ese momento se dió cuenta de la mortal imprudencia que acababa de
cometer y bajó del coche sin mirar atrás para buscar a su hija.
Por desgracia cuando
llegó era demasiado tarde, la bebita de apenas siete meses no tenía
la fuerza suficiente para aguantar tanto tiempo sentada sin perder el
equilibrio y yacía inerte boca abajo en el agua. Los intentos de
reanimar a la niña fueron inútiles y Natalia, gritando desesperada,
bajó nuevamente las escaleras de su casa con su bebé en brazos
camino del vehículo que la llevaría al hospital.
Pero aún le quedaba
una última y macabra sorpresa, al acercarse al vehículo todo
terreno que conducía, se dió cuenta de que había un brutal charco
de sangre en el suelo, al principio pensó que sería la sangre de
Mario, pero al acercarse pudo constatar que bajo el coche estaba el
cuerpo inerte de Julián, que al parecer se había escondido bajo el
todoterreno para evitar que su madre le pegase. Con tan mala fortuna
que al arrancar ésta a toda velocidad una de las ruedas le aplastó
el cráneo, reventándolo y desparramando sus sesos por todo el suelo
y causando la terrible explosión que Natalia había escuchado un par
de minutos antes.
Natalia cayó al
sueño de rodillas, su cara no reflejaba ninguna expresión.
Solamente se mantuvo en esa posición durante unos minutos hasta que
sin mediar palabra se levantó, abrió la puerta de su coche y cargó
nuevamente el cuerpo ya inerte de Mario junto al de su hermanita.
Entró nuevamente en su casa.
Un minuto después
bajó de nuevo, cargó el cadáver de Julián y volvió a entrar en
la casa cerrando la puerta tras de si.
Por la noche, cuando
el marido de Natalia llegó a su casa que estaba a quince minutos de
la ciudad, se encontró el todoterreno con la puerta abierta y a
medio camino del garaje, lo que le impedía aparcar su vehículo. Se
acercó al coche de su mujer y se manchó el zapato con lo que
parecía una viscosa mancha de aceite, cerró su puerta y se dirigió
a casa en la que todas las luces estaban apagadas.
Al entrar gritó:
– ¡Natalia!
¿Dónde estáis? ¿Por qué tienes el coche en mitad del garaje?
Al dar la luz se dio
cuenta de que había un reguero de sangre seca en el suelo que subía
las escaleras y dirigía a la planta superior. Asustado corrió tanto
como pudo para quedar totalmente impactado cuando al entrar en el
baño.
Sus tres hijos
flotaban sobre el cadáver de su madre que los había reunido en la
bañera justo antes de cortarse las venas.
Causar la muerte de
sus tres hijos fue mucho más de lo que pudo soportar.
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