martes, 5 de febrero de 2019
El Código Miguel Ángel II: El Otro Renacimiento
Los cuernos del Moisés de Miguel Angel no son producto de un
error de traducción de la Biblia. (Collage: Alan Brain) Para comprender el
mensaje que se esconde en los cuernos del Moisés de Miguel Ángel (1475-1564),
necesitamos entender “el otro renacimiento” o lo que sucedía en el mundo de
aquel entonces. Después de siglos de oscurantismo intelectual durante la
llamada “Edad Media”(S VI-XIV), Europa se inundó de ideas nuevas. Se rescató el
idealismo platónico y se vivió una magnificencia artística nunca antes vista en
el viejo continente.
El Renacimiento cultural europeo, en el que vivió Miguel
Ángel (S XV-XVI), no solo marcó la apoteosis del arte y de los valores
cristianos sino que también fue el momento en el que el mundo redescubrió el
pensamiento platónico, los secretos milenarios de las escuelas mistéricas
orientales y las antiguas prácticas de magia ritual o ceremonial. Esto es lo
que Los Divulgadores denominamos como el “otro renacimiento”.
En aquel entonces, uno podía admirar el maravilloso David de
Miguel Ángel en la Piazza de la Signoria de Florencia, visitar la majestuosa
catedral de la ciudad con el célebre campanario diseñado por Giotto
(1266-1337), deleitarse conversando con Rafael Sanzio (1483-1520) a orillas del
rio Arno, o tener la mala suerte de ser acuchillado en una taberna del centro
de la ciudad después de haber discutido de política con un miembro de una de
las familias de poder. Pero también podría encontrarse en un callejón oscuro
con el curioso Marsilio Ficino (1433-1499) dibujando extraños diagramas en la
acera tratando de comunicarse con una entidad del mundo espiritual o
vislumbrar, a través de la ventana de su estudio, la figura de Pico della
Mirandolla (1463-1494) haciendo enigmáticos cálculos rodeado de textos antiguos
a la luz de una vela.
Las prácticas “mágicas” de las primeras civilizaciones, como
la caldea o la egipcia, fueron rescatadas en este “otro renacimiento” y
alcanzaron eventualmente el nivel de ciencias, aunque el paradigma científico
actual no las reconozca como tales. El renacimiento abrió las puertas al
conocimiento mágico que la ciencia había desdeñado. La gente de ese entonces le
acordaba una importancia muy grande a prácticas como: la geomancia que es la
interpretación adivinatoria de las formas que dejan determinados objetos al ser
arrojados a la tierra; la aeromancia que es la interpretación adivinatoria de
las formas vaporosas que se forman en el cielo; la hidromancia que es la
técnica para adivinar leyendo el agua; y la piromancia que es la interpretación
adivinatoria de las formas de las llamas del fuego.
Este “otro renacimiento” se expandió rápidamente por Europa.
Algunos de sus más conspicuos representantes fueron el famoso astrónomo
defensor de la pluralidad de los mundos Giordano Bruno (1548-1600), el maestro
alquímico Paracelso (1493-1541), el mago de la corte inglesa John Dee
(1527-1609), el gran conjurador de demonios y ángeles Cornelio Agrippa
(1486-1535), y el conocido clarividente Michel de Nostradamus (1503-1566).
Los mecenas de la magia
En el micro cosmos que representaba Florencia dentro de las
ciudades estado italianas de la época, la vida pendía de un hilo a causa de las
continuas guerras y el arte flotaba como las nubes inundando todos los rincones
de la ciudad.
En Florencia, a pesar de ser una república, gobernaba la más
rica familia italiana de la época: Los Medicis. El epicentro dónde nació este
“otro renacimiento”, que podríamos calificar de mistérico, estuvo justamente
localizado en Florencia, en el círculo de artistas y pensadores que
frecuentaban a los Medicis. Conspiradores profesionales, diplomáticos sin
igual, amantes del arte, pero sobre todo interesados en rescatar los
conocimientos ancestrales de Grecia y de Oriente, los Medicis dejaron su
impronta en la romántica ciudad apoyando a muchos de los artistas más talentosos
del renacimiento.
Miguel Ángel fue el artista favorito de los Medicis, quienes
lo pusieron bajo su protección cuando aún era un adolescente y fue, a través de
ellos, que el artista tuvo acceso al conocimiento mistérico. La ciudad de
Florencia en el siglo XVI. Arriba a la izquierda, Cosme de Medicis. En 1489, a
los catorce años, Miguel Ángel entró a estudiar a la Nueva Academia Platónica
creada por Cosme de Medici (1389-1464).
Los dos años que el pintor pasó en esta institución
cambiarían su visión del mundo ya que este era el centro más importante de
irradiación cultural de los conocimientos esotéricos y secretos de las escuelas
orientales de pensamiento. Este “otro renacimiento”, aquel que realmente nos
interesa, había comenzado, cincuenta años atrás, en 1439, cuando llegó a
Florencia un enigmático anciano llamado Gemisto Pletón (1355-1452). En ese
entonces, el patriarca y líder de los Medicis era Cosme de Medicis. De la amistad
que nacería entre estos dos hombres surgiría este “otro renacimiento”.
La segunda llegada de Platón
Gemisto Pletón era originario de Bizancio, una ciudad que
guardaba preciosas reliquias católicas y textos filosóficos desconocidos para
Occidente. Pletón había escrito un libro titulado “Sumario de las doctrinas de
Zoroastro y Platón” en el que detallaba su interpretación de las enseñanzas de
Platón, sus eclécticas creencias politeístas y su teoría de la eterna
reencarnación. Había sido instruido en la filosofía neoplatónica que se
remontaba a los primeros padres de la Iglesia Católica, Orígenes y Clemente, a
quienes el clero romano había discriminado porque sus ideas admitían el
concepto de la reencarnación del alma. Gemisto Pletón fue quien reintrodujo a
Platón en el pensamiento occidental. Es más, ya de avanzada edad, decidió
cambiar su nombre original por el de “Pletón” para asemejarse al legendario
filósofo griego. Gemisto Pletón, el hombre que desencandenó el “otro
renacimiento”. (Collage: Alan Brain) Hay que tener en cuenta que, hasta ese
momento, la filosofía imperante en Occidente era esencialmente aristotélica.
Pletón resucitó el idealismo platónico y esto fue lo que
liberó las fuerzas que originaron el “otro renacimiento”. Desafortunadamente, el
realismo aristotélico se convirtió con los años en la base del paradigma
científico actual, mientras que el idealismo platónico quedó relegado como una
corriente de pensamiento buena para ser enseñada en las universidades pero sin
una aplicación práctica. El mundo material de lo que se ve y se puede comprobar
triunfó sobre el mundo etéreo de lo que no se puede comprobar pero se intuye.
La materia venció a la mente.
Los Divulgadores nos reconocemos en el idealismo platónico y
esperamos que finalmente la humanidad se encamine hacia un futuro espiritual
construido sobre la base de que la materia es una creación de la mente y no al
revés. Volviendo a nuestra historia. Alrededor del año 1439, basándose en su
singular sabiduría, que también incluía las enseñanzas de los filósofos
místicos alejandrinos, Pletón empezó a dar discursos clandestinos por toda
Florencia. En uno de estos encuentros, conoció a Cosme de Medicis, quien se
volvió un asiduo concurrente a las charlas de Pletón. Pletón le enseñó a Cosme
que existía una cadena de conocimientos universales pero secretos que se
remontaban más allá de Platón, Hermes Trimegisto y los oráculos caldeos; y que
se podían lograr encuentros personales con los dioses a través de ceremonias y
cánticos rituales. Probablemente no pasó mucho tiempo antes de que Pletón y
Cosme se percataran de los intereses comunes que los unían y la manera como
podían complementarse.
El anciano de Bizancio había traído consigo, poniendo en
riesgo su vida, una serie de textos perdidos de Platón, textos neoplatónicos y
algunos textos esotéricos que databan del Egipto de la época de las pirámides.
El mago, médico, traductor y filósofo Marsilio Ficino, primer director de la
“Academia Florentina”. (Collage: Alan Brain) Cosme compró todos los textos que
había traído Pletón y contrató los servicios del joven Marsilio Ficino
(1433-1499) para que los tradujese al Latín. Ficino era hijo del médico de
cabecera de Los Medici y había demostrado un asombroso talento para la
traducción. Según relatan Benjamín Blech y Roy Doliner en su libro “Los
Secretos Sixtinos”, Cosme de Medicis había pagado una fortuna para que le
trajeran de contrabando, a espaldas de la Iglesia Católica, el “Corpus
Hermeticus” de Hermes Trimegisto y otros textos platónicos.
Gracias a la caída de Constantinopla a manos de los Turcos
en 1453, Cosme siguió enriqueciendo su biblioteca con textos que habían
escapado al saqueo de la ciudad. Sus esfuerzos lograrían convertir la
biblioteca de los Medicis en una de las más importantes del mundo. Tal fue el
renombre que adquirió Gemisto Pletón que Marsilio Ficino lo denominó el nuevo
“Platón”, y uno de sus discípulos, el cardenal Basilios Bessarión (1403-1472),
sostuvo que el alma de Platón había ocupado el cuerpo de Pletón.
La Academia Platónica de Florencia
Alrededor del año 1460, todo el movimiento cultural que se
había gestado en torno a Gemisto Pletón y Cosme de Medicis se plasmó en la
llamada “Academia Florentina”, que pretendía ser una nueva versión de la
antigua academia platónica conocida como la ”Escuela de Atenas”.
El elegido para dirigir la academia fue Marsilio Ficino, que
había desarrollado su propia filosofía basada en los textos platónicos y
orientales que habían llegado a la corte de los Medicis y era un connotado
practicante de la magia astrológica. En esta academia, Ficino enseñaba que era
posible armonizar el misticismo hebreo, la filosofía griega y la doctrina
católica. Entre sus miembros más importantes se encontraban: Pico della
Mirandolla (1463-1494), Poliziano (1454-1494) y Cristóforo Landino (1424-1498).
La villa de Careggi, sede de la “Academia Florentina”. Abajo derecha, medalla
con la efigie de Cosme de Medicis.
La filosofía de Marsilio Ficino trataba de explicar que el
universo o cosmos tiene un espíritu con las mismas propiedades que el alma que
habita en cada ser humano. “Habrán algunos hombres, supersticiosos y ciegos,
que ven la vida hasta en los animales menos desarrollados y la plantas más
simples pero que no ven vida en los cielos o en el universo en sí mismo…Ahora,
si esos pequeños hombres le otorgan vida a las partículas más pequeñas del
universo, que locura!, Que no sepan ni que el universo en que vivimos y nos
movemos, y en el que mora nuestro ser, tiene vida en sí mismo, y ni que deseen
que sea así.”( De vita libri tres o Tres libros sobre la vida. Marsilio Ficino,
1489) Ficino iba aún más allá en sus afirmaciones al proponer que los planetas
influenciaban la vida cotidiana del ser humano, en todos sus niveles. “Siempre
recuerden que hasta un determinado efecto y búsqueda de nuestras mentes, y a
través de la verdadera naturaleza de nuestro espíritu, podemos ser fácil y
rápidamente expuestos a esos planetas que representan el mismo efecto,
naturaleza y búsqueda. Por consiguiente, si nos sustraemos de los asuntos de
los asuntos mundanos, a través del ocio, de la soledad, de la constancia, de la
teología, de la filosofía esotérica, de la superstición, de la magia, de la
agricultura y la melancolía, entramos bajo la influencia de Saturno.
Con las ocupaciones cívicas entramos en la influencia de
Júpiter; con la cólera y la disputa entramos bajo la influencia de Marte; con
la búsqueda de la elocuencia, de la música, de la verdad, de la gloria, y de la
habilidad entramos bajo la influencia del Sol….Esta es la regla común a la
especie humana.” ( De vita libri tres o Tres libros sobre la vida. Marsilio
Ficino, 1489) Para Ficino, el poder del espíritu del cosmos podía influir en
los seres humanos si sabíamos como conectarnos con él. En otras palabras, el
hombre era capaz de comulgar con lo verdaderamente divino sin la intermediación
de la Iglesia Católica. Como podemos suponer, esto le trajo serios problemas.
“La Consagración de la Primavera” por el pintor iniciado en las tradiciones
mistéricas, Sandro Boticcelli. Si bien Ficino fue uno de los pensadores más
conocidos de su época, hubo muchos otros que no solo comulgaron con sus ideas
sino que bebieron de otras tradiciones mistéricas y llevaron esta cosmovisión a
otros niveles. En 1484, Marsilio Ficino publicó su traducción de las obras de
completas de Platón en latín. Cinco años después, Ficino sería acusado de magia
por la Iglesia Católica y se salvaría por poco de ser condenado como hereje.
Algunos estudiosos ven la influencia de las ideas Ficino en el cuadro “La Primavera”
de Botticelli (1445-1510), estos afirman que el cuadro ilustra el proceso
primigenio de creación de la materia en función de las sucesivas emanaciones de
las esferas planetarias procedentes del espíritu del universo.
Como Boticelli, otros artistas del renacimiento nos dejaron
pistas de este conocimiento alternativo en varias de sus obras. La nueva
academia platónica de Florencia funcionó por casi treinta años, desde el 1460
hasta la muerte de Lorenzo de Medicis en el año 1492. Miguel Ángel tuvo la
suerte de estudiar en esta academia durante dos años en los que enriqueció su
pensamiento y su arte basándose en esta nueva cosmovisión. Si bien fue Cosme de
Medicis quien sembró la semilla de la que florecerían las corrientes de
pensamiento del “otro renacimiento”, es Lorenzo de Medicis quien establecería
la relación entre los Medicis y Miguel Ángel.
El Jardín de San Marcos
Cosme de Medici falleció en el año 1464 y luego de un corto
periodo, en el que los asuntos familiares fueron dirigidos por su hijo Piero,
su nieto Lorenzo, que pasaría a la historia como Lorenzo “El Magnífico”, tomó a
su cargo los asuntos financieros de la familia y el mecenazgo artístico que
había iniciado su abuelo, incluyendo la “Academia Florentina”. Detalle de
“Lorenzo de Medicis” por Giorgio Vasari, quien escribió la biografía de varios
pintores del renacimiento, incluído Miguel Angel Buonarroti. Cuando Lorenzo se
hizo cargo de los asuntos de los Medicis, la semilla que Cosme de Medicis había
sembrado en el ambiente intelectual florentino de comienzos del siglo XV estaba
en pleno apogeo y el conocimiento esotérico se respiraba en todos los ámbitos
intelectuales de la ciudad. Lorenzo de Medicis, con el ímpetu de su juventud,
continuó la obra iniciada por su abuelo Cosme y, gracias a su habilidad como
diplomático, la hizo trascender las fronteras de la península italiana. En
1489, Miguel Ángel era un prometedor aprendiz de pintura en el taller del
reputado maestro de pintura, Ghirlandaio. En ese entonces, era práctica común
entre las familias más poderosas, visitar los talleres artísticos de la ciudad
en busca de jóvenes talentos a quienes tomar bajo su protección. Estos, una vez
terminada su formación, podrían trabajar para la familia e inmortalizarla a
través de sus obras de arte.
Miguel Ángel fue presentado a Lorenzo de Medicis por
Ghirlandaio como uno de sus más talentosos discípulos. Desde ese momento, el
joven artista, con solo catorce años, inició su relación con la familia Medicis
y empezó a frecuentar la “Academia Florentina”. Los pensadores que
influenciaron a Miguel Ángel durante sus años de formación en el palacio
Medicis y en la “Academia Florentina” fueron Marsilio Ficino y el reconocido
filósofo Conde Giovanni Picco della Mirandolla. Este último, era un respetado
estudioso de la Kabbalah mística hebrea y de la filosofía mistérica de
Zoroastro. Pico della Mirandolla, a los 23 años, declaró tener 900 tesis sobre
magia. filosofía y religión y retó a quien se atreviera a debatirlas. (Collage:
Alan Brain) La efervescencia que existía en Italia por las ideas mistéricas de
Oriente queda en evidencia en una de las cartas de Pico a su amigo Marsilio Ficino:
“…después de haber estudiado el hebreo día y noche durante un mes, me metí de
llenó al árabe y al caldeo, habiendo sido como obligado, por algunos libros
que, gracias a la divina providencia, cayeron en mis manos. Son libros
Caldeos….d’Edras, de Zoroastro y de Melchior, son oráculos de magos en los que
se encuentra una interpretación, breve y árida pero llena de misterio, de la
filosofía Caldea …” (Carta de Pico della Mirandolla a Marsilio Ficino. Perugia,
1486) Es importante señalar que la mayoría de los pensadores del “otro
renacimiento” tenían una formación católica, sin llegar a ser dogmáticos, y
pretendían crear un sincretismo entre la visión idealista de Platón, la
teología católica y las enseñanzas esotéricas de escuelas orientales como la
persa, la caldea y la egipcia.
Regresando a Miguel Ángel. Lorenzo y el artista
desarrollaron una relación tan cercana que, rápidamente, el pintor florentino
se convirtió en el protegido de los Medicis. El célebre escultor no solo ocupó
un lugar privilegiado entre los artistas que frecuentaban la corte de los
Medicis sino que fue el encargado de diseñar la biblioteca de la familia,
aparte de realizar varias esculturas para sus tumbas. Lorenzo poseía una
envidiable colección de esculturas de diferentes estilos y épocas, que fueron
acumulándose en el jardín de una de sus propiedades, más conocido como el
“Jardín de San Marcos”. Allí, espontáneamente, nació y se desarrolló una
escuela de escultura para jóvenes artistas. “El alquimista en busca de la
piedra filosofal encuentra el fósforo”, cuadro de Joseph Wright of Derby
(1734-97) Sin embargo, lo que sucedía en el “Jardín De San Marcos” no estaba
relacionado exclusivamente con la escultura. Este era un lugar de encuentro
para filósofos, poetas, escritores, artistas e intelectuales dónde discutían
sobre los conceptos que habían invadido la ciudad desde la llegada de Gemisto
Pletón y que se enseñaban en la “Academia Florentina”. Probablemente, allí se
discutiría sobre: la visión platónica del mundo, el concepto de un espíritu del
universo que puede influenciar y comunicarse con los seres humanos, la
existencia de un mundo invisible de entidades espirituales con las que se puede
interactuar a través de rituales mágicos, la influencia del movimiento de los
planetas en la vida cotidiana, la creación de mezclas alquímicas que pueden
transformar a la materia, la reencarnación sucesiva del alma, fórmulas
matemáticas complejas para interpretar textos antiguos y técnicas avanzadas de
construcción que intentaban reflejar el tramado de la arquitectura del
universo. Miguel Ángel fue uno de los asiduos concurrentes y conspiradores
intelectuales del “Jardín De San Marcos”, al igual que Leonardo Da Vinci.
El esoterismo de Miguel Ángel
Esta larga entrega ha pretendido sustentar que el genio
florentino fue influenciado tanto por la filosofía y el arte católico como por
las tradiciones mistéricas que se enseñaban en la “Academia Florentina” y que
se debatían en el “Jardín de San Marcos”. ¿Qué tienen que ver los cuernos del
Moisés con lo que aprendió Miguel Ángel durante el “otro renacimiento”? Moisés
estuvo conectado con la gran mente cósmica. (Collage: Alan Brain) A la luz de
lo sostenido en el primer artículo y teniendo en cuenta la ecléctica formación
del artista, es imposible que los cuernos del Moisés sean el simple fruto de
una mala traducción de la Biblia conocida como la Vulgata Latina. Solo podemos
especular sobre el verdadero significado de los cuernos pero es evidente que el
artista quiso dejar un mensaje escondido cuando le colocó un par de
protuberancias en forma de cuernos a la estatua del patriarca hebreo. Entonces,
¿cuál podría ser ese mensaje? Para Los Divulgadores, los cuernos del Moisés son
el rezago de un órgano, que alguna vez tuvimos los seres humanos, conocido en las
tradiciones mistéricas como la “linterna de Osiris”.
Este órgano le permitía al ser humano estar en contacto con
las entidades incorpóreas que habitan el mundo espiritual. Entre esas entidades
se contaba también el espíritu del universo o mente cósmica creadora de la que
hablaba el filósofo Marsilio Ficino. Según las mismas fuentes, la humanidad fue
perdiendo gradualmente este órgano, que se redujo de tamaño con el paso del
tiempo, y terminó convirtiéndose en lo que hoy conocemos como la glándula
pineal. Este proceso ha sido representado en la iconografía de las primeras
culturas del planeta, a veces de manera realista y otras de manera simbólica.
Según la cosmovisión de las corrientes de pensamiento que inspiraron el “otro
renacimiento”, el Dios que le habló a Moisés en la montaña no es el anciano
bonachón de barba blanca que siempre está sentado sobre una nube mirando hacia
abajo. Para Ficino, Pico della Mirandolla, Miguel Ángel, Leonardo y otros
genios del renacimiento, el Dios de Moisés es el espíritu del universo o la
gran mente cósmica creadora de la materia que habita en ese mundo invisible y
con el que podíamos comunicarnos directamente a través del órgano conocido como
“la linterna de Osiris”.
Si bien la evolución de la especie humana redujo a su mínima
expresión a la “linterna de Osiris” convirtiéndola en la glándula pineal, un
órgano involucrado en una serie de procesos bioquímicos relacionados con las
experiencias místicas, el ser humano no perdió totalmente la capacidad de
comunicarse con el mundo incorpóreo dónde habita la gran mente cósmica sino que
se nos hizo cada vez más difícil. Cerebro humano con la glándula pineal al
centro del círculo verde. (Collage: Alan Brain) El poco uso que le damos a
nuestra glándula pineal, al menos en su función de comunicarnos con los mundos
espirituales, y el camino materialista que ha decidido transcurrir la humanidad
ha hecho que cada vez se nos haga más difícil activar esta capacidad perdida.
Sin embargo, existen técnicas para despertar las propiedades de esta glándula
que son practicadas en muchos rituales chamánicos y, probablemente, en algunas
escuelas de iniciación mistérica. Si sabemos como ejercitar y utilizar nuestra
mente, la glándula pineal aún puede ser la antena que nos permite comunicarnos
con ese mundo invisible.
Moisés, como la mayoría de humanos de su época, ya no tenía
la “linterna de Osiris”. Sin embargo, el patriarca del pueblo hebreo había
encontrado la forma de utilizar su mente, a través de la glándula pineal, para
comunicarse con la gran mente cósmica. Esto fue lo que Miguel Ángel quiso decir
al colocar un par de cuernos en la cabeza de la estatua. Los cuernos del Moisés
de Miguel Ángel son una representación simbólica de la “linterna de Osiris” que
nos indica que el patriarca hebreo había aprendido a utilizar su glándula
pineal, había redescubierto la posibilidad de comunicarse con el mundo
incorpóreo y había entrado en contacto con la gran mente cósmica. En las
próximas entregas, desarrollaremos en detalle estos últimos conceptos y mostraremos
otros mensajes escondidos en la obra de Miguel Ángel.
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