Cuando el humano despierta y trata de salir, ellos se alejan, unas veces por pares, otras en tropel. Pero cuando el fuego es vivo y chispea, ellos le forman rueda y bailan en su derredor; un pequeño ruido les hace huir y esconderse, para salir luego y alborotar más. No son seres malos. Si se les trata bien, corresponden.
Alejan los malos vientos y persiguen las plagas. Si se les trata mal, tratan mal, y la milpa no da nada, pues por las noche roban la semilla que se esparce de día, o bailan sobre las matitas que comienzan a salir. Nosotros les queremos bien y le regalamos con comida y cigarrillos. Duendecillos malévolos que vagan por los bosques y que suelen penetrar en las casas de los campesinos por las noches.
Entre sus travesuras están: sacudir las hamacas de los durmientes para despertarlos y lanzar piedras y maltratar a los perros. Provocan fuertes calenturas y vómitos en las personas con sólo pasarles la mano suavemente por la cara. Sólo se compadecen de quienes les regalan comida o les hacen ofrendas.
En compensación, los protegen, y cuidan de sus casas y sus milpas. A quienes atrapen robando los frutos de los huertos ajenos le propinarán una paliza y, por último, acabarán pegando en los gajos los frutos arrancados por el ladrón. Los aluxes nunca duermen o, si lo hacen, duermen con los ojos abiertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario